"'México no es campo de batalla, es un país normal'"
MADRID, (EFE).- "México no es un campo de batalla, es un País normal", asegura Bosco Gutiérrez, arquitecto
mexicano cuyo secuestro, hace 20 años, mantuvo en vilo al País durante nueve meses que terminaron cuando se escapó en un descuido de sus captores.
Gutiérrez se encuentra en Madrid para presentar el libro "257 días", escrito por el ensayista y teólogo español
José Pedro Manglano, en el que relata su cautiverio, una dura experiencia que sin embargo el recuerda como "una
anécdota en mi vida". "Lo mío fue un secuestro atípico, porque además de que duró mucho logré escaparme de los secuestradores", explicó el arquitecto en entrevista. El 29 de agosto de 1990, Gutiérrez fue secuestrado
cuando salía de misa. Sus días de cautiverio, y la forma en la que se reforzó espiritualmente para no sucumbir
a la desesperación los recoge en el libro, a través de los apuntes y el diario que escribió en el zulo de uno por 3
metros y 1.90 de altura donde fue recluido, y que consiguió recuperar una vez en libertad.
"Basé toda mi fortaleza en la fe, pero en una fe operativa, aplicada a diario a la disciplina. Una fe que yo elegí
no cuestionar, decidí creer en Dios. Pero una vez que tomas la decisión te vas de frente sin dudar, porque si no mejor ni la tomes. Tienes que caminar, no puedes parar", dijo. De educación cristiana, "como mi madre, que había muerto poco antes del secuestro", y un padre "con mucho sentido común", Gutiérrez usó esa fe "como una metodología de ejercicio".
"Entrené nueve meses como un atleta de la oración y salí muy fuerte, pero luego regresas a la vida normal y
todo cambia. Es más fácil ser santo secuestrado que serlo no secuestrado", explicó. El arquitecto planificó durante
su cautiverio un estricto plan de oraciones y ejercicios que le mantuvieron "en buena forma física y espiritual".
"El espacio interior te da la fortaleza y el hombre del Siglo 21 carece de fortaleza porque no reza, y no es una cuestión católica, es simplemente humana. El ser humano necesita de reflexión, de meditación, de meterse solo en un cuarto a pensar, y eso es lo último que se hace ahora", indicó. Aprovechando un descuido de sus secuestradores, Gutiérrez escapó de su cautiverio el 11 de mayo de 1991 y, ayudado por un taxista, regresó a su casa junto a su familia. "Nunca supimos quiénes fueron mis secuestradores, sólo que formaban parte de una guerrilla. Tampoco lo
quisimos saber. Mi padre, que tenía 14 hijos y 99 nietos, pensó que tenía mucho que perder y poco que ganar si intentaba meter en la cárcel a cuatro o cinco personas y luego tenía a otros 500 detrás", señaló.