"Artesanía mexicana, ¡me la llevo!"
MÉXICO (UNIV)._ Asombran a extranjeros y forman parte del paisaje cotidiano. Hoy se encuentran en mercados de las grandes ciudades o de pequeños pueblos piezas de madera, tejidos en estambre o seda. Las artesanías del país dicen mucho de la concepción del mundo de los mexicanos actuales.
La elaboración de piezas de cerámica, cestería, arte con pieles o plumas de animales, para los pueblos nativos de Mesoamérica no era distinta de la pintura o escultura. La diferencia que se hace entre arte y artesanía no existía para ellos.
Los tlacuilos eran los artistas, una casta privilegiada para las sociedades prehispánicas.
La llegada de los españoles trajo nuevas técnicas de trabajo de metales preciosos, talla de piedra y fabricación de utensilios de uso diario tanto de cocina, vestido y calzado como de ornamentación doméstica. Así cobró forma el paisaje artesanal contemporáneo mexicano.
México es pródigo en manifestaciones artesanales: blusas chiapanecas, vajillas oaxaqueñas, juguetes michoacanos, figuras talladas en madera en Sonora, animales fantásticos según los conciben en Nayarit o Oaxaca y orfebrería de Guerrero, sólo por citar algunos ejemplos.
Zinacantán: Tejidos
Una fuerte vocación artesanal tiene Zinacantán, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Su principal actividad es el tejido en telar de cintura, actividad exclusiva femenina que logra bellos productos de gran colorido. Algunas mujeres han establecido cooperativas donde se les ve trabajando.
Blusas, abrigos, cobertores y fundas para cojines, todo con colores encendidos, son sólo una muestra del arte que brota de las manos zinacantecas. Al llegar al pueblo, hay letreros que promocionan los talleres, también cualquier poblador lo orientará.
Pero, si no es posible desplazarse a ese poblado, San Cristóbal se muestra como la metrópoli indígena de la región.
Hay que visitar su mercado dominical, que comienza en el templo de Santo Domingo.
Ahí, tejidos zinacantecos, faldas de lana chamulas, huaraches de Navenchauc y productos de las regiones aledañas se mezclan con las distintas variantes dialectales y las vestimentas y productos de cada región.
Dada la distancia, San Cristóbal merece más que un fin de semana, pues hay que llegar en avión a Tuxtla Gutiérrez o viajar directo 13 horas en autobús desde la Ciudad de México.
Guaymas: Tambores, perlas y madera
En Guaymas se pueden admirar edificios del Siglo 19 y comprar artesanías de los indígenas seris, yaquis y mayos.
Uno de los más llamativos son los tambores de guasita que elaboran en la zona de Navojoa, al sur del estado. Se utilizan en los rituales indígenas y producen un sonido grave y profundo.
Los comerciantes nativos y algunas cooperativas que los ayudan a promocionarse se reúnen en el muelle que recibe a los cruceros.
En Navojoa, Artesanías Tusi Yari ("lo bien hecho" en lengua mayo) se encuentra en el kilómetro 113 de la carretera federal 15. Teléfono: 045 (662) 112 0758
Para quien tiene un poco más de presupuesto y quiere regalar algo más exclusivo, esta zona es muy exitosa en cuanto al cultivo de perlas, lo cual ha dado pie a una nueva y rampante industria de orfebrería.
Hay anillos, dijes y collares con precios que no son tan escandalosos como los alcanzados por las perlas naturales y que son un buen regalo que proviene de manos sonorenses.
Es interesante visitar el sitio de cultivo, donde explican todo el proceso y se compra la perla directamente al productor. El lugar queda al final de la bahía de Bacochibampo, el teléfono es: 01 (622) 221 0136.
El palofierro es un árbol que crece en la zona y cuya madera es sólida como el ébano. Los seris y yaquis la han trabajado a mano durante décadas, ahora ya usan herramientas modernas.
Producen esculturas que pueden ir desde un servilletero de estilo kitsch hasta sofisticadas y bien elaboradas esculturas de animales.
La Casa del Palofierro se encuentra en San Carlos, en el número 156 de la calle Paseo de Ensueño.
Oaxaca: Barro negro y tejidos
Si alguien pelea por el primer lugar en producción de artesanías mexicanas es este estado. El barro negro es muy apreciado por su delicada ornamentación y el acabado, con la técnica del bruñido, que es el pulido muy fino con una piedra, lo que precisa una gran paciencia y dedicación.
El lugar más tradicional para conseguirlo es San Bartolo Coyotepec, a sólo 15 kilómetros al sur de la ciudad de Oaxaca por la carretera 175.
Pero Oaxaca no se reduce a la alfarería. De los telares de pedales brotan diseños que enamoran a primera vista, ya en manteles, tapetes o centros de mesa. En varias tiendas es posible visitar el taller y admirar la actividad.
Mejor aún contar con tiempo y creatividad para encargar un diseño propio al tejedor, así el tapete de casa será único. En la capital oaxaqueña se encuentran en la calle Macedonio Alcalá, que corre de la catedral al Centro Cultural Santo Domingo. En Huatulco, en la calle Macuitle, del pueblo de La Crucecita.
Santa Fe de la Laguna: Alfarería
Apenas 40 kilómetros al norte de Santa Clara, en la orilla del lago de Pátzcuaro, se localiza este poblado cuya vida se centra en el trabajo del barro. Desde cerámica utilitaria y económica hasta vajillas finas muestran el trabajo de su gente.
