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"LUCHA ANTICRIMEN"

"Libran jóvenes soldados la guerra contra el narco"

"Como espejo, uno y otro bando reclutan a quienes hoy se han convertido en los contingentes sacrificables de esta guerra que ya suma más de 4 mil decesos en el país durante este año."
07/11/2015 12:38

    Doris Gómora/UNIV

    La cara de la guerra entre el Ejército mexicano y los cárteles del narcotráfico tiene 20 años de edad. En el frente de guerra abierto en el Estado de Michoacán son los jóvenes que promedian los 20 años de edad quienes forman la primera línea de batalla de las fuerzas militares y también de los cárteles del narcotráfico que se han apoderado de muchas zonas.
    Las armas que portan esos jóvenes combatientes marcan la diferencia entre soldados y sicarios, pero como espejo, uno y otro bando reclutan a quienes hoy se han convertido en los contingentes sacrificables de esta guerra que ya suma más de 4 mil decesos en el país durante este año.
    Michoacán tiene sobre de sí los reflectores de todo México y del mundo por los más de 5 mil elementos de las fuerzas federales que han sido enviados ahí, pero el rostro real de esta guerra se observa aquí diariamente en estos jóvenes que lo mismo arriesgan sus vidas, bajo cualquier clima, viajando en camionetas abiertas con armas en mano haciendo recorridos lo mismo en calles de ciudades que en alejados cerros donde el narcotráfico oculta sus múltiples operaciones de producción.
    Partiendo de Morelia, El Universal viajó con diferentes unidades del 19o batallón de Infantería del Ejército mexicano asignadas al combate al narcotráfico, y lo primero que resaltó durante el largo periplo no fueron las armas, ni el equipo que portan, sino la edad de los soldados, casi niños, que hace algunos meses aún eran menores de edad y que ahora están en el "frente" comandados por oficiales y jefes que promedian los 30 y 40 años de edad, respectivamente.
    Con extenuantes jornadas diarias viajando hasta siete horas, sobre carreteras pavimentadas o de terracería en su mayoría corren entre los cerros, sólo para llegar hasta donde se encuentra un laboratorio clandestino de elaboración de enervantes y regresar a su cuartel para seguir con los operativos en la ciudad durante el día o la noche.

    Retos renovados

    Los jóvenes soldados saben que las jornadas cada vez son más pesadas y que al igual que hoy destruyen un laboratorio clandestino o decomisan armas, al día siguiente podrían estar en medio de un tiroteo contra los jóvenes sicarios integrantes de los cárteles de Sinaloa, Golfo o La Familia michoacana, las tres organizaciones criminales que tienen presencia en Michoacán.
    En el terreno y dentro del cuartel, los jóvenes soldados trabajan en el combate al narcotráfico y todo se reporta al general Ernesto José Zapata Pérez, de 49 años, comandante del 19o batallón de Infantería con sede en Morelia, Michoacán, quien tan sólo hace nueve meses recibió su ascenso a general brigadier.
    En los pasillos del batallón, en los patios, en el comedor el general Zapata Pérez se cruza constantemente con los jóvenes soldados y son ellos quienes forman parte de los grupos contra el narcotráfico que lo acompañan en las nuevas camionetas Cheyenne adaptadas que se utilizan para efectuar recorridos. La diferencia entre seguir o morir está en las manos de estos jóvenes soldados.
    "Es una responsabilidad fuerte porque son muchachos que se están abriendo a la vida y tienen un porvenir más adelante de tal muy responsable. Uno los tiene que apoyar e impulsarlos para superarse, e inclusive orientarlos para que ingresen al sistema educativo militar que es una oportunidad bastante grande para superarnos", dice el general Zapata cuando se le pregunta qué siente él como comandante de tener un personal tan joven para ejecutar una tarea con una responsabilidad tan fuerte, como es el combate al narcotráfico.
    Pero en esa juventud también existe un enorme reto: el evitar que los jóvenes soldados no cedan ante la tentación de recibir hasta 5 mil dólares por convertirse en sicarios de cualesquiera de los tres cárteles que operan en Michoacán: el de Sinaloa, el del Golfo y

    La Familia michoacana.

    Para el general Zapata Pérez la respuesta para evitar esa tentación es aplicar "nuestros valores y virtudes, el verificar que se cumplan las órdenes, el estar a la cabeza de ellos impulsándolos".
    Con 36 años en el Ejército, pero viendo por primera vez una guerra de esta naturaleza, el general Zapata está convencido de que la misma estructura y pagos que hace el Ejército a su personal evitarán que los jóvenes soldados deserten para integrarse a las filas del narco.
    "Es con la supervisión y con la aplicación de todos los beneficios que el Ejército nos proporciona la atención médica integral, las prestaciones económicas que nos otorga y los apoyos institucionales que ha establecido el señor Presidente, esto es un conjunto de medidas que evita que se desvíen del camino", agrega el mando militar.
    En el discurso el reto consiste en evitar que los jóvenes soldados se pasen a bandas de narcotráfico, en la práctica la decisión de no hacerlo sólo recae en cada joven soldado, y hay quienes de hecho únicamente se enrolaron al Ejército con un objetivo: combatir al narcotráfico.

