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"El carisma de Obama"

"De rítmico andar, un Presidente parece estrella de Basquetbol"
07/11/2015 10:02

    MÉXICO (UNIV)._ Es Barack Obama, con su natural cordialidad... "Adiós", dice en español a quienes le aclaman desde una de las tribunas cuando ya se marcha, con Felipe Calderón, hacia el interior de la residencia oficial de Los Pinos para, entonces sí, hablar los dos a solas de una compleja relación bilateral, la de los países que gobiernan.
    Es él, con su andar cadencioso, ágil. Parecería una estrella del basquetbol vestido con su traje Hart Schaffler de mil 500 dólares.
    Obama y su sonrisa. Y la inclinación de la cabeza para agradecer los aplausos. Y la mano que se agita en el aire caliente para saludar a quienes acudieron a verlo.
    Precisamente a eso, a verlo. No a escucharlo. A contemplar su gran estatura, y el pelo que le recorta cada semana su peluquero de confianza, y la pulsera de tela en la muñeca derecha, amuleto que perteneció a un combatiente en Iraq. Pero, sobre todo, fueron a ver de cerca esa su piel... el color de la misma.
    Barack Obama, sin Michelle. El del rítmico andar, pero ya con los pasos que marcan rutas. Y el ropaje que no se puede cuantificar en billetes verdes, el del poder más grande en la tierra, porque él es el presidente de Estados Unidos.
    Llegó a bordo de "La Bestia", la súper blindada limusina, en un recorrido breve y rigurosamente vigilado, desde el Campo Marte adonde aterrizó el helicóptero.
    Lo esperaba el Presidente Calderón. Estrecharon sus manos, intercambiaron unas cuantas palabras, y caminaron entre la valla de cadetes del Colegio Militar.
    Cruzaron la explanada hacia el templete, al pie del monumento a Francisco I. Madero. Ahí estaban ya Margarita Zavala de Calderón y los integrantes de las dos comitivas.
    Eran momentos solemnes. Se entonaban los himnos. Cuando se escuchaba el de Estados Unidos, los alumnos de una de las escuelas privadas invitadas al acto, cruzaron los brazos para tocarse el pecho a la altura del corazón, como lo hizo el presidente Obama.
    Luego, los discursos.
    Y el hombre que venció a gigantes, a temores y a tabúes unía sus manos, entrelazaba los dedos, su cuerpo estaba medio encorvado. Atento escuchaba las palabras de su anfitrión, las que llevaban el recuerdo de otra visita tan especial, la de John F. Kennedy, hace casi medio siglo. 


    Barack superstar
    Divertido escuchaba los aullidos, agudos gritos de las adolescentes al estar cerca de ellas. Espontáneo se acercó a una tribuna, chocó palmas con un chiquillo.