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"Creencias y rezos: Otros tiempos, otros santos"

"Polémicos, considerados milagrosos, y hasta siniestros, han logrado reunir un gran número de seguidores"
07/11/2015 09:56

    "Cuando la cosa se pone fea no queda más que creer y rezar", afirma doña Juanita, mientras enciende una pequeña veladora de papel y la coloca en el altar dedicado a la Santa Muerte. "Mi niña me protege, pues después de Dios no hay nadie más chingón que ella", explica la mujer oriunda de Guanajuato.
    El culto que profesa doña Juanita es uno de los de mayor expansión en México: 5 millones de personas, según datos de la agrupación religiosa. Sin embargo, el creciente número de seguidores no ha logrado que la Niña Blanca sea reconocida por la Iglesia católica o que tenga el registro de la Secretaría de Gobernación.
    Contrario a eso, en días recientes los seguidores de la Santa Muerte protestaron por la demolición de sus templos en Nuevo Laredo, Tamaulipas, y en Tijuana, Baja California. Autoridades locales argumentaron que fue parte del combate al narcotráfico.
    Para David Romo, Arzobispo de la Iglesia Santa Católica Apostólica Tradicional Mex-EU, se trató de "un abierto acto de intolerancia religiosa (...) también es un acto de prepotencia".
    Hugo Valdemar Romero, portavoz de la Arquidiócesis de México, aclaró que la Iglesia católica no tuvo nada que ver con las demoliciones, y agregó que "no es ningún secreto que esa devoción (la "Santa Muerte") es identificada con el narcotráfico y la delincuencia organizada... esta denominación no sólo es supersticiosa sino diabólica".
    La polémica sobre la "santidad" no se limita sólo a la Flaca; incluye también a figuras como Jesús Malverde, conocido como el santo de los narcotraficantes, de quien también se destruyeron templos en el norte del país, a San Benito Juárez, San Pancho Villa y al Niño Fidencio. Más allá de las polémicas, ¿qué necesidades cubren estos llamados santos laicos? Veamos, primero, quiénes son:

    La Santa Muerte

    "La muerte es justa y pareja para todos pues todos vamos a morir", dicen los seguidores de la Niña Blanca, cuya primera aparición ocurrió en 1960 en Catemaco, Veracruz, cuando un hombre vio su imagen dibujada en las láminas de su choza y pidió que el sacerdote del lugar comprobara el hecho; sin embargo, esto no sucedió.
    El origen de la visión sagrada de la muerte remite, según antropólogos, a la época prehispánica, siendo la Flaca el resultado de un sincretismo que mezcla diversos elementos del México antiguo y el actual.
    La fe en la muerte como una entidad "santa" se acentuó de manera importante en Hidalgo en 1965. A partir de esa fecha, los seguidores de esta figura cadavérica se agruparon en los estados de Guerrero, Veracruz, Tamaulipas, Campeche, Morelos, Nuevo León, Chihuahua, el DF, además de Los Ángeles, California, Estados Unidos, en donde también se reparten 15 mil templos y capillas.
    Homero Aridjis comentó, a propósito de su libro La Santa Muerte: "Su propagación ahora se debe, tal vez, a la emergencia de los movimientos católicos mexicanistas, las modas esotéricas del new age, la música metálica, la confusión de valores, la violencia urbana, los temores apocalípticos, la desintegración familiar y el gobierno informal del crimen organizado".
    "Con orígenes similares, es el otro lado de la medalla, el lado siniestro de la Virgen de Guadalupe", consideró Aridjis. Tal vez en esto coincidan quienes creen que la Niña da cobijo sólo a los ladrones, drogadictos, reclusos, narcos y prostitutas. O los que ven en la Iglesia Santa Católica Apostólica Tradicional Mex-EU un negocio turbio.
    Sin embargo, es oportuno decir que a la Santa también le rezan personas que no "le hacen mal a nadie": amas de casa, estudiantes, enfermos, quienes ven en ella "la única posibilidad de remediar sus problemas" y para las que las similitudes con la misa católica no saltan de lo normal.
    Octavio Paz, en El laberinto de la soledad, dice que "la muerte nos seduce y nos venga de la vida". La Santa llega a hechizar a sus creyentes con su guadaña, su balanza, su reloj de arena, sus vestidos "que la hacen más bonita", afirma doña Juanita, quien como otros creyentes acude el primer día de cada mes al rosario en su honor para agradecer los "favorcitos".
    "La muerte mexicana es el espejo de la vida de los mexicanos", asegura Paz en su ensayo Todos santos, día de muertos... si esto es cierto ¿qué nos dice el espejo de la Niña Blanca?
    Bajo su manto lúgubre podemos encontrar personas acostumbradas, por la razón que guste el lector, a la delincuencia, a la violencia, a la impunidad, a la necesidad; también a la exclusión. Un ambiente sórdido que opaca a quienes acuden sólo por "no perder la fe". "Un extraño rincón para los excluidos", según doña Juanita.

