Piel misteriosa (Mysterious Skin, EU-Holanda, 2004), octavo largometraje de Gregg Araki, no tuvo la distribución comercial que merecía en el momento de su estreno. Por fortuna, la película puede verse ahora en streaming, en el invaluable sitio de mubi.com.
Con Piel misteriosa, Araki realizó su filme más logrado, controlado y complejo. No hay un solo elemento -estilístico, visual, argumental- que esté fuera de sitio y esto hace aún más perturbadora su premisa. Es difícil quitarse de encima sus imágenes; es imposible olvidar lo que propone.
Un pueblito de Kansas, inicios de los 80. Dos niños sufren una experiencia traumática que permanecerá flotando en sus memorias hasta una década después. Neil (Chase Ellison como infante, impresionante Joseph Gordon-Levitt como joven) descubre su condición gay a los 8 años y se enamora de su entrenador de beisbol con quien comparte más que un paquete de fruti-lupis. Por su lado, el compañero de beis de Neil, Brian (George Webster de niño, impecable Brady Corbet como muchacho), ha pasado más de diez años creyendo que fue abducido por extraterrestres. En todo caso, eso es lo que siempre ha querido creer.
Piel misteriosa se acerca provocadoramente al difícil tema de la pedofilia no con el expediente de humanizar al abusador -como en La mala educación (Almodóvar, 2004) o Crimen inconfesable (Kasell, 2005)- sino el de profundizar en sus víctimas. Y con esto me refiero a explorar el mecanismo de defensa de uno -la asexualidad de Brian y sus patéticas fantasías-, la desafiante búsqueda de lo perdido del otro -la avidez homosexual de Neil que, en cada hombre maduro con el que se acuesta, quiere encontrar a ese entrenador de beisbol que tanto amó-, y hasta las terroríficas tácticas conquistadoras del pedófilo (Bill Sage, con la apostura de un joven Robert Redford).
Es aquí donde Araki nos lleva a un terreno que, para ser francos, acaso usted no quiera conocer: el de las marcas indelebles que deja la pedofilia, el de un par de vidas dañadas que no ven salida alguna, el de una sexualidad infantil gay asumida con naturalidad y que, por lo mismo, permite inocentemente el abuso. Este último aspecto puede causar, muy probablemente, el escozor de más de uno: ¿es válido mostrar el despertar homosexual de un niño que es aprovechado por un depredador pedófilo? ¿No es esta una forma de racionalizar -o, incluso, justificar- el abuso sexual infantil?Araki, insisto, no moraliza ni da respuestas. Sólo muestra los resultados de ese verano de 1981 en el cual las vidas de dos niños cambiaron para siempre. Piel misteriosa no es, para nada, una película fácil. Pero si puede verla, no deje de hacerlo.
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