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EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

José Guadalupe Posada Aguilar

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

    La muerte, oculto misterio, penetrando en un mundo desconocido, después de esta vida, para algunos algo irreal y para otros, el lugar donde se habitará después del paso por este mundo.

    En la cultura heredada de nuestros ancestros, entre los cuales existe una tradición, que viene desde las épocas anteriores a la llegada de los colonizadores europeos, adentrándose en los tiempos inmemorables, para posteriormente unirse a otra singular herencia llegada desde lejanas tierras, originando en el credo cristiano, injertados ambos en una singular visión de la trascendencia, de una vida que continuara más allá de la presente vida.

    La fe cristiana implantada por la labor evangelizadora y las creencias precolombinas convergen en varios puntos, conduciendo a una sorprendente visión en varios aspectos y resultando equivalentes en varios sentidos

    El tema de la otra vida, así llamado, en la realidad es una sola vida en continuidad, culminando con el resultado merecido por las obras buenas o las no tan buenas aquí realizadas, alcanzado según el mérito o demérito de lo realizado.

    José Guadalupe Posada, en los inicios del pasado siglo originalmente trataba de representar un irreal mundo lleno de la falacia humana con la pretensión de aparentar una inexistente realidad sumergida en delirios de falsa pretensión.

    La vanidad, la soberbia atribuidas a las obras realizadas en nuestros actos, son satirizados, representando la falacia de unos actos y posturas pretendiendo alcanzar una imagen que finalmente aquí se queda, sin lograr el lugar que finalmente sería el auténtico en la realidad.

    La vanagloria y la falacia son ilustradas en una imagen cadavérica, mostrando el vació existencial, que se pretende llenar con vanidades venidas de otros lugares, generalmente europeas, olvidando y despreciando la propia cultura y la valoración de la propia realidad para adoptar una cultura que no es la propia.

    Originario de Aguascalientes, nació el 2 de febrero de 1852 y a los 16 años, después de superar la oposición paterna, inició su carrera en el arte litográfico en un taller de quien sería su maestro; Trinidad Ocampo. Él lo guió en este oficio el cual lo llevó a incursionar en el diario El Jicote, ilustrando desastres e imágenes misteriosas, para continuar en lo que sería su perenne legado.

    La imagen salida de su ingenio y lo inmortalizaría, fue la calavera de una mujer, ataviada con adornos de la moda europea, a la cual llamó “La calavera garbancera”, una sátira a los nuevos ricos, quienes pretendían un abolengo, olvidándose de sus orígenes.

    Octavio Paz, en su obra, El laberinto de la soledad, rebautizó ese título con el que sería conocido en la posteridad, como el de La catrina.

    Esta obra icónica de José Guadalupe Posada tuvo sin duda influencia en los grandes muralistas como José Clemente Orozco, Francisco Díaz de León, David Alfaro Siqueiros y el mismo Diego de Rivera, entre otros.

    Al final de sus días, José Guadalupe Posada, el pintor del pueblo, murió sumido en la pobreza, tal como había sido su origen, un 20 de enero de 1913 y sus restos fueron depositados en una fosa común.

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