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Columna

Un viaje anunciatorio

LETRAS DE MAQUÍO

    Quizá una de las experiencias más grandes que he tenido en mi vida de dirigente empresarial, fue el viaje que realicé hace un año a Nicaragua y Panamá en compañía de Jorge Chapa y José Luis Coindreau, presidentes de la CONCANACO y la COPARMEX en aquella época.

    En Nicaragua fuimos atendidos por los dirigentes del sector empresarial, encabezado por un extraordinario líder, Enrique Dreyfus. Al retornar de nuestra visita, solicitamos una entrevista con el presidente López Portillo para contarle lo que habíamos visto y oído: el sector empresarial de Nicaragua luchó contra Somoza, como un grupo patriota: además, la ciudad sufrió un terrible terremoto. Sin embargo no se desalentaron: rehicieron sus casas y negocios y ahora, sin abandonar su tierra, se enfrentan a un grupo de ideas marxistas que pretende acabar con ellos, con las libertades en Nicaragua. Le contamos al Presidente de nuestras entrevistas con algunos de los comandantes sandinistas y la Junta de Gobierno, la mayor parte de ellos muchachos inexpertos. Algunos habían entrado a la revolución para poder incendiar el rancho de un hacendado que era amante de su madre.

    Las pugnas entre los comandantes sandinistas por la hegemonía del poder son enormes y han tratado de asesinarse entre sí, según nos contó una reportera de Barricada, el diario oficial del gobierno. Narramos a nuestro Presidente la entrevista con algunos de los comandantes. Éste nos explicó sobre una empresa que el gobierno había tenido que cerrar por haber repartido utilidades a sus trabajadores, como si esto fuera malo. Le contestamos sorprendidos que en México esto lo teníamos que hacer por ley. En realidad los sandinistas no querían una medida social utilizada por los empresarios. Le informamos a nuestro mandatario que la economía nicaragüense estaba deshecha por las expropiaciones, que el hambre y el racionamiento de alimentos era evidente.

    Asimismo platicamos con Pedro Joaquín Chamorro, hijo del mártir nicaragüense, quien dirige el diario La Prensa. Él hace un periodismo honesto y también luchó contra Somoza. El diario ha sido cerrado varias veces por los sandinistas. Lo anterior significa que en Nicaragua no hay libertad de prensa.

    También le contamos de nuestra entrevista con Monseñor Ovando, Arzobispo de Managua, y con algunos otros miembros del clero, habiéndonos percatado de que eran acechados constantemente.

    Comentamos que, a petición nuestra, Sergio Ramírez, presidente de la Junta de Gobierno, había liberado a tres dirigentes empresariales. En Nicaragua es costumbre tener presos en calidad de rehenes a empresarios para amedrentar a los demás. En fin, le comunicamos al Presidente que la dirección seguida por el país era el comunismo y que la intervención cubana y soviética eran evidentes, así como la pérdida de libertades. El Presidente nos contestó que había que dejar que la revolución evolucionara y alcanzara sus cauces normales, y que mientras tanto, era conveniente dejar a ese país sin intromisión alguna de otras potencias, pues provocaría resultados indeseables.

    Pocos meses después supimos del encarcelamiento de algunos empresarios que habían sido nuestros anfitriones. El motivo fue haber publicado una carta abierta denunciando el rumbo hacia el marxismo-leninismo al que se dirigía el país. Esta adhesión al marxismo había sido aseverada por un comandante del Frente Sandinista en un discurso ante las Fuerzas Armadas, que cuentan con más de 100 mil soldados, tanques soviéticos y pertrechos de guerra que no debería poseer un país del tamaño de un estado pequeño de la República mexicana. Después de anunció que el Frente Sandinista invitaba a nuestro mandatario a asistir a ese país para condecorarlo.

    Mientras eso sucedía en Centroamérica, en México el peso estaba ostensiblemente sobrevaluado y la fuga de capitales era evidente. Mantener sobrevaluada nuestra moneda equivalía a dar un subsidio a aquellos que se fueran a pasear o a comprar en el exterior. Creo que los gobiernos tienen la obligación de no ser ingenuos ni pueden pensar que, si estimulan algo, esto no sucedería.

    El anuncio del viaje de nuestro mandatario a Nicaragua no ayudaba a la confianza que nuestro país requería. Siempre queremos ser farol de la calle aunque seamos oscuridad de nuestra casa. Me fui a ver al licenciado López Portillo. Desgraciadamente el día que me asignaron para la entrevista fue el mismo en que se tomó la decisión de retirar al Banco de México del mercado cambiario, provocando nuestra primera devaluación del año. Obviamente yo no lo sabía y horas después de mi visita se anunció esta decisión.

    Le dije al mandatario que yo aún ignoraba el peso de la carga que llevaba. Le conté lo que se escuchaba en la calle, que la gente estaba inquieta por su viaje a Nicaragua, sobre todo cuando se trataba de recibir una presea otorgada por gente tan desprestigiada como la mayoría de los comandantes sandinistas. Su reacción fue un tanto violenta y me preguntó: “¿Está usted diciendo, Clouthier, que los dólares están saliendo por mi viaje a Nicaragua?”; le dije que no precisamente (creo que los dólares salieron, como lo expliqué, por mantener el peso sobrevaluado), pero que era evidente que ese viaje no tranquilizaba las finanzas del país, a lo que me contestó: “Escuché mi discurso en Nicaragua y verá cómo éste será tranquilizador”. Sigo sin entender lo que quiso decir, aún después de haber escuchado el discurso.

    Lo único que se ganó con el viaje, según yo, fue la liberación de nuestros amigos los empresarios presos. Horas después de la entrevista, se anunció la primera devaluación de 1982.

    En mi siguiente artículo narraré el incidente de aumento salarial del 30, 20 y 10 por ciento que nos acabó de hundir.

    Miércoles 24 de noviembre 1982

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