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Columna

De los gritos a la paciencia

EDUCACIÓN EN LA FAMILIA
09/02/2023 11:46

    Si de lo que se trata es de educar a los hijos resulta que el cerebro del niño no aprende cuando le gritan de modo que no tiene sentido ir por ahí fastidiando lo que pueden ser buenos momentos muy aprovechados. Igual que no tiene más razón quien más alza la voz, tampoco conseguirá mejores resultados el que grita sino todo lo contrario.

    Los gritos pueden tener dos orígenes: perdemos la paciencia o pensamos que nos da autoridad y se necesita para disciplinar, cualquiera que sea la causa ninguna sirve para lo que se pretende pero si para todo lo contrario crea un ambiente tenso que no ayuda, malos recuerdos, y desperdicia oportunidades.

    Los gritos bloquean al cerebro, algo así como quedar en shock, los gritos son como lanzas, como dardos envenenados, no reacciona ante ellos porque aprende la lección, reacciona porque le duele y porque tiene miedo porque lo acaban de herir y no quiere otra vez, pero no aprende su cerebro se bloqueó.

    Y va para niños y adultos el cerebro aprende mejor en un entorno de seguridad y protección, es más aprendemos mejor y más rápido jugando, en un entorno amigable y relajado donde primero está el respeto frente a los gritos.

    Ante los gritos se activa la emoción del miedo, y el miedo bloquea una partecita del cerebro que se llama amígdala (regula las emociones) esto impide el paso de la nueva información, cuando detecta peligro la respuesta es alejarse de la amenaza, algo como activar un “modo supervivencia” como si desplegara un escudo para protegerse de los gritos. La amígdala es responsable de activar la vigilancia o sentido común en nosotros y dar la orden de huida en caso de peligro.

    Entre otras cosas los gritos generan recuerdos negativos en la memoria, la amígdala también se encarga de guardarlos y no queremos que su mochila del viaje que durará toda su vida les pese por esos recuerdos en lugar de que sean alegres y livianos.

    Y claro, no significa que no podamos gritar, lo podemos hacer como vía de escape a tu estrés, a tu angustia, como desahogo, pero no como arma educativa, no delante de los hijos, podemos gritar por la ventana o ir a la playa y gritar, libera de miedos, temores, enojos, de estrés acumulado muy bueno pero delante de los hijos respiremos hondo, contar hasta cien y cambiar el grito por algo más eficaz e instructivo.

    ¿Algo más, cómo qué? Existen muchos métodos educativos más positivos que benefician el aprendizaje, no como método de escape a nuestro estrés claro, pero si exigen compromiso y paciencia de parte de papá y mamá.

    Lo primero es enseñar a manejar sus emociones, si es capaz de hacerlo en cada situación, es un niño feliz, capaz de hacer frente a situaciones de estrés o conflicto, si educamos las emociones de los hijos es más fácil poner normas y límites.

    La técnica del sándwich consiste en exponer cualidades del hijo antes de pedirle cambio en su conducta, para terminar con palabras positivas de confianza para reforzar su autoestima.

    Para ganarse el respeto de los hijos no hace falta gritar de hecho se pierde basta la disciplina y la autoridad pero sin gritos que así es como se pierde, en cambio la empatía que les hará comprender porque se les pide lo que se les pide, sabrán leer en nuestras emociones y entenderán porque a veces podemos estar estresados y con los nervios en punta.

    Si construimos una base sólida de normas y límites hará que obedezcan sin necesidad de gritar ya que tendrán claro lo que NO pueden hacer por ningún motivo. Al final la mejor forma de que aprendan lo que deben hacer y lo que no es jugando y con cosas disparatadas y divertidas, con cancioncitas que inventemos, hay muchos cuentitos con historias sobre diferentes virtudes o valores, si había hace 50 años que mis hijas estaban chicas más habrá hoy, los libros chiquitos con cuentos ayuda a que capten.

    Pero también es importante que los padres aprendan a reflexionar no después de los gritos en que se nos salen frases de las que luego nos arrepentimos por el daño que causan y sintiéndose fatal. Mejor antes de que salga el grito pensar tres preguntitas ¿Qué estoy haciendo? ¿Para qué? ¿Qué resultados quiero? ¿Cuáles voy a tener?

    Hay muchas situaciones diarias en alguna darnos el tiempo de pensar en ellos y analizar lo que de verdad logramos cuando gritamos a un niño, cual es el propósito Y lo que queremos lograr con nuestras acciones, y es que reflexionar nos hace pensar con verdadero raciocinio y con mucha más mesura algo que nos puede resultar muy útil a la hora de educar sabiamente a los más pequeños de la casa.