(*): palomera
De plano, parece que no pasan dos meses sin que veamos, en la pantalla grande, algún filme con Robert Downey Jr. Por supuesto, soy el último en quejarse: además de que Downey Jr. es incapaz de dar una falsa nota haga lo que haga, las cintas en las que aparece son, en el peor de los casos, por lo menos palomeras.
Más aún: en muchas ocasiones, esa misma condición palomera se debe, en gran medida, a la participación del propio actor, cuyo muy peculiar pasado les da una dimensión extra a sus personajes.
Tómese el caso del pobre director de high-school que encarna en la muy derivativa comedia juvenil ¿Quién es Charlie? (Ídem, EU, 2007).
En manos de cualquier otro actor, esta retahíla de clichés -un frustrado padre de familia divorciado incapaz de entenderse con su hija adolescente, el hombre desesperado de mediana edad cuya vida se fue al caño- sería de verdad insoportable.
En manos de Downey Jr., el papá/maestro Mr. Gardner aparece como un pobre diablo genuinamente confundido cada vez que llega su casa, agotado de lidiar con cientos de adolescentes en su trabajo, cansado por lidiar con la que vive en su hogar. Uno le cree a Downey Jr. sólo al verle los ojos.
Mr. Gardner tiene razones para estar así: el ricachón jovencito Charlie Bartlett del título (Anton Yelchin, muy bien), expulsado de todos lados, ha llegado a la escuela pública que dirige Gardner para convertirse en el líder nato de la comunidad.
Con un talento demoniaco para organizar cualquier cosa y con la ventaja de tener un psiquiatra de cabecera y a todas horas, Charlie se hace de una buena dotación de Xanax, Ritalín y demás píldoras de la "normalidad", con las que receta a sus disfuncionales compañeros de escuela.
El enfrentamiento con el director será inevitable, y más cuando la hija de éste le hace ojitos amorosos.
La fórmula del joven genio cuyo comportamiento no encaja con los adultos fue perfeccionada en Rushmore (Anderson, 1998), así que el debutante cineasta Poll y su también debutante guionista Gustin Nash no se mueven un ápice de lo ya conocido, con todo y obra teatral escolar montada en su reconciliador desenlace telegrafiado. Que al final no nos gane la exasperación sino la buena voluntad se debe, en buena parte, a la compañía de Downey Jr. y del articulado jovencito Yelchin, quienes hacen, de lejos, la mejor pareja de la cinta.
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