En el reciente discurso que dio Claudia Sheinbaum al recibir la constancia que la acredita como Presidenta electa destacó una frase que en muchos lados se reprodujo. “Presidenta con a”, aclaró, para referirse al puesto que ocupará y que por primera vez en la historia de México es una mujer quien llega a la Presidencia de la República.
Tomamos este detalle actual para abordar un tema que en los últimos años ha estado cada vez más presente, sobre todo para nosotros los medios de comunicación, pero en general para todo hablante o escribiente: el lenguaje no sexista.
No es un tema fácil porque su manejo, aunque es inspirador y moderno, en realidad en la práctica aún no termina de cuajar, sobre todo porque estamos acostumbrados a usar el lenguaje como lo marcan las reglas del castellano y en este asunto aún no se ponen al día ni los propios expertos.
Así es, la propia Real Academia Española, con la que nos regimos en cuanto a reglas del uso del lenguaje castellano no está de acuerdo aún ahora, en pleno 2024, con la sugerencias que hacen organismos, colectivos y grupos diversos en favor de modificar el idioma para que éste sea más neutro y menos masculino.
Y bien, en parte estamos de acuerdo con ambos puntos de vista, pero para nosotros que usamos el lenguaje escrito a diario como insumo principal para nuestro trabajo primordial, que es transmitir información, es complicado asumir por completo las sugerencias y posturas que se hacen al respecto... pero vamos aclarando, porque no es un tema sencillo.
¿Qué sí se ha adoptado por completo? