|
""

"Vuelo libre"

"Difocur"
06/11/2015

    Martín Amaral

    Como lo advierte Albus Dumbledore, el mago preceptor de Harry Potter, nada como declarar algo en el rango de secreto para que de inmediato sea conocido por todos: en un enroque advertido y comentado desde hace más de un año Ronaldo González dejaba, entre hastiado y deseoso de enriquecer su currículo, la dirección de Difocur, para irse a un puesto menor en la Secretaría de Educación.
    La versión se confirmó. Y también el relevo: Sergio Jacobo Gutiérrez, subsecretario de Planeación Educativa, migra a Difocur.
    Con ello termina de manera formal el periodo de Ronaldo, aunque realmente -por ímpetus, ganas y proyectos- había concluido al menos hace cuatro años, en el quinto del sexenio de Juan Millán.
    Fueron los suyos nueve años al frente de Difocur, que lo convierten en el directivo de mayor duración hasta ahora.
    Nueve años de logros innegables, pero también de deficiencias inocultables: el hito mayor es la creación y mantenimiento de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes.
    En la agrupación, y en Gordon Campbell como director, ha gravitado lo mejor de la política cultural en los últimos años.
    La mayor deficiencia de Ronaldo fue buena parte de su equipo de colaboradores, muchos de los cuales son graduados summa cum laude en el precavido arte de nadado de muertito.
    El mayor boquete es el Museo de Arte de Sinaloa, que elefantiásico, triste y percudido -los adjetivos brotan solos- ni sirve para educar al público, ni funciona como escaparate y foro de los rumbos de la plástica contemporánea.
    Congelada desde su fundación, la Sala de Joyas, con un criterio personalísimo en la definición de sus exposiciones, el Masin vive al margen de los procesos de los museos modernos.
    Acaso la flojedad del Masin explique en parte la lasitud de la plástica regional. Acaso a los pintores que alguna vez fueron rebeldes y despuntaban los apagó la pertinaz provincia; les sobró lo puramente local y les faltó mundo; faltó el oxígeno que da el confrontarse en otras latitudes. Han faltado, pues, estrategias de formación y promoción.
    He señalado las antípodas, aunque en medio hay varias estaciones en las que nos podemos detener: la falta de una Ley Estatal de Cultura es una. Otra es la de reanimar los programas, no insistir en la torpe e insultante "idea" de "bajar" la cultura a las comunidades (como si éstas no la tuvieran), sino involucrar a los grupos sociales en su diseño y ejecución.
    Somos inevitablemente sinaloenses, y trabajar en el fomento y recreación de la cultura regional es algo que debe darse por hecho. Lo que nos falta lo anticipó Enrique Félix Castro hace 65 años: alzar la mirada por encima del tractor para aprender a contar las estrellas.
    Cuentan que Göethe, en su último suspiro todavía reclamaba más luz. En esta hora crepuscular de la cultura sinaloense, con marcas históricas de homicidios, una narcotización y un incivismo galopantes, la cultura debe dar más luz, debe ampliar horizontes. Y para ello la frase del alemán debe escribirse como: ¡mundo, más mundo!
    Conectar a los creadores, mandarlos a ellos y sus obras a otros estados y países, invitar a directores de teatro, a poetas y escritores, editar y coeditar con calidad.
    Contemporizar con lo que pasa en el arte. Nutrir, proyectar, facilitar deben ser los imperativos. Material para el intercambio existe: ahí están los escritores sinaloenses premiados en 2007: El Premio Tusquets de Novela fue para Élmer Mendoza, Mario Bojórquez obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, Jesús Ramón Ibarra gana el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen y Albaro Sandoval Medina, fue el ganador del Premio Binacional de Novela Joven.
    La llegada de Sergio Jacobo a Difocur es, por lo pronto, una incógnita: credenciales, lo que se dice credenciales que lo acrediten en el submundo de la cultura no tiene. Proviene, como Ronaldo, de las entrañas de la UAS, con todo lo bueno y malo que ello implica. Su experiencia en la administración de la cultura se remonta a los seis meses que dirigió la Coordinación de Cultura uaseña cuando Rubén Rocha Moya era Rector.
    Sin embargo, aquella breve estancia no es mal recordada por los artistas universitarios.
    Llama la atención, no obstante, que en su primera declaración pública lejos de pensar en la sociedad o en los grupos culturales, dijera que vería en primera instancia al Gobernador para definir el futuro inmediato.
    La política cultural financiada por el Gobierno no implica que deba ser gobiernista o plegada a los dictados del Gobernador. Atender primero al Gobernador garantiza la chamba pero no la pertinencia de los programas.
    El periodo de Ronaldo, con sus luces y sombras, estuvo marcado por la apertura a la crítica, el apoyo a todos los grupos y una disposición al diálogo. Lo anterior evitó levantiscas.
    Sergio Jacobo requerirá de la misma disposición y mucho más: voluntad para cambiar a funcionarios que no funcionan, para ordenar la vida institucional de Difocur; por sobre todo necesitará algo no muy común en la burocracia: pasión por lo que se hace.
    Pronto, muy pronto, sabremos si Difocur no es nada más una percha en la carrera de Sergio Jacobo. Esperemos que no sea así, esperemos que tenga los arrestos para mantener los activos ganados y para remontar las inercias que como costras atenazan a Difocur.

    Comentarios: amaralmartin@hotmail.com

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!