"Reflexiones ejecutivas"

"El México de las dos caras"
09/11/2015 08:34

    Óscar Fosados Arellano

     
    Hoy se extingue el primer mes del 2011, y con él las oportunidades de haber iniciado el nuevo año con el brío necesario para continuar nuestro camino de éxito durante el resto de los meses.
    Al parecer el mes de enero, con su pesada cuesta, no permitió el arranque generoso que todos esperábamos y que tanto deseábamos cuando finalizaba el 2010.
    Los buenos deseos y las magníficas intenciones no bastan cuando se está saliendo de un período complicado como lo fue la crisis de 2008, y cuya recuperación económica se ha montado en la caparazón de una tortuga, que además de lenta, parece vieja y enferma, lo que significa que nos estamos recuperando muy lentamente ante un incomprensible e injusto conformismo, o dejadez, de la mayoría de la población, que ya no sabe qué hacer para obtener ingresos suficientes, por lo menos para sobrevivir.
    Pero, así son las etapas después de las crisis, y así debemos aceptarlas, pero actuando con ganas y con empuje para alcanzar la estabilidad y el progreso en el menor tiempo posible; ya que lo que vemos es una ciudadanía que sabe que se encuentra en una problemática económica aún muy difícil, pero en la que se percibe mucha pasividad en cuanto a invertir, en cuanto a dar los pasos firmes y decisivos para realmente sintonizarnos todos en un impulso vigoroso que nos coloque en una situación de progreso constante.
    Ciertamente hay mexicanos trabajando duro para sacar al país adelante, pero no son suficientes, ya que se necesita de todos, o por lo menos de una mayoría, para que el esfuerzo sea más efectivo y parejo; porque lo que vemos actualmente es que la gente trabaja sólo para asegurar un ingreso y poder sobrevivir, sin importar si es poco, o no se hace ningún otro esfuerzo para superar los escollos que nos ha dejado la crisis.
    Una de las grandes debilidades del mexicano es su conformismo alimentado con un mínimo esfuerzo, así es que mientras se tenga qué comer, para que esforzarse más; y así se mantiene una actitud flaca que no inspira para más, aunque se la pasen quejándose y lamentando su precaria situación.
    Una crisis se genera por obsolescencias, errores, fallas, o desobediencias, de modo que para poder salir de una crisis se debe cambiar, y eso es lo que debemos hacer en estos momentos, pero parece que a los mexicanos no les interesa ser los generadores del cambio, sino más bien se acomodan tranquilamente a esperar que las cosas cambien por sí solas sin importar el tiempo que esto tome.
    Si queremos salir rápidamente de una crisis, todos debemos participar activamente, porque de otro modo lo que estamos provocando es que los periodos posteriores a la crisis se conviertan en nuevas crisis.
    A continuación les comparto un cuento que se llama "La Isla de las dos Caras" de Pedro Pablo Sacristán, el cual nos motiva a cambiar para lograr mejores situaciones.
    "La tribu de los mokokos vivía en el lado malo de la isla de las dos caras. Los dos lados, separados por un gran acantilado, eran como la noche y el día. El lado bueno estaba regado por ríos y lleno de árboles, flores, pájaros y comida fácil y abundante, mientras que en el lado malo, sin apenas agua ni plantas, se agolpaban las bestias feroces. Los mokokos tenían la desgracia de vivir allí desde siempre, sin que hubiera forma de cruzar. Su vida era dura y difícil: apenas tenían comida y bebida para todos y vivían siempre aterrorizados por las fieras, que periódicamente devoraban a alguno de los miembros de la tribu.
    La leyenda contaba que algunos de sus antepasados habían podido cruzar con la única ayuda de una pequeña pértiga (jabalina), pero hacía tantos años que no crecía un árbol lo suficientemente resistente como para fabricar una pértiga, que pocos mokokos creían que aquello fuera posible, y se habían acostumbrado a su difícil y resignada vida, pasando hambre y soñando con no acabar como cena de alguna bestia hambrienta.
    Pero quiso la naturaleza que precisamente junto al borde del acantilado que separaba las dos caras de la isla, creciera un árbol delgaducho pero fuerte con el que pudieron construir dos pértigas. La expectación fue enorme y no hubo dudas al elegir a los afortunados que podrían utilizarlas: el gran jefe y el hechicero.
    Pero cuando estos tuvieron la oportunidad de dar el salto, sintieron tanto miedo que no se atrevieron a hacerlo: pensaron que la pértiga podría quebrarse, o que no sería suficientemente larga, o que algo saldría mal durante el salto... y dieron tanta vida a aquellos pensamientos que su miedo les llevó a rendirse. Y cuando se vieron así, pensando que podrían ser objeto de burlas y comentarios, decidieron inventar viejas historias y leyendas de saltos fallidos e intentos fracasados de llegar al otro lado. Y tanto las contaron y las extendieron, que no había mokoko que no supiera de la imprudencia e insensatez que supondría tan siquiera intentar el salto. Y allí se quedaron las pértigas, disponibles para quien quisiera utilizarlas, pero abandonadas por todos, pues tomar una de aquellas pértigas se había convertido, a fuerza de repetirlo, en lo más impropio de un mokoko. Era una traición a los valores de sufrimiento y resistencia que tanto les distinguían.
