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"Día Internacional de la Lengua Materna"

"Preservación de lenguas maternas, deuda a cubrir en materia educativa"

"Exclusión e incluso racismo, escasas oportunidades de desarrollo en las comunidades indígenas, contribuyeron para que las 68 lenguas originarias en México tiendan a desaparecer"
14/11/2015 06:54

    MÉXICO._ Datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), indican que en 1930 había dos millones de hablantes de lenguas indígenas quienes representaban 16 por ciento de la población, mientras que para 2010 los hablantes de idiomas originarios sumaban seis millones pero apenas constituían 6.5 por ciento de los mexicanos.

    Especialistas coinciden en que para revertir esta tendencia, el reto para el Estado mexicano que relativamente hace poco tiempo asumió formalmente su carácter multicultural es concretar una política educativa incluyente, así como recuperar y fomentar los usos sociales de las lenguas originarias que poco más de 6.0 por ciento de los mexicanos identifica como idioma materno.

    Alicia Nicolás María, de 36 años, es originaria del municipio oaxaqueño de Ayutla, cabecera de varias comunidades mixes. Recuerda que cuando cursó la primaria los profesores prohibían a los niños hablar mixe e incluso aplicaban castigos físicos a quienes lo hacían.

    Ahora vive en el Distrito Federal, donde concluyó una carrera técnica, pero lamenta nunca haber aprendido a escribir correctamente su propia lengua materna, el ayuuk, autodenominación del mixe.

    A principios del siglo XX, Justo Sierra Méndez, célebre secretario de Educación, impulsó la unificación del habla nacional con el castellano como la única lengua a enseñarse en las escuelas. La concepción era que la multiculturalidad lingüística limitaba la formación plena de la Patria.

    En la práctica, el modelo educativo del país siguió esa tendencia, aunque en 1939 se creó el Departamento de Asuntos Indígenas para capacitar a los docentes y alfabetizar a este sector de la población.

    Además, hubo voces como la del antropólogo Manuel Gamio, quien pugnaba por incorporar en los programas la realidad de los pueblos originarios.

    Gilberto Santos Hernández tiene hoy 24 años, es otro caso. Es matemático egresado de la Facultad de Ciencias de la UNAM, y entre bromas recuerda que en su escuela primaria en Hueyapan, Puebla, los niños aprovechaban que maestros fuereños desconocían el náhuatl para ponerles apodos y burlarse de ellos.

    Él fue becario del programa México Nación Multicultural de la UNAM y actualmente imparte clases de Cálculo en esa institución. Asegura que regresaría a su pueblo, Tanamacoyan, si hubiera oportunidad de desarrollar ahí lo que con esfuerzo aprendió en la capital.

    Testimonios como estos son comunes entre los hablantes de lenguas indígenas de diferentes edades que lograron estudiar más allá del nivel básico.

    Prácticamente hicieron un doble esfuerzo para aprender conceptos de materias como matemáticas en un idioma distinto al suyo y una gramática diferente a su lógica de pensamiento, para posteriormente salir de sus comunidades en busca de mejores oportunidades.

    Fue apenas en 2011 cuando en escuelas de educación primaria de las comunidades indígenas comenzó a impartirse a los niños su propia lengua como materia formal, acreditada en los planes de estudio de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y también que se comenzó a aterrizar los planes de estudio al contexto de cada comunidad.

    Durante muchos años se negaba la lengua materna en las aulas. Aunque dichas prácticas prevalecen en muchos lugares, la política del Estado ha cambiado asegura Eleuterio Olarte Tiburcio, director para el Desarrollo y Fortalecimiento de las Lenguas Indígenas en la Dirección General de Educación Indígena (DGEI) de la SEP.

    Olarte Tiburcio asegura que el racismo y la discriminación persiste en la sociedad mexicana, y que durante mucho tiempo la política educativa buscó la castellanización de las comunidades originarias.

    La capacitación de docentes en lenguas indígenas, opina, servía únicamente para facilitar que los niños aprendieran español.

    Recuerda su propio caso: por ser hablante de tutunakú autodenominación del totonaco- le llevó más años de los requeridos terminar la primaria, debió empeñarse para superar esas deficiencias en posteriores grados de estudio; tenía que memorizar todo para poder sobrevivir en la escuela sin que necesariamente entendiera lo que memorizaba.

    Actualmente Olarte Tiburcio es licenciado en Etnolingüística, tiene una maestría en Lingüística Indoamericana y bajo el área a su cargo en la DGEI se diseñan los materiales didácticos y parte de los programas educativos para el sector, incluyendo la asignatura Lengua Indígena.

    Dicha materia, de acuerdo con datos proporcionados por la propia SEP, cubre apenas la enseñanza formal, como objeto de estudio con competencia curricular, de las lenguas maya, purépecha, totonaco y náhuatl, en 120 escuelas de 12 estados del país; aunque se trabaja en otras lenguas y se tratan de adaptar los programas de la SEP a cada comunidad.

    Sin embargo, el etnólogo José del Val Blanco, director del programa México Nación Multicultural en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), advierte que la enseñanza bilingüe y los programas educativos del sector, estarán condenados al fracaso en tanto el Estado no garantice la recuperación de espacios para el uso social de las lenguas originarias.

    México tiene encapsuladas las lenguas en la medida que no les asigna un uso social, las tiene prohibidas en la práctica. Hay zonas como península de Yucatán, donde es inaudito que no haya secundarias, preparatorias o universidades en maya. Ese es un problema del Estado expresó.

    En ese sentido Del Val asegura que con programas como el que dirige, la UNAM está cumpliendo el papel que le corresponde al formar una masa crítica de profesionistas indígenas que hablen por ellos mismos y decidan qué hacer con su cultura.

    La universidad hace lo que tiene que hacer, abre el espacio para que se formen los muchachos y discutir en serio las cosas expresó.

    A final de cuentas, la recuperación de las lenguas originarias pasa forzosamente por mejorar la calidad de vida de las comunidades indígenas, que de acuerdo con el más reciente informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Políticas de Desarrollo Social (Coneval), son las que presentan los mayores índices de pobreza y marginación.