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Columna

La isla del fin del mundo

EL OCTAVO DÍA
13/02/2022 09:33

    Tendría 6 años cuando vi esta película en la matiné del cine Reforma. Me impresionó mucho, pero antes de eso, el título me dejó reflexionando varios días... La isla del fin del mundo. ¿Tiene fin del mundo? ¿No es eso un asunto del tiempo y no de la geografía?

    Si la Tierra es redonda, aunque uno llegue a un lugar despoblado, avanzando un poco más se llega a otro sitio, a menos que sea plana. ¿Habrán pensado en estos detalles tempo-espaciales los realizadores? ¿Qué no el fin del mundo era una cosa apocalíptica, total, y no situada en una isla? De hecho en los años 70 se decía con preocupación que el cine moderno trataba de puras catástrofes. Infierno en la torre, King Kong, Terremoto, Aeropuerto 77, hasta Santo contra los Invasores del Espacio, hizo su aportación.

    Algunos todólogos de opinión querían encontrar en esas películas, hechas sólo para sacar dinero en un momento en que los efectos especiales habían mejorado notablemente, un simbolismo ligado al libro bíblico del Apocalipsis, escrito y descrito por Juan el Teólogo en la Isla de Pathmos.

    Y digo que fueron varios días porque en aquel tiempo el cine tenía más misterio.

    Uno iba a la matiné y al salir ya habían puesto en los anuncios del vestíbulo cuál era el programa de la siguiente semana por el que pagaríamos 5 pesos, así que generalmente aparecían el cartel de la película estelar y, si la segunda no tenía cartel, lo cual era regla, simplemente ponían una cartulina con el nombre escrito y sin ninguna pista de lo qué trataba la película. Faltaba años luz para el instantáneo código QR o las latosas páginas de los cines que no pueden dar información sin ensartarnos publicidad una encuesta engañosa.

    Ese fue el caso de La isla del fin del mundo, una divertida película de exploradores basada en un género único desaparecido: el cine de Matinée.

    Aún recuerdo las largas filas en toda la avenida Aquiles Serdán los sábados por la mañana. Yo iba con mis dos amigos del barrio de la nevería que eran mayores que yo por unos pocos años, Lencho y Rafael Magaña.

    Éste último hacia cinitos en su casa poniendo velas tras una tela, montada en una jaba, y usando las figuras de cerámica que adornaban la sala de su mamá, fueran elefantes, ratoncitos y hasta una pantera de hule espuma. Rafael, que era productor y narrador en vivo de esos performances, llegó a ser un excelente camarógrafo en la televisión local.

    El cine de Matinee fue una manera de poder ver las películas llamadas de segunda corrida o clase B. Ahí era posible ver lo mismo una película infantil del año pasado o alguna película hecha en los 50 ó 60, pensada para un público adulto poco exigente. Los niños de hoy no irían a ver con tanto gusto “películas recicladas”, literalmente sacadas del bote de la basura.

    Sería a principios de los 80 cuando Steven Spielberg con la saga de Indiana Jones empezó a retomar ese cine llamado de matineé, palabra que en francés significa “mañana”.

    Hoy los cines empiezan sus funciones más temprano los domingos, pero el género y la emoción de ir puros niños solos sin control ya no se va a repetir. Muchos de ellos eran muy humildes que no podían ir de noche al cine porque tenían padres que trabajaban duramente y no era posible darse el lujo de ir cada semana a las salas cinematográficas como es hoy costumbre. Incluso ellos mismos lo hacían y trabajaban para ayudar a sus familias o darse sus propios y pequeños lujos. La mayoría no tenía televisión en su casa y este era el gran momento de la imaginación, de la reunión con sus contemporáneos, de poder gritar a gusto y lanzar las palomitas de maíz para verlas reflejadas en la pantalla de plata de los sueños.

    Juan José Rodríguez

    Si la Tierra es redonda, aunque uno llegue a un lugar despoblado, avanzando un poco más se llega a otro sitio, a menos que sea plana. ¿Habrán pensado en estos detalles tempo-espaciales los realizadores? ¿Qué no el fin del mundo era una cosa apocalíptica, total, y no situada en una isla?