    San Pancho Villa, el revolucionario milagroso

    Si Jesús Malverde se ganó el respeto por sus actos en beneficio de los pobres, Pancho Villa es el espíritu preferido por quienes sienten que las injusticias y los abusos los tienen limitados. Por lo menos eso deja entrever una de las oraciones que le dedican:
    "Oh, Gloriosísimo revolucionario San Pancho Villa, siervo fiel y defensor del pueblo, tú que fuiste encarcelado, herido, perseguido por soldados extranjeros, asesinado, robado y cortada tu cabeza; tú que con la bondad de tus hazañas, derrotando a los asesinos y traidores contrarrevolucionarios y castigando a los explotadores, hiciste poderosos y fieles a los pobres, nunca serás olvidado porque mucho se te quiere; por eso se te honra e invoca como incansable, combatiente y victorioso, santo patrón de los casos difíciles y desesperados".
    Pancho Villa es venerado en Coahuila, Durango, Nuevo León y Chihuahua, Chicago, Texas y Los Ángeles; se le pide de todo, especialmente justicia. El culto empezó entre 1950 y 1960. El origen de la fe en Villa se relaciona con la desaparición de su cuerpo, en Parral, Chihuahua, tras su muerte el 20 de julio de 1923.
    Existe un ritual importante entre los creyentes de Villa. Consiste en colocar en un altar dedicado a él una copa de tequila; entonces la persona enciende una vela y empieza a orar para pedir su milagro; si al abrir los ojos el tequila ha desaparecido el milagro será concedido. Creencia que choca con la investigación de Paco I. Taibo II que revela que a Villa no le gustaba beber.
    "Lo que se dice es que anda por aquí ayudando a la gente que se lo pide, que se salió de su tumba para ayudar", comentan algunas personas. Sin embargo, hay una versión de que el cuerpo del héroe se encuentra en Estados Unidos, en la Skull and Bones de Yale, debido a la profanación de su tumba por parte de militares mexicanos que vendieron su cabeza.
    Pese a las versiones sobre los restos del revolucionario, en el norte, en comunidades de Reynosa y Nuevo Laredo la fe en Villa rebasa incluso a la que se deposita en la Santa Muerte. "Se vende más su figura que la de la Santa", afirma una vieja vendedora de estampitas, veladoras, collares e inciensos de Reynosa.
    En el espíritu de Villa encontramos el espejo de un justiciero, quien protege y da fuerza a los sometidos, situación que desde hace años impera en las comunidades rurales de México. De ahí la confianza en el revolucionario. Incluso hay quienes acuden a la Escuela de Estudios Síquicos de Doroteo Arango (nombre real de Villa) o a centros espiritistas en donde se hacen limpias para "retomar fuerza de uno de los revolucionarios más queridos", afirma un creyente.

    San Benito Juárez

    En la comunidad de Santiago Yaitepec, Oaxaca, hay un espíritu que "está caminando y cada vez es más fuerte y poderoso, puede ayudar a la gente y hay que aprovecharlo", contó Valentina, la indígena que llama a Benito Juárez, al periodista José Gil Olmos para su libro Los brujos del poder. Según esta mujer, ella llegó a contactar al Benemérito de las Américas cuando comió hongos mientras estaba enferma. A partir de ese instante recibió consejos de uno de los personajes más importantes de la historia de México.
    Hasta el momento la aparición de Juárez, considerado un personaje herético, se ha dado sólo en el estado de Oaxaca y no existen capillas dedicadas a él fuera de la entidad.
    El contraste, sin embargo, es evidente, pues considerarlo "santo" choca con su legado como promotor del Estado laico.

    Niño Fidencio

    José Fidencio Constantino Síntora sobrevivió en la antigua estación ferrocarrilera de Espinazo, pequeña comunidad a 120 kilómetros de Monterrey. Años después poco más de 300 mil personas acuden cada 17 de octubre a rezarle. ¿Por qué? Por tratarse de un ser sagrado que "atiende a aquellos que el sistema de salud no contempla", asegura uno de los feligreses, de nombre Juan Carlos.
    Casos de cáncer, lepra, cataratas, ceguera fueron sanados por el Niño Fidencio, quien supuestamente se metía a bañar a El Charquito, en donde actualmente se mete a los enfermos en agua lodosa y "curativa" usando unas cajitas.
    El 8 de febrero de 1928 el presidente Plutarco Elías Calles fue a Espinazo para que el Niño Fidencio le curara de lepra. A partir de entonces los fidencistas crecieron en número. La Iglesia Fidencista Cristiana cuenta con registro de asociación religiosa, otorgado en 1993 por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
    Existen, según sus representantes, más de 20 mil "cajitas" y altares para Fidencio. Quién diría que Calles, promotor de la vida institucional después del caudillismo, sería uno de los que apoyaron a esta figura santa.
    Un personaje envuelto en la polémica. Primero porque la Iglesia católica no reconoce sus "milagros" y luego porque tras su muerte, el 19 de octubre de 1938, salieron a relucir detalles de su vida personal (como su gusto por el alcohol) que no reflejaban sus actos "puros".
    Lo cierto es que Niño Fidencio representa "la esperanza para enfermos sin seguridad social".

