"Víctor Zazueta Valenzuela: poeta y obrero"
Tomar la mezcla, empuñar la cuchara, colocar el ladrillo y levantar muros es la forma en que Víctor Zazueta Valenzuela ha amado a Culiacán; la otra es escribiendo poesía.
A los 11 años escribió sus primeros poemas y hace 48 construyó sus primeros techos; hoy, a sus 67 inviernos, es un Poeta Obrero.
Fiel a su memoria y sus recuerdos, dedica esos dos oficios a la ciudad que lo vio nacer: al Culiacán que no se fue sino que "se robaron", según sus propias palabras.
"En mis poemas hablo del Culiacán de los años 50 que muchos conocieron, personajes, lugares que ya no existen. Esa ciudad que se robaron agrediendo al esfuerzo y cariño que tuvieron hombres como Luis F. Molina y todos los albañiles que con su trabajo embellecían este lugar", dice.
Y en el oficio de la construcción, sigue aportando ideas para cuidar lo poco que ya queda de las edificaciones viejas.
La ciudad que se robaron
Aunque Víctor Zazueta Valenzuela sólo estudió la primaria, sabe de prosa y de poesía medida, de sonetos y versos libres. Sus aliados han sido los libros.
Su primer escrito surgió luego de que lo invitaran a participar en un recital en el que debía hablar de las necesidades de su escuela. El haber sido muy aplaudido, le despertó el deseo de seguir escribiendo cosas relacionadas con su entorno.
Se puso a leer crónicas y libros de historia que le dieron herramientas para reconstruir el Culiacán de sus recuerdos.
Paralelamente, en 1960 comenzó a trabajar como albañil, allegándose de personas de mayor edad para regocijarse con las charlas sobre las viejas construcciones del centro.
"Yo era muy joven y esas personas me platicaban de todo eso, de esa manera escribía", confiesa.
Muy a su pesar, Zazueta Valenzuela nunca hizo trabajos de restauración en casas históricas como era su sueño, y sintiendo hasta el alma el dolor de cambiar las construcciones, participó en varias remodelaciones.
"Me dolía, cómo no, romper muros preciosos de 60 centímetros de ancho para dejar un hueco... hubo muchas casas en las que participé tumbando paredes, una de ellas estaba rumbo al malecón", recuerda.
Al llegar a su casa, en la colonia Rosales, reflexionaba sobre ese tipo trabajos, pensaba que se debían restaurar, utilizar los mismos diámetros en las paredes, sin quitar ni poner nada.
"Pero pudo más la ambición de buscar espacio para estacionamiento, que conservar la cultura", apunta, "es lamentable que esas casas que hoy pudieran ser museos y albergar libros, sean estacionamientos".
Feliz con su oficio, cuando hace algún trabajo de albañilería, piensa en el beneficio que estará llevando a la gente, en que le ayudará a tener un mejor abrigo y eso lo hace sentir bien, aunque últimamente se ha dedicado a las molduras, recordando las que hacían en el viejo Culiacán.
Historia de un sobrenombre
Autor de más de 40 poemas que él considera urbanos porque hablan de la ciudad a la que tanto ama, Zazueta Valenzuela fue llamado por primera vez Poeta Obrero en 1998. José Luis del Río Moreno, su vecino en la colonia Rosales, lo llamó así un día en que leyó sus escritos y le gustaron.
"Mi escritura se fundamenta en hablar de lo que siento por la ciudad", asegura, "hace algunos años me publicaron un poema que se llama Secretos a morir, la gente piensa que es sobre alguna mujer alta, españolada... Al final remato con que es la ciudad".
Pero su consentido sigue siendo Estampas (1990) en el que rememora las fachadas de las casas de la ciudad, sus calles río abajo, el puente, el Santuario y la vieja Catedral con torres al cielo heridas.
Y es que, desde muy joven transitó por las antiguas calles llevando canastas de mandado, repartiendo volantes de los cines, haciendo mandado a las gentes.
"Mi poesía es específicamente urbana, en todos mis poemas hablo de la ciudad: El Santuario, Catedral, La Lomita, la estación de ferrocarril; lugares que ya no existen como La Calera, La Pierna, El Tacuarinero", describe.
