|
""

"Vértigo"

"'Bastardos sin gloria' (***): tres asteriscos"
07/11/2015 14:25

    Desde el momento que se exhibió en Cannes 2009, Bastardos sin gloria (Inglorious basterds, EU-Alemania, 2009), de Quentin Tarantino, fue crucificada por un sector de la crítica debido a su tratamiento "juvenil", "irresponsable", "insensible" e "inmoral" de la Segunda Guerra y del Holocausto judío.
    El crimen de lesa seriedad cometido por Tarantino es haber imaginado una historia alternativa en la que los judíos no son víctimas sino victimarios y en la que Hitler, Goebbels y compañía son ejecutados gracias a la magia del cine... y de una buena dosis de metralla.
    Honestamente, no entiendo las objeciones: como es costumbre en Tarantino, lo que vemos en pantalla no tiene que ver con una realidad reconocible ni, en este caso, con la historia "verdadera" de la Segunda Guerra Mundial (como Kill Bill/2003-2004 no tenía ninguna pretensión de hacer la crónica realista de nada).
    El mundo de Tarantino es y siempre ha sido el cine: en él vive, en él sueña y en él respira. Y Bastardos sin Gloria es, para variar, no sólo una película: es la encendida declaración de amor de Tarantino hacia el cine y hacia sus millones de cómplices, los cinéfilos que captan y entienden cada guiño que él les envía.
    En esto última radica buena parte de su encanto pero, también, sospecho, buena parte de las deficiencias y excesos de la película. Porque, a ver, ¿no hay algo de chocante snobismo cineculterano en soltar el nombre de G.W. Pabst, hacer aparecer al mismísimo Emil Jannings, discutir sobre el talento de Leni Riefenstahl o citar visualmente a Eisenstein en una película que es el equivalente nazi de El Sargento York (Hawks, 1941)? Respondo la retórica pregunta: sí, todo el asunto es bastante snob aunque, por lo que menos en lo que a este snob se refiere, también bastante disfrutable.
    Ubicada entre 1941 y 1944, en un mundo alternativo -tan alternativo que uno de los héroes es un crítico de cine-, los "bastardos sin gloria" del título, un grupo de soldados judíos comandados por Brad Pitt, han sido enviados a Europa con el edificante fin de matar nazis a los que, nomás pa' completar la chamba, les arrancan también el cuero cabelludo. Al mismo tiempo, una sobreviviente franco-judía (Mélanie Laurent), cuya familia fue masacrada bajo las órdenes del untuoso coronel de las SS Landa (Christoph Waltz, robándose la película y asegurando una nominación al Oscar), tiene la oportunidad de vengarse cuando su pequeño cine parisino es elegido por Goebbels (Sylvester Groth) para exhibir la ya mencionada versión nazi del clásico belicoso El Sargento York.
    Bastardos sin gloria es, pues, una violenta fantasía bélica, un fascinante rosario de diálogos memorables y una apasionada declaración de amor a los grandes creadores del cine. Y si en cierto momento alguien dice en este filme que "en Francia respetamos a los directores", no queda más que agregar que Tarantino se ha ganado ese respeto en el país galo, en donde el cineasta es adorado acríticamente.
    Al final, resta un último guiño: Pitt y su compinche, encarnado por el cineasta Eli Roth discuten frente a cámara un acto de barbarie recién cometido sobre la frente del coronel Landa: "Puede ser que sea mi obra maestra", dice satisfecho Pitt, echando para delante la quijada, imitando al Vito Corleone de Marlon Brando. Es la frase perfecta para que uno, desde la butaca, musite: "Sí, Quentin, en efecto, es tu obra maestra".
    Pero, en realidad, no es así. No, por lo menos desde mi perspectiva: vistos en su totalidad, los cinco capítulos de Bastardos sin Gloria forman un conjunto muy disparejo. El primero, en el que conocemos al siniestro y políglota coronel Landa, filmado en clave de western a la Leone, es no sólo lo mejor de la película sino, acaso, de lo mejor que ha dirigido Tarantino en toda su carrera.
    De ahí en adelante, la película avanza dando tumbos: no hay un solo segmento de los que siguen que tenga la unidad de esos primeros, hipnotizantes, 25 minutos. Por supuesto, no estoy diciendo que me aburrí -no: ni por un instante y he visto el filme dos veces-, pero el resto de la cinta no llega a la perfección estilística de esa primera parte, en donde la elección de los encuadres, los movimientos de cámara, el ritmo del montaje, los diálogos dichos por los actores y la espléndida banda sonora, encajan a la perfección, sin excesos de ninguna especie, sin resbalones de ninguna naturaleza. Lástima que, al haber empezado la película en estas alturas, no había otro camino que seguir hacia abajo.

    Comentarios: cinevertigo.blogspot.com, con actualizaciones diarias.