Gomorra (Ídem, Italia, 2008), séptimo largometraje del desconocido en México Matteo Garrone (sólo se ha exhibido en el circuito cineclubero El embalsamador/2002), es una extraordinaria pieza fílmica cuyos aparentes defectos deben ser entendidos como desafiantes decisiones éticas y estéticas por parte del cineasta. Estamos ante una película de gángsteres que pretende enmendarle la plana a todas las películas de gánsteres habidas y por haber.
Basada en el best seller homónimo escrito por Roberto Saviano -que firma como uno de los seis guionistas de la cinta-, he aquí la crónica sucia, impresionista y en perpetuo movimiento de las acciones de la mafia napolitana conocida como "la Camorra".
A través de un violentísimo prólogo (la ejecución de cuatro tipos a manos de otro) y cinco historias paralelas (la de un niño aprendiz de puchador, la de un par de adolescentes embrutecidos por el sueño de ser Caracortada/De Palma/1983, la de un tranquilo pagador de la mafia, la de un talentoso sastre que copia y crea diseños exclusivos para la Camorra, y la de un ejecutivo y su asistente que se encargan de disponer de peligrosos residuos tóxicos de forma ilegal), queda claro que el crimen organizado en Nápoles cubre todo, absorbe todo, se apropia de todo.
De tierras, de personas, de tradiciones, de lealtades, de esperanzas.
Escribí antes que las elecciones que tomó Garrone en esta cinta fueron éticas y estéticas. Me explico: al desglamourizar por completo a la mafia aquí no hay padrinos paternales ni gángsteres carismáticos ni laberínticas estrategias-, el director y sus guionistas nos muestran a la Camorra como lo que realmente es: un grupo de vulgares criminales que matarían a su propia madre por unos cuantos euros. La negativa, pues, a dar demasiadas explicaciones y el estilo sucio y directo de la cinta tiene su razón de ser: no hay nada más que entender que los camorristas son unos asesinos que pudren todo lo que tocan.
Me pregunto si funcionará como debe esta cinta sin saber absolutamente nada del contexto social y económico en el que se desarrollan las cinco historias que vemos en pantalla. Supongo que sí. Después de todo, los mexicanos en general y los sinaloenses en particular sabemos, por desgracia, algo del mismo tema. ¿Quién hará la Gomorra nacional que hace falta? ¿Quién le pondré el cascabel al gato?
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Un agradecimiento público a todos los asistentes a la presentación del libro 'Vértigo: 20 años de crítica cinematográfica'. Fueron tantos y tan generosos que hasta me sentí estimado. Algo insólito para un crítico de cine.