Su poema Campanarios surgió una tarde de Semana Santa en la que esperaba el camión que lo llevaría a casa, frente a Catedral se inspiró en el repicar de las campanas.
Cuando algunos textos se publican en los periódicos, Zazueta Valenzuela siente una enorme satisfacción, pues en algunas ocasiones la gente lo ha reconocido en la calle.
"Una vez, cuando fue la Serie del Caribe aquí, me subí a un camión urbano, en la puerta iba una jovencita que le dijo a un señor "él es". Ya en el asiento les pregunté si me confundían con alguien.
"Y no, me dijo que yo era una de las personas que había llegado al corazón de su papá con un poema sobre la ciudad. Sentí una emoción tremenda de ser conocido por personas que en la vida había visto; esas son las pequeñas satisfacciones que uno tiene en la vida por escribir".
Del soneto al sonsonete
Para el Poeta Obrero escribir no ha sido una tarea fácil. Cada escrito implica investigación y muchas horas de lectura.
"Libro que sale sobre Culiacán, lo tengo en la casa; escudriño, cotejo datos y registro la versión acertada. Para mí, los grandes en conocimiento histórico de la ciudad son José María Figueroa y Herberto Sinagawa Montoya", considera.
Además de los poemas, tiene una especie de sonetos, que por no seguir la métrica que exige el género, los llamó "sonsonetes".
"He leído los sonetos de Lope de Vega. Me gusta la métrica que utiliza ahí. Pero eso de medir como que no... prefiero el verso libre", indica.
En otra faceta, la de cronista, desde hace años reconstruye la historia de La Galera, que era el terreno donde hoy está el estadio Ángel Flores.
Ahí jugaban muchos peloteros, algunos destacaron profesionalmente y otros no llegaron a sobresalir, pero todos dejaron historia en esos campos, la cual piensa redactar y entregar a manera de crónica para que se publique.
Triste porque no volverá a ver las adoquinadas calles tras los ventanales de las casas del centro, los antiguos portales, al Poeta Obrero sólo le quedan los recuerdos que puede plasmar en la poesía y que comparte con su esposa Silvia y sus hijos Angélica, Rosa Isela, Ana Beatriz, Sonia, Marco César, Manuel y José.
Le queda el poder de las palabras, el compromiso de recuperar para los lectores aquellas imágenes de la vieja ciudad y la ilusión de algún día publicar en un libro sus poemas.
POEMA EN RECUADRO
Semblanzas del Tacuarinero*
(1999)
Ayer, evocando tiempos del pasado
buscaba en un rincón de mi memoria
algún recuerdo, alguna historia
que en mi mente hubiera yo guardado.
¿Y qué fue lo que encontré primero?
bellos recuerdos de mi infancia
cuando en las vías iba y venía una distancia
del histórico y gran Tacuarinero.
Soñaba ser maquinista o fogonero
y corría brincando los durmientes
en mis juegos infantiles e inocentes
gozando mi inocencia por entero.
La humilde estacionista solitaria
apenas visitada por los clientes
del peluquero del andén poco frecuentes
hacían pitar su vida diaria
Recuerdo el romántico silbido
anunciando su arribo a su partida
cual bella sinfonía dando vida
al viejo Culiacán donde he vivido.
El humo espeso de la locomotora
se alarga cual trenza de mujer
y los pistones empezaban a toser
cuando iniciaba su marcha encantadora.
Recuerdo que en larguísimos trajines
las mujeres con su vendimia encaramadas
el pan de vieja... las sabrosas empanadas
y la batea repleta de olorosos Tacuarines.
Jalando sus viejas plataformas
oliendo a caña de azúcar tatemada
trepaba la intrépida plebada
gozando aquel momento en todas formas.
Algunas veces mi padre me llevaba
a Navolato viajando en la autovía
disfrutando el traqueteo de la vía
mientras el aire matinal me acariciaba.
Recuerdo la Epitacio Osuna
y el larguísimo tramo de vía
y la pequeña estacioncita todavía
del Tacuarinero hermosa casa y cuna.
* Fragmento.