    El espejo de México

    Encontramos en cada uno de estos santos algo que va más allá de la religión y se manifiesta en la cultura. Pues la fe por sí misma no es algo que cuestionar; recordemos que está avalada constitucionalmente en el Artículo 24.
    Pero si tomamos el espejo que obtenemos de cada uno de los mencionados, ¿cuál será la imagen completa de México? Podría ser la de un país urgido de justicia, demandante de seguridad. Con una marcada desigualdad. Ensombrecido por la delincuencia y la voluntad corrupta de algunos… ¿No es así el país que sufrimos?
    Si es así, ¿qué sigue? ¿Estos nuevos santos bastarán para las demandas de sus seguidores? Si la situación cambia, ¿seguirán vigentes?
    Mientras, como dice doña Juanita, quien tiene 60 años: "No queda otra que creer en alguien, ya sea en la Virgen (a quien rezó 40 años), en la Santa (en quien confía desde hace 20) o en quien uno quiera, pues la cosa está difícil". 


    *Investigadora del Centro de Documentación de EL UNIVERSAL

    Malverde: ¿El santo de los narcos?

    Jorge Pérez Penné/UNIV

    Los detalles de la vida de Jesús Malverde, son muy imprecisos. Hay estudiosos, que incluso, se atreven a afirmar que nunca existió.
    Jesús Malverde, según versa la leyenda, era una especie de Robin Hood en versión sinaloense, que; "Robaba a los ricos, para darle a los pobres". Estos reiterados robos contra los grandes caciques de la región, provocaron que el entonces gobernador Francisco Cañedo, ofreciera una recompensa por su captura.
    Se cuenta que fue entregado por un compadre, a petición del propio Jesús. Pues en ese momento, se encontraba herido de bala, y sufriendo a causa de la gangrena. Malverde le hizo prometer a su compadre que usaría el dinero de la recompensa para hacer actos benéficos, sin embargo, la promesa no fue cumplida, y del compadre, y del dinero, no se volvió a saber.
    Tras su ejecución, quedó prohibido mediante un decreto, darle sepultura. Se dice que permaneció colgado de un árbol, hasta que la cuerda que lo sostenía se rompió, y los restos cayeron al suelo.
    Los pobladores de Culiacán, empezaron a cubrir el cuerpo de Malverde con piedras, hasta que poco a poco, se formó un gran montículo. Ya que cada persona llevaba una sola piedra cada vez, y aprovechaba para pedirle algún favor que Malverde concedía, en agradecimiento por ofrecerle sepultura a sus restos.
    Así nació el culto a Jesús Malverde, el llamado "santo de los narcos", que es así como se ha hecho tan popular en la cultura mexicana. Malverde está muy ligado al narcotráfico, aunque se dice que esa es una deformación del culto. Lo cierto es que personajes, como Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo Fuentes, acudían a la capilla de Malverde, con el objeto de agradece los favores, que recibían de parte del "santo de los narcos." No es extraño encontrarse con bandas que acuden a la capilla e interpretan famosos "narcocorridos." Cuentan algunos, que las bandas van, por encargo de narcos, y tocan en agradecimiento a Malverde porque se ha pasado droga a Estados Unidos.
    La visita a la capilla de Jesús Malverde en Culiacán, es un destino obligado para los paseantes hambrientos de morbo. La capilla, no es arquitectónicamente muy interesante, pero tiene, no sólo la capilla, sino el culto en general, cierto encanto "kitck."
    En las paredes encontramos placas, que con gran libertad ortográfica, agradecen a Malverde por algún milagro. Hay fotos por doquier, de personas que necesitan alguna gracia del santo, dólares pegados en las paredes, ya que también se encarga de velar por los indocumentados que intentan cruzar la frontera.
    En el centro de la capilla se encuentra el busto de Jesús Malverde, rodeado de una gran cantidad de arreglos florales. En cuanto al busto, Jesús Manuel González, encargado de la capilla, reconoce que no representa la imagen de Malverde, ya que no se contaba con retratos, o personas que lo hubieran conocido, para que ayudaran a la creación del busto. Por lo tanto, se hizo a consideración del artesano que lo elaboró, incorporando, cuenta el encargado, rasgos de Pedro infante, y de Jorge Negrete, factor que Jesús Manuel González considera, importante en la identificación de la gente con la imagen de Malverde.
    Es "el santo, de los narcos," "el ángel de los pobres," "el bandido generoso." Es Jesús Malverde; un santo, no canonizado, que enfrenta serias discusiones sobre su existencia. Negado por la iglesia católica, pero aceptado por sus miles de fieles, convirtiéndolo en parte fundamental de la religión, católica-pagana.