Lo más valioso que aprendí cuando aprendí hablar de nuevo

    “No me juzgues por mis éxitos, júzgame por todas las veces que caí y me levanté”.
    Nelson Mandela
    Aunque hay cierta controversia sobre dónde se originó el término que hoy conocemos popularmente como resiliencia (e incluso sobre lo que realmente implica ser resiliente), en términos generales podemos decir que la resiliencia no es más que la capacidad de una persona para adaptarse a las circunstancias y superarlas, por más retadoras que sean. Esta definición se compone del concepto mecánico de la propiedad de un resorte: el poder de un objeto de regresar a su forma original tras haber sido sometido a mucha presión

    Imagina que en tu propio país no tienes un lugar, que el hecho de que desees estudiar una carrera se vuelve un acto polémico, que la misma ley te considere inferior, que pronunciarte contra estas injusticias te lleve a pasar 27 años en prisión... y que al salir te conviertas en uno de los líderes más conocidos y queridos de la historia.

    Ese fue el caso de Nelson Mandela. Cuando fue condenado a cadena perpetua, Mandela entendió ciertas cosas que lo ayudarían a sobrevivir el cautiverio: que los guardias no eran sus enemigos, cuya misión era más grande que su encarcelamiento, y que otros presos como él merecían un trato digno. Entonces, creó una pequeña comunidad dentro de la prisión, educó a muchas personas ahí y logró continuar esparciendo su mensaje fuera de la cárcel. El resto es historia. Literalmente. La vida de Mandela cae a cuento porque creo que es uno de los ejemplos más contundentes de resiliencia que podemos apreciar en la historia de la humanidad.

    Aunque hay cierta controversia sobre dónde se originó el término que hoy conocemos popularmente como resiliencia (e incluso sobre lo que realmente implica ser resiliente), en términos generales podemos decir que la resiliencia no es más que la capacidad de una persona para adaptarse a las circunstancias y superarlas, por más retadoras que sean. Esta definición se compone del concepto mecánico de la propiedad de un resorte: el poder de un objeto de regresar a su forma original tras haber sido sometido a mucha presión.

    Mandela y otros personajes personifican esta habilidad en circunstancias extremas, pero todos podemos desarrollarla. Hace tiempo compartí que una mañana desperté con disartria, un problema neuromotriz que afecta mi capacidad de controlar los músculos involucrados en el habla y deglución. Luego descubriría que esto es consecuencia de la miastenia gravis, una enfermedad que debilita algunos músculos del cuerpo, y que además es un padecimiento crónico. A partir de ahí, comer y hablar se convirtieron en retos enormes. Como alguien que usa la palabra para trabajar, esta situación resultó devastadora. La cantidad de compromisos cancelados y la incertidumbre sobre la progresión de la enfermedad crearon un estado de ansiedad. “¿Qué voy a hacer? ¿Mi carrera profesional terminará antes de lo planeado?” Tenía dos opciones: concederle atención desmedida a la enfermedad, o concederme la oportunidad de rehabilitarme.

    Estuve entonces pensando que a veces nuestras empresas y proyectos parecieran personas. Se conciben, las criamos con amor y, aunque se nos parta el corazón, a veces se enferman. Puede que sea un resfriado, dos semanas incómodas y adelante. O puede ser algo más complicado, y resulta que sortear a esas crisis se convierte en tarea de verdaderos valientes.

    ¿Cómo hacer
    frente al problema?

    Mi problema se enfrenta con rehabilitación. Hay una serie de ejercicios que debo hacer diariamente, pero también debo incorporar el descanso. Si trabajo mis músculos demasiado, termino teniendo mayor dificultad para usarlos después. Y no hablo solo de detener mis ejercicios, hablo de descansar de mi trabajo, de mis obligaciones, de mi mente que se la pasa dando vueltas.

    Descansar mientras pienso en todo lo que aún me falta por mejorar en cuestión de salud es sumamente difícil, pero la psicología positiva nos asegura que es necesario. Uno de los principales enemigos de la resiliencia es la falta de descanso. Entre más oportunidad le dé a mi cuerpo y a mi mente de descansar, mejor podré trabajar, tanto en mi rehabilitación como en mi profesión o negocio. Y, a cambio, mi resiliencia aumenta.

    De igual forma, es importante que una empresa adopte medidas que la hagan más resiliente, es decir, que la preparen para enfrentar algún problema que pueda aparecer. La realidad es que los imprevistos llegan sin que los esperemos, pero podemos asegurarnos de estar en mejores condiciones al momento de que lleguen. ¿Cómo?

    · Analiza el pasado y el presente. Pregúntate qué ha pasado y lo que eso significa para tu empresa. ¿Algún eslabón en tu cadena de suministros está siendo afectado? ¿Algún tipo de cliente te cuesta más de lo que te da? ¿Hay algún proceso que pueda ser más eficiente? ¿El clima laboral ha propiciado un incremento de la rotación de personal? ¿Algún problema dentro de la familia podría afectar el funcionamiento del negocio? Aprende todo lo que puedas sobre tu empresa y factores externos que le afecten para aprender de errores y replicar lo que funciona.

    · Anticipa el futuro. No sabes qué viene, pero puedes analizar tendencias y plantear escenarios. ¿Viene algún cambio legal, fiscal, de competencia, en tu ciudad, familia o vida personal que pueda impactar al negocio? ¿Estás preparado para enfrentarlo? No se trata de abrumarse con la posibilidad de desastres, sino de entender que, inevitablemente, habrá que estar siempre preparado. Las empresas que son especialmente sensibles a las crisis económicas, como las del sector logístico, utilizan herramientas digitales y complejos sistemas de proyección para analizar el antes, el ahora y el mañana de su operación, y quizá son el benchmark en este ámbito. Toda proporción guardada, es necesario invertir tiempo en reunir y analizar información estratégica, y no dejarnos atrapar por el día a día, que no nos deja preocuparnos más que por lo inmediato. Recuerda que la información es poder... pero solo si la utilizas.

    · Recuerda, tu empresa está formada por personas. Personas agotadas y desmotivadas no podrán enfrentar un reto si se presenta; quizás ni siquiera el día a día de la empresa. Pequeños descansos durante la jornada laboral, durante la semana y más veces durante el año son esenciales para fortalecer a tus colaboradores y, por supuesto, a tu negocio. Además, procesos más eficientes permiten que las personas dediquen tiempo a tareas que aporten un mayor valor a la empresa y a su sentido de pertenencia y aportación.

    · No te dejes para el final. Si de manera cotidiana cargas más de lo que te corresponde, se te dificulta delegar y trabajas demás, sortear los golpes que enfrentes, como empresario y como ser humano, será cada vez más difícil. Cuídate. Descansa. Planea.

    Al final del día, todo se reduce a saber administrar el recurso más preciado: nuestra energía. Valora tu energía y las formas en que las repones en ti y en tu empresa y en tus colaboradores. Así podrás regresar de cualquier golpe. Nadie dice que es fácil, pero si el ser humano es capaz de sobrevivir a 27 años en prisión, creo genuinamente que no hemos conocido el límite de lo que podemos lograr si aprendemos a ser resilientes.

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