"Suena el acordeón"
MAZATLÁN._ Celso Piña dice que su corazón es el acordeón y la noche del sábado se lo entregó a los mazatlecos que se reunieron alrededor de los máximos símbolos de los patasaladas, El venadito y Olas Altas.
La gente fue llegando poco a poco, faltando 10 minutos para las 20:00 horas, la calle se veía medio sola, a la hora en punto se llenó la parte de abajo del templete y cuando el concierto estaba en su apogeo la marea de cabezas llegaba más alla del edificio de los juzgados.
El carismático músico originario de Monterrey, que le ha dado la vuelta al mundo en sus exitosas giras por Europa, norte de África, Asia, Estados Unidos, y Sudamérica, no deja cuerpo sin mover. Su música es tan contagiosa como la varicela, no hay quien quede inmune a su "virulento" síntoma de mover los pies y la cadera.
La gente fue a conocer a Celso, el famoso que hizo bailar al colombiano Gabriel García Márquez, que dijo alguna vez que era uno de los musicos que más le gustaban.
Pero el mayor imán que atrajo a la multitud fue la ilusión de bailar sobre el pavimento del tradicional paseo mazatleco, que se convirtió en una pista para mover las caderas, sacarle brillo a las suelas y dejar que los hombros se liberaran.
Celso Piña y su Ronda Bogotá consiguieron que el Carnaval se adelantara dos meses y comprobó que no sólo de banda regional viven los mazatlecos, pues la cumbia pega hondo en los corazones de los porteños, pero sobre todo en los pies, que inevitablemente se mueven al ritmo que el acordeón dicto desde el foro.
Dice Celso que es curioso el por qué a los regiomontanos les gusta un género de música que nació en Colombia, tan lejos del noreste de México.
El músico dice que el acordeón que se usa en el vallenato y la cumbia también es básico para la música norteña que se toca en Monterrey y que la familiiaridad con el sonido de ese instrumento permitió que en los años 60 del siglo pasado, en la periferia de la capital de Nuevo León, se popularizara la cumbia y el ballenato.
Celso no ha perdido sus raíces, se sigue comportando con la transparencia y la sinceridad de los de su barrio del Cerro de la Campana, el lugar donde nació, jugó y donde sigue conviviendo con los vecinos, sus amigos de toda la vida.
Su fortaleza está en sus raíces y está conciente que ese tesoro no lo puede perder, lo resguarda de los encontronazos con la fama, con el éxito.
Muchos oídos porteños sienten y conocen la música de Celso Piña. Cuando anunció en el concierto la Cumbia de la vida un grito emocionado salió de las gargantas de muchos de los que ahí se reunieron.
Lo mismo sucedió con El son de las heridas, El ausente, Yolanda y sobre todo con Cumbia del río.
Aunque no sea conmigo es una fusión entre cumbia suave y bolero, con esa canción hizo una colaboración con Café Tacuba. Al público le salió su lado "masoquista".
El gusto de sufrir por un amor que se fue está profundamente enraizado en la idiosincracia del latino, por eso el estribillo de la canción: "Puedes jurar que al que te quiere lo bendigo, quiero que seas feliz... aunque no sea conmigo", fue coreado por miles.
El concierto se alargó durante hora y media, tiempo en el que Celso Piña fue desgranando las canciones de su disco Aquí presente: El son de las heridas, Cumbia sampuesana, Cumbia de la paz, Cumbia poder, Como el viento. También interpretó a ritmo de cumbia Macondo, Comandante "Che" Guevara, Yolanda, Mar azul, A caballo, entre otras.
La multitud danzó con sabrozura, parecía que entrenaban para el Carnaval, la alegría se delataba en la sonrisa dibujada en los rostros y en el movimiento rítmico de la masa humana que hizo suya la cumbia y la bachata fusionada con ritmos y se entregaron al corazón-acordeón de Celso Piña que latió cálido, acompañado por el sonido y el ritmo de las olas reventando en la playa mazatleca.