    Guerra entre niños

    Érick Pantoja tiene apenas tres meses en el Ejército y 22 años de edad, pero él que ésta comenzando desde abajo quiere no sólo ser un soldado de infantería sino llegar a más.
    La razón por la que el soldado Pantoja ingresó al Ejército se resume en una línea: combatir a las organizaciones del narcotráfico.
    "Esa era ya mi idea, el combate al narcotráfico, el tráfico de armas, todo eso; sé también de los riesgos que hay, que en cualquier momento puede uno fallecer en un enfrentamiento también".
    —Y aún con ese riesgo, ¿quieres tú seguir?
    —Sí, estoy dispuesto y me encanta.
    Sentado en una de las bancas de hierro forjado del segundo patio del 19o batallón de Infantería, el soldado Pantoja responde las preguntas, al principio casi recitando los objetivos del Ejército, pero después el nerviosismo desaparece.
    En su familia no existe el antecedente de que alguien hubiera pertenecido al Ejército, pero sus familiares lo apoyan y aun cuando su novia estaba en desacuerdo con la decisión de Érick de convertirse en soldado, ahora ella también está con él.
    Fue durante sus estudios de preparatoria que el soldado Pantoja decidió ingresar al Ejército mexicano inspirado también en los uniformes y las armas que portaban los militares.
    "Yo tuve problemas para entrar por cuestiones de papeleo, pero una vez que ingresé me dio mucho gusto haber entrado al Ejército", afirma.
    En los tres meses de ser soldado, Pantoja ha sabido de militares conocidos suyos que han muerto en el combate al narcotráfico.
    "De momento se sabe uno que está dispuesto incluso a dar la vida por la patria y no se sabe el momento en el cual uno puede fallecer. Y le da a uno tristeza, pero hay que seguir adelante", explica.
    —¿Estás consciente de que hay jóvenes de la edad que tú tienes que están del lado del narcotráfico y que son sicarios? ¿Eso provoca temor, o por el contrario te permite ver que tienes un enemigo muy parecido a ti?
    —No, no me da temor, lo que me da es tristeza de cómo conducen su vida simplemente, que en lugar de ir por un camino recto van por un camino mal, y van a terminar mal, o van a terminar muertos, sostiene con énfasis el entrevistado.

    Promedian 20 años de edad

    En los operativos que han realizado las fuerzas federales en Michoacán se ha detenido a jóvenes, que promedian los 20 años, relacionados con el narcotráfico con arsenales que incluyen armas AK-47, AR-15 y escopetas.
    El 26 de mayo pasado fueron detenidos 11 presuntos integrantes de La Familia, entre ellos José Alfredo Sánchez Pineda, de 24 años, y una menor de 17 años, originaria del estado de México, y el 15 de agosto, al presunto sicario Cristóbal Espejel Soto, de 22 años.
    Por el cártel del Golfo, el 10 de agosto, junto con Dimas Díaz Ramos, el presunto sicario que atentaría contra el Presidente Felipe Calderón, fue detenido Benni Jasiel Ramírez, de 19 años.
    En el otro lado de la guerra, el soldado Érick Pantoja es sólo uno de los cientos de jóvenes elementos castrenses que como él se encuentran viviendo y operando contra el narcotráfico desde el 19o batallón de Morelia, Michoacán.
    Pantoja como el resto de estos jóvenes soldados que llevan sobre sus hombros la promesa del presidente Felipe Calderón Hinojosa de acabar con el narcotráfico no reciben bonos especiales, ni privilegios, sus nombres y rostros no son conocidos, y la mayor parte de las veces más bien lo evitan por razones de seguridad.
    Sus nombres, a veces, sólo son conocidos cuando alguno muere en el cumplimiento de su deber y una copia de la placa de metal que portan al cuello es colgada de un casco verde sobre un fusil, símbolo internacional de los caídos, ubicado en el patio central de la 21a zona militar en Morelia.
    Este monumento a los caídos, que está ubicado en la parte posterior de la base del asta bandera de la zona militar, frente al comedor principal, es un recuerdo permanente de los peligros de la guerra contra el narcotráfico y para honrar el trabajo de los 24 soldados que dieron su vida por ello, 12 de ellos emboscados el 18 de abril de 2008.
    Sobre la pared ubicada en dos niveles se observan múltiples placas de metal en negro y dorado con los nombres y fechas de nacimiento de los soldados caídos individualmente o en grupo, como ocurrió en algunos patrullajes.
    En el segundo nivel hacia abajo está el fusil, el casco, las placas de los caídos, que ocupan prácticamente ya el contorno del casco; y flanqueándolo dos floreros y dos lámparas votivas.
    Pero salvo en esta zona militar, en México no existe un monumento nacional a los caídos por la guerra del narcotráfico, éste es sólo un homenaje local a los miembros muertos, y un recordatorio de que esta guerra aún no termina.