En el pequeño zócalo del pueblo, una turba de niños lo guían a uno por una módica propina a las casas de los alfareros, que funcionan como sala de ventas y taller.
La fundación American Express promueve el trabajo con pigmentos libres de plomo, los artesanos hoy tienen contacto con materiales no tóxicos, lo cual añade una mayor plusvalía a sus obras.
Paracho: Laudería
Hay poco qué decir que no haya sido escrito sobre este pueblo, famoso por sus talleres de laudería, esto es, carpintería muy fina especializada en instrumentos musicales de cuerda, pues aunque las guitarras son quizá el producto que más fama ha dado al pueblo, violines, contrabajos y otros instrumentos también pueden ser adquiridos a buen precio en este lugar que se encuentra a 30 kilómetros al norte de Uruapan.
Morelia: Todos juntos
En la capital del estado se encuentra la Casa de las Artesanías. La dirección no podía ser más atinada: la esquina de las calles Vasco de Quiroga y Bartolomé de las Casas (dos grandes protectores de las artes indígenas), en pleno centro histórico. Ahí se congrega la producción de distintos pueblos michoacanos que venden directo del productor al consumidor, y se puede conseguir desde una peineta hasta un comedor completo. Para juguetes mexicanos, De la calle Real (delacallereal.com), además de su tienda de dulces tradicionales, tiene una sección dedicada a soldados de madera, muñecas, trenecitos, sonajas y artículos para niños y coleccionistas. Todo elaborado por artesanos de Quiroga, un pueblo dedicado al trabajo en madera, a sólo 20 minutos de Morelia.
Santa Clara del Cobre: Fundición
A 60 kilómetros al suroeste de Morelia se encuentra el pueblo. Aquí, a pesar de que la producción de cobre en las minas locales decayó hace años, sus pobladores elaboran desde pequeñas piezas decorativas, teteras, platos y hasta tinas de baño, todas construidas de una sola pieza, sin soldaduras o añadidos.
Al caminar por sus calles, el sonido de los marros golpeando las placas de cobre es música que recuerda tiempos pasados que aún persisten.
En la calle principal, además de hallar una buena cantidad de talleres y puntos de venta, se encuentra el Museo del Cobre, ahí se pueden apreciar piezas de los artesanos locales que han ganado el Premio Nacional de Artes y Tradiciones Populares.
Santa María del Río: Rebozo
Pieza esencial del atuendo mexicano desde tiempos ancestrales. Hay económicos, para uso diario, o para cargar a los bebés, pero hay una variedad, que enorgullece a la tejedora y quien lo luce en su espalda. Son elaborados con hilos de seda, tan delgados que un rebozo completo puede ser enrollado de manera tan fina que pasa dentro de un anillo.
Santa María del Río está a 50 kilómetros al sur de San Luis Potosí. Es un paseo por calles empedradas para llegar a los talleres que funcionan como sala de venta.
Una chalina puede costar entre 800 y mil 200 pesos, uno de seda oscila entre 4 mil 500 a los 6 mil pesos, según el diseño elegido.
Puebla: Talavera
Es fácil encontrar el sitio para comprar artesanías. Se trata del mercado de El Parián, contiguo al Barrio del Artista, en las calles 2 Oriente y 6 Norte. Los sábados la oferta se alarga hasta el bohemio Callejón del Sapo.
Lo más significativo es la talavera, una forma del trabajo en cerámica que llegó de Europa en tiempos de la Nueva España.
Su colorido y el esmalte es único, aunado a la usanza churrigueresca que intenta no dejar un espacio vacío. Encontrará vajillas, jarrones, portarretratos y accesorios para la casa a buen precio.
Colotlán: Talabartería
Es una idea muy difundida que el curtido y trabajo de las pieles llegó a México con los españoles y sus sillas de montar, pero las culturas mesoamericanas ya trabajaban las pieles de venados, cabras y ocelotes desde tiempos lejanos.
En la Colonia los utensilios se fabricaron con los animales recién llegados al continente: vacas, ovejas y cerdos.
Desde el Siglo 19 el trabajo en piel ayudó a forjar la identidad de lo que sería el charro mexicano, por lo cual, no es coincidencia que Colotlán, Jalisco, tenga un impactante número de talleres de talabartería. Sillas de montar, sandalias, zapatos, cinturones y finos bolsos se manufacturan en esa población que se localiza en un rincón del estado, a 230 kilómetros al norte de la capital estatal o más fácil, a 80 kilómetros al sur de la ciudad de Jerez, Zacatecas.
Tlaquepaque: Cerámica
Hace cuatro décadas era un pueblo a las afueras de Guadalajara, hoy es un barrio al sur de la ciudad tapatía.
La calle Independencia, que es peatonal, es el alma de este pueblo. Restaurantes típicos y una gran variedad de galerías ofrecen objetos muy antojables para decorar la casa: desde muy económicos pero bellos petates y lámparas de papel amate, hasta vajillas elaboradas por artesanos locales.
Hay piezas decorativas de cerámica de alta temperatura y rakú que alcanzan precios de colección.
En la misma calle está el Museo Regional de la Cerámica, con la historia del desarrollo de esta disciplina en la región, incluso algunos artesanos inician en los niños la sensibilidad por la alfarería al acercarlos al torno para que ellos forjen una pequeña pieza que podrán llevar, sin hornear, a casa.
Para llegar sólo hay que salir del centro de Guadalajara y tomar la avenida Revolución poniente. En alojamiento, Tlaquepaque tiene pequeños hoteles boutique y bed and breakfast con arquitectura, decoración y tarifas muy atractivas.