Aunque en el papel México tendría un argumento más que contundente para exigir la renegociación del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte: la obstinación de Estados Unidos en subsidiar a sus productores, en la práctica el efecto boomerang sería letal.
De acuerdo a las reglas establecidas en la negociación del acuerdo mercantil, replantear una parte del esquema implicaría la revisión de éste en su conjunto, dado el supuesto equilibrio con que se colocaron las piezas del rompecabezas.
Bajo ese prisma, mientras los demócratas exigirían mayor rigor para garantizar los acuerdos complementarios o suplementarios en materia laboral y del medio ambiente, los republicanos nos atenazarían en el punto más sensible para su causa: la migración.
Como recordará usted, el presidente del país del norte, George Bush padre, vendió en su momento el pacto comercial bajo el argumento de atenuar el flujo migratorio por parte de México, en el supuesto de que el país crearía sus propios empleos.
El alegato sirvió de plataforma para implantar el llamado fast track para la aprobación de los compromisos, es decir integrar el conjunto a un solo sí o no, en lugar de modificar una por una las leyes secundarias.
El problema, lo recordará usted, es que en el último jalón del proceso los demócratas regresaron a la Casa Blanca, lo que implicó, a querer o no, una nueva negociación.
El estira y afloja se agotó al aceptar México la posibilidad de acuerdos denominados complementarios o suplementarios en materia laboral y del medio ambiente, en cuyo marco se le otorgaban a Estados Unidos y Canadá facultades para intervenir en asuntos internos de las materias que afectaran sus intereses.
De hecho, en el escenario se integró un banco trinacional para apoyo de proyectos en materia ambiental, y una comisión binacional que hasta hoy no ha logrado batear de hit.
El caso es que durante la convención del Partido Demócrata celebrada en noviembre pasado, a cuya vera se abrió la convocatoria para elecciones primarias, éste planteó la revancha, al debatir el supuesto incumplimiento de México en uno y otro capítulos.
La conclusión, integrada al proyecto de gobierno en caso de recuperar la Casa Blanca, hablaba de solicitar la renegociación del TLCAN.
Si México se adelantara, pues, le estaría poniendo a los demócratas en bandeja de plata la cabeza del país... para regocijo del ala más reaccionaria de los republicanos.
El caso es que sí al inicio del acuerdo mercantil nuestro país mantenía un déficit de 5 mil millones de dólares en la balanza comercial bilateral, a partir del arranque de éste se llegó a un superávit permanente... en contraste con la abrumadora mayoría de tratados mercantiles firmados.
Y aunque la dependencia de nuestros exportaciones al país del norte descendió entre el año 2000 y 2006 de 90.1 al 86.78 por ciento, por más que éstas llegaron a 66 mil 267 millones de dólares, el nivel está aún muy lejos de la diversificación anhelada.
El problema es que en los 14 años que lleva de vigencia el acuerdo mercantil, México no supo, no quiso o no pudo sentar la plataforma para enfrentar lo que venía, por más advertencias de los sectores productivos del país.
De entrada, el gobierno no previó la consolidación de los mecanismos de protección que permiten las reglas de juego, digamos barreras fitosanitarias o salvaguardas, es decir la posibilidad de cierre temporal de la frontera cuando se ponga en peligro una rama productiva.
En el camino, mientras las industrias textil y del vestido perdieron miles de empleos, desaparecieron al menos dos sectores: herramientas (¿se acuerda usted de Campos Hermanos?) y juguetes.
Más allá, al gobierno zedillista le temblaron las piernas para exigir de su contraparte el cumplimiento del compromiso de apertura total en materia de transporte terrestre de carga y pasajeros, supeditando el asunto a la buena voluntad de la Casa Blanca.
Y si le seguimos, tampoco hubo voluntad política para pelear frente a las múltiples restricciones a la inversión extranjera que mantiene el país del norte, con énfasis en telecomunicaciones.
Más aún, tampoco se planteó una estrategia para alcanzar la meta primaria de promover mayor valor agregado a la región para generar más empleos y mayor riqueza, vía las reglas de origen, es decir un mínimo de contenido trinacional en las exportaciones.
Y aunque el flujo de exportaciones se ha incrementado a niveles de escándalo, la mayor parte de ellas nace a su vez de importaciones a las que se les da cierto valor agregado.
Compramos, pues, para vender.
Nuestro país, así, se metió solito al callejón, con un boleto de salida demasiado costoso.
Lástima.
Balance general
A la callada, a finales del año pasado el gobierno publicó en el Diario Oficial las nuevas reglas para el Programa de Apoyo al Primer Empleo que plantean el borrón y cuenta nueva ante el escandaloso fracaso inicial. Estas entran en escena el 15 de enero.
Como recordará usted, la posibilidad de subsidiar la cuota patronal durante un año para quienes contrataran trabajadores de primer ingreso en nómina tenía tal cantidad de asegunes, que sólo unos cuantos le entraron al ruedo.
De entrada, el beneficio operaba sólo cuando el contrato tuviera nueve meses de abierta en la plaza.
El borrón y cuenta nueva habla de replantear la estrategia de promoción, vía la Secretaría del Trabajo.
El fondo inicial para apuntalar el esquema era de 3 mil millones de pesos.
Kramer contra Kramer
En lo que constituyó un madruguete para el resto de las cadenas, ayer, con la presencia del secretario de Economía, Eduardo Sojo, Wal Mart arrancó el anunciado programa de ofertas para paliar la cuesta de enero y de pasadita la de febrero.
El resto se incorpora la semana próxima.
El caso es que el sustento del programa, a decir de los proveedores, consiste en exigirles rebajas que oscilan entre el 5 y el 25 por ciento de sus precios, sin que los establecimientos mercantiles sacrifiquen un ápice de sus márgenes.
Caravana, pues, con sombrero ajeno.
Otra de Gigante
Aunque el último round está aún por dirimirse, el Sexto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito le negó por segunda ocasión un amparo al ex propietario de los Almacenes Blanco, Estanislao Blanco Caldevilla, frente a una resolución que le da la razón a la cadena de tiendas Gigante en un largo litigio.
El eje de éste es la entrega de un depósito de garantía por 150 millones de pesos frente a la posibilidad de vicios ocultos al realizarse la venta de los almacenes a la cadena, en 1996.
De acuerdo a ésta el remanente quedó en 27 millones 543 mil 404 pesos, por más que a juicio de Blanco no comprobó fehacientemente el gasto del resto.
Ante la negativa del vendedor de recibir el monto, Gigante lo invirtió en un billete de depósito de Nacional Financiera, con lo que eludió la posibilidad del pago de interés pactado en dos veces la tasa Cetes a 28 días.
Chinos y canadienses
A la callada, la empresa china Jinchuam Group le acaba de comprar a la canadiense Tyler Resources, con sede central en Calgary, la mina de Bahuerachi, ubicada en Chihuahua.
Los canadienses le habían comprado ésta al grupo Peñoles hace cuatro años.
La operación se pactó en 214 millones de dólares.
La mina permite la explotación de cobre y níquel.
La transación se cruzó en la Bolsa de Valores de Canadá.
Como el chinito, pues, México se quedó milando.
albertobach@yahoo.com.mx;barrancoalberto@prodigy.net.mx