"Vértigo"
Mera casualidad: dos películas de fantasmas se han estrenado simultáneamente en Culiacán. El Fantasma de Madeline O'Malley (The Inkeepers, EU, 2011), de Ti West, es una cinta curiosa. Inicia como una suerte de nueva versión de Detrás del mostrador (Smith, 1994) y, luego, poco a poco, se va transformando en una efectiva película de fantasmas.
Claire (Sara Paxton) y Luke (Pat Healy) trabajan como recepcionistas/camareros/botones/corre-ve-y-dile en el "Yankee Pedlar Inn", un hotelucho de Conneticut que está a punto de cerrar en ese mismo fin de semana. De hecho, el hotel está completamente vacío a no ser por unos cuantos huéspedes: una joven madre con su hijito, una actriz convertida en psíquica (Kelly McGillis, reaparecida e irreconocible) y un anciano que ha llegado de último minuto. Ah, y el fantasma del título, que Luke busca grabar para sacarle algo de dinero al website de fantasmas que ha construido.
En cuanto a la inquieta Claire, ella quiere ver al fantasma porque... porque... en realidad, porque no tiene nada mejor que hacer. La comedia va cediendo terreno hacia una baratona pero eficaz relectura de El resplandor (Kubrick, 1980), con todo y el hotel vacío, dominado por sus fantasmas enmuinados. Un buen palomazo para los amantes del género.
En cuanto a El despertar de los muertos (The Awakening, GB, 2011), su título es engañoso, pues pareciera que se trata de una película de zombis. Nada de eso: la opera prima del experimentado director televisivo Nick Murphy es una elegante y contenida película de fantasmas en la veta de la muy superior Los Otros (Amenábar, 2011).
Londres, 1921. El serio profesor Robert Mallory (Dominic West) llega a la casa de la escéptica investigadora de lo paranormal Florence Cathcart (Rebecca Hall) para pedirle que vaya al Internado Roockford, ubicado en la campiña inglesa, en donde un niño fantasma ha sido visto y fotografiado. Aparentemente, ese fantasma infantil ha provocado la muerte de otro niño hace apenas unas semanas.
Florence, que se ha convertido en una celebridad por desenmascarar "médiums" y charlatanes, muy pronto encontrará una explicación perfectamente lógica para el misterio, encontrará a los culpables y todo quedará solucionado, pues todos sabemos que los fantasmas no existen... ¿O no es así?
El guión, escrito por el propio cineasta debutante Murphy en colaboración con Stephen Volk, plantea muy bien el misterio y ofrece los suficientes detalles argumentales para el sostenimiento dramático de ese oscuro escenario en el que un grupo de niños (algunos de ellos huérfanos) son educados en un ambiente opresivo y autoritario. Con todo, no deja de ser chocante la vuelta de tuerca del desenlace, que exige de parte del espectador una suspensión de la credulidad que el filme no termina nunca de ganar por derecho propio.
De todas formas, El despertar de los muertos se deja ver sin mayor problema. Por un lado, no se puede negar la muy segura y controlada realización de Murphy, bien apoyado por la cámara de Eduard Grau quien, con su deslavada paleta pareciera que en la Inglaterra de esa época no existían los colores fuertes- ayuda a sostener el tono sombrío de todo el relato.
Y, por otra parte, Rebecca Hall y Dominic West hacen una sólida pareja protagónica: reticente, distante, melancólica. A Hall es a quien se le exige más, pues su personaje tiene un extenso y complejo arco dramático, pero resulta por lo menos una curiosidad ver a West de fama por la gran teleserie policial americana The Wire (2002-2008)- hablar finalmente con su propio acento británico.
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