Una meta estimula el entusiasmo, energía, motivación y esfuerzo. De hecho, la capacidad para crecer es el resultado en parte de haberse anticipado, actuando en función de una meta futura.
El comprometernos con una idea o meta, facilita la concentración de la atención y del esfuerzo; ayuda a adquirir el coraje necesario para correr riesgos calculados, y así, superar inhibiciones y dominar el temor al fracaso.
El secreto de la intensidad de esfuerzos de Edison, la cual lo condujo a inventar el uso de la luz eléctrica, el micrófono, fonógrafo, entre otros, todo ello radica en la determinación de una meta, la persistencia para lograrla, y luego buscar otra.
Si la magnitud de tus metas excede a las capacidades, podrías desarrollar un temor al fracaso y sentirte paralizado.
La transformación de ambición en obsesiones refuerza la dependencia en los demás, de la misma forma en que una visibilidad mayor refuerza la vulnerabilidad, como señaló una vez William Penn:
"Los árboles más altos son más vulnerables al viento, y los hombres ambiciosos, a los golpes de la fortuna".
Busca objetivos que te desafíen y estimulen, pero evita una preocupación excesiva por los resultados.
Trata de hacer que los fines se ajusten a los medios, para que no persigas algo que no podrás obtener.
El mero acto de enfilar nuestras metas en algo grande nos hace grandes.