"Santas muertes vs cristos monumentales"
Roberto Blancarte
¿Por qué levantarle una estatua a la Santa Muerte es una irregularidad y un peligro para los demás, mientras que erigirle un monumento a Cristo Rey en el cerro más alto de una ciudad o de una región es algo normal y loable? "La Gran Efigie de la Santa Muerte confronta a vecinos de Tultitlán", señala el encabezado de la nota de Milenio, el sábado pasado.
El artículo narra que una estatua monumental, de 22 metros de altura, genera polémica en la colonia Santa María Cuautepec, en Tultitlán, Estado de México y que las autoridades del ayuntamiento aseguran que la efigie se colocó sin su permiso, por lo que ya se envió un escrito a la Secretaría de Gobernación, dependencia que por ley se encarga de las manifestaciones sociales o públicas de los asuntos religiosos.
El asunto es paradigmático de las dificultades que tienen los nuevos cultos y movimientos religiosos para establecerse en el país y desarrollar una actividad religiosa cotidiana, normal, sin ataques o discriminación. Pero también y sobre todo, muestra la enorme carga cultural, generalmente católica, con la que juzgamos a todo lo que es distinto.
En México todos somos iguales, pero todos sabemos también que hay unos más iguales que otros. Contrariamente a otros países, como Estados Unidos que desde sus inicios como nación buscaron crear una sociedad de iguales, en México hay incluso una reivindicación de la desigualdad y condenamos a los "igualados" que osan querer ser, imagínese usted, iguales a nosotros.
Claro, "nosotros" siempre somos mejores, más blancos, de clase más alta, más católicos o más cristianos, menos nacos, etcétera. Los "otros", son los distintos, los indígenas, los pobres, los jodidos, los adoradores de cultos diversos al cristianismo o al catolicismo.
La lucha por la desigualdad, comienza por lo tanto en nuestras propias cabezas. Tenemos que quitarnos la idea que lo "normal" y por lo tanto lo "bueno" y lo "correcto" es eso, y que lo "anormal", "incorrecto" y por lo tanto "malo" y "peligroso" es lo diferente, lo extraño o lo marginal.
La Gran Efigie de la Santa Muerte fue diseñada por un tal "Comandante Endoque", miembro, de un "Grupo Santa Muerte Internacional", en medio de un terreno donado por un judicial "según la versión de un habitante". El director de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento de Tultitlán, asegura que la edificación es irregular. Hasta allí el relato suena lógico y justificado.
Pero inmediatamente surge un elemento que denota el sesgo cultural y el indicio de discriminación, cuando dicho funcionario señala, a propósito del monumento: "se hizo sin ninguna autorización, se edificó demasiado rápido; me enteré de la estatua hace poco, cuando asistí a misa dominical... sacamos fotografías y se las pasamos a la Dirección de Gobierno Municipal para que solicite a la Subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos... si existe permiso para la construcción de culto de ese tipo; por el momento tenemos que esperar la resolución".
Me pregunto, si dicho funcionario, en camino a su misa dominical (evidentemente, una ceremonia católica), hubiese reparado en la construcción de una nueva Iglesia o de una nueva torre en una Iglesia católica y si inmediatamente hubiera tomado cartas en el asunto, para verificar si esa construcción tenía permiso.
Porque la discriminación no es únicamente darle privilegios a una Iglesia; también es aplicar la ley de manera dispareja, es decir discriminada; en ser duros con unos e ignorar las faltas de otros.
El asunto concierne sobre todo al gobierno, porque es quien finalmente tomará una decisión, la cual podrá o no ser discriminatoria. Pero también a más de un ciudadano que supone que el Estado no debe garantizar los derechos de las minorías sino mantener el orden de la normalidad católica:
"José Luis Paredes García, segundo vocal del Consejo de Participación Ciudadana de Santa María Cuautepec, comenta que la efigie causa inconformidad entre los vecinos que no comulgan con la veneración de la Santa Muerte:
"'La gente está molesta. Desde un quinder se ve la estatua, y las maestras amenazan a los niños de que si no se portan bien la muerte bajará'".
Según este vocal ciudadano, los adoradores de la santa Muerte tendrían que pagar las estupideces que dicen las maestras del kinder. Es como si yo pidiera que se cierren los templos católicos porque los sacerdotes asustan a los niños (y a los no tan niños) con el infierno.
El problema no es la gente, sin embargo. El problema surge cuando el Estado es incapaz de garantizar la igualdad de creencias y por lo tanto de los creyentes, ante la ley. Algunos e incluso la mayoría de los mexicanos podrán o podrían ser intolerantes, pero precisamente para eso están las leyes y los funcionarios de un Estado laico; para garantizar que cada quien, siempre y cuando no afecte derechos de terceros o el orden público, pueda practicar con libertad sus creencias.
Algunos pensarán que la efigie monumental es un adefesio y un atentado contra el orden público, pero yo me pregunto: ¿nos parecería normal que los musulmanes en Torreón (porque los hay, con todo y mezquita) se quejaran del Cristo monumental que está sobre un cerro de la ciudad? Ah no, me dirá la gente "normal": eso es otra cosa.
*blancart@colmex.mx