    Pero en aquella tribu surgieron Naru y Ariki, un par de corazones jóvenes que deseaban en su interior una vida diferente y, animados por la fuerza de su amor, decidieron un día utilizar las pértigas. Nadie se lo impidió, pero todos trataron de desanimarlos, convenciéndolos con mil explicaciones de los peligros del salto.
    - ¿Y si fuera cierto lo que dicen? -se preguntaba el joven Naru. - No hagas caso ¿Por qué hablan tanto de un salto que nunca han hecho? Yo también tengo un poco de miedo, pero no parece tan difícil -respondía Ariki, siempre decidida. - Pero si sale mal, sería un final terrible -seguía Naru, indeciso. - Puede que el salto nos salga mal, y puede que no. Pero quedarnos para siempre en este lado de la isla nos saldrá mal seguro. ¿Conoces a alguien que no haya muerto devorado por las fieras o por el hambre? Ese también es un final terrible, aunque parezca que aún nos queda lejos.
    - Tienes razón, Ariki. Y si esperásemos mucho, igual no tendríamos las fuerzas para dar este salto... Lo haremos mañana mismo.
    Y al día siguiente, Naru y Ariki saltaron a la cara buena de la isla. Mientras recogían las pértigas, mientras tomaban carrerilla, mientras sentían el impulso, el miedo apenas les dejaba respirar. Cuando volaban por los aires, indefensos y sin apoyos, sentían que algo había salido mal y les esperaba una muerte segura. Pero cuando aterrizaron en el otro lado de la isla y se abrazaron felices y alborotados, pensaron que no había sido para tanto.
    Y mientras corrían a descubrir su nueva vida, pudieron escuchar a sus espaldas, como en un coro de voces apagadas:
    - Ha sido suerte. - Yo pensaba hacerlo mañana. - ¡Qué salto tan malo! Si no llega a ser por la pértiga...
    Y comprendieron por qué tan pocos saltaban, porque en la cara mala de la isla sólo se oían las voces resignadas de aquellas personas sin sueños, llenas de miedo y desesperanza, que no saltarían nunca..."
    Este cuento de alguna manera describe a lo que hoy ocurre en nuestro País, en el México de las dos caras. Cuánta verdad encierra este cuento, el cual nos debe hacer reflexionar para realmente dar esos pasos firmes y decisivos para cambiar y mejorar en todo de modo que logremos salir de la crisis y de cualquier problema personal, para abandonar la cara mala de México. Hay muchas clases de pértigas tiradas y desperdiciadas por todo México. El miedo y la mala costumbre de no esforzarnos, no nos permite siquiera distinguir dónde están esas pértigas para impulsarnos hacia la cara buena de la vida.
    Las pértigas son el estudio y los valores, la investigación y la ciencia, la calidad y la competitividad, el liderazgo y el trabajo en equipo, el respeto al cliente y el amor al trabajo, la confianza y la honradez, la superación y el desarrollo humano, el respeto al mundo que nos rodea y el amor al prójimo. A todo esto sumemos los recursos naturales de nuestro México, y su privilegiada situación geográfica.
    ¿Cuántos mokokos habitan nuestro País? ¿Cuántos mokokos tenemos en la política que por el miedo a perder su poder no se animan a realizar reformas, y a cambiar para tener una actitud real de servicio y de amor por los ciudadanos? ¿Cuántos mokokos hay en las empresas que por miedo a perder el empleo, no hablan para compartir sus ideas de mejora? ¿Cuántos directivos, gerentes, y jefes, son mokokos por el miedo a perder su autoridad, poder, y puesto?
    México no es como la Isla de las dos Caras, ya que México sólo tiene un lado hermoso que es todo el territorio nacional; pero, lo convertimos en una isla de dos caras cuando no nos atrevemos a cambiar para mejorar, ya sea por miedo o por la comodidad de dejar que otros sean los que realicen los cambios.
    Hemos convertido a México en una isla de dos caras cuando hemos permitido que exista un lado malo, al que hemos dejado crecer y proliferar, y del que sabemos es muy difícil salir, pero no imposible. Ahora más que nunca todos debemos unirnos para convertir esa cara mala en una cara buena, con nuestro buen comportamiento, respeto por las leyes, y amor al prójimo.
    La cara mala de la economía debemos eliminarla con nuestro trabajo de calidad, y con la confianza para invertir. Tenemos un país maravilloso y lo más importante, millones de mexicanos que sabemos hacer bien las cosas. Usemos nuestro talento, nuestro entusiasmo, nuestro ingenio, y nuestra alegría, para que México sea un país de una sola cara, la cara de la felicidad y del progreso.
    Necesitamos de muchos Narus y Arikis, para vencer el temor a emprender y realizar cambios. Necesitamos de esa gran fuerza que nos impulse a actuar sin miedo porque sabemos que lo único que hay en la cara buena de México es progreso, paz, tranquilidad, y prosperidad permanente.

    oscarfosados@yahoo.com.mx
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