Dos encuentros
con las armas

16/11/2025 04:00
    No es la primera vez que vivimos incidentes así, y definitivamente no será la última, y peor aún, no somos los únicos. Nosotros tenemos este espacio para narrar lo que nos sucede, y lo hacemos tal vez más como un desahogo ante ustedes nuestros lectores, pues sabemos que la situación no cambiará mucho ni para ustedes ni para nosotros.

    En menos de cuatro días, esta semana nuestros periodistas tuvieron dos encuentros directos con las armas.

    Las vieron de cerca, las padecieron y sintieron su amenaza.

    La primera como parte de ser periodistas; la segunda, tan sólo por el hecho de ser ciudadanos en Culiacán.

    Ambos hechos nos indignan por igual. Somos víctimas como miles de habitantes de la capital de Sinaloa y de varios de nuestros municipios del estado.

    El primer hecho fue este lunes 10 de noviembre, cuando nuestro reportero y nuestro fotógrafo de la sección de Seguridad y Justicia acudieron a realizar una cobertura de una víctima de asesinato en la zona aledaña al basurón de Culiacán, cerca de la colonia Bicentenario.

    Eran las últimas horas de la tarde y las primeras de la noche. Sabemos que es una zona de riesgo y acudimos porque se hizo ante la presencia de numerosas unidades policiacas.

    La situación se presentó en el regreso, cuando ya nuestros periodistas venían solos a través de una ruta difícil de terracería, pese a ser una zona urbana. Un motociclista que los venía siguiendo se les emparejó en un punto donde se detuvieron para permitir el paso de otro vehículo.

    “Amistosamente” les recomendó que no anduvieran en esa zona y menos en la noche.

    “Está cab... Pónganse truchas...”, fue una de las frases. “Está bien peligroso”, insistió.

    “Yo les digo, en la noche no se metan, porque si no, los van a mandar a pie y quién sabe cómo les vaya”.

    El joven, aparentemente armado, según lo que se alcanzó a ver en la penumbra, se transportaba en una motocicleta tipo cross, y se alejó tras la advertencia.

    El “encuentro” quedó grabado en audio en la transmisión en vivo que los periodistas venían realizando en ese momento.

    El segundo hecho se presentó el jueves a muy temprana hora, alrededor de las 7:30 horas, cuando una de nuestras reporteras llegaba a nuestra sede en Culiacán y se estacionó cerca, a menos de dos cuadras, en el centro de la ciudad, muy cerca de la Catedral y la Plazuela Obregón.

    Ahí mismo, en cuanto se bajó del auto, fue encañonada con una pistola que portaba un joven que caminaba por la zona. Con amenazas, la despojó de las llaves del vehículo, su celular y su bolso con su cartera, identificaciones, tarjetas bancarias y dinero.

    De nada sirvió que el vehículo era un sedán compacto, y de casi 15 años de uso, considerando la creencia popular de que lo que roban son camionetas de años recientes.

    Tampoco sirvió el hecho de que es la zona más céntrica de la ciudad y que supuestamente está custodiada más en estos días por la celebración de la Feria Internacional del Libro de Culiacán.

    Eso no fue escudo para la impunidad con la que se manejan los asaltantes armados en la capital de Sinaloa, donde la víctima perfecta es una mujer llegando a su trabajo a plena luz del día.

    No por nada ha quedado establecido que el robo de vehículos es una de las tres violencias más fuertes en el estado dentro de esta ola de violencia que nos aflige y nos afecta desde hace 14 meses, junto con homicidios y desapariciones.

    Desde el 9 septiembre de 2024, cuando se concretó la fractura interna del Cártel de Sinaloa, se han documentado, hasta este viernes, 2 mil 334 homicidios dolosos, que significan alrededor de 5 diarios; 2 mil 786 personas privadas de la libertad, para un promedio de más de 6 diarias, y de las cuales la mayoría permanece desaparecida; y en robo de vehículos la suma asciende a 8 mil 242 robados, casi 20 cada día en promedio, muchos de los cuales son robos violentos a mano armada, donde no sólo es la pérdida material sino el riesgo vivido y el trauma que queda para los afectados.

    Podría pensarse que estos incidentes son parte de las vicisitudes que nos toca vivir a los sinaloenses, y pues de hecho, lamentablemente es una cuestión de probabilidad que nos suceda.

    No es la primera vez que vivimos incidentes así, y definitivamente no será la última, y peor aún, no somos los únicos.

    Nosotros tenemos este espacio para narrar lo que nos sucede, y lo hacemos tal vez más como un desahogo ante ustedes nuestros lectores, pues sabemos que la situación no cambiará mucho ni para ustedes ni para nosotros.

    Enfrentamos la violencia y la impunidad como lo hacen todos los habitantes de Sinaloa, sí con indignación, temor y coraje, pero también con una dosis terrible de resignación. Nos negamos a aceptar esto último y seguiremos “peleando” porque eso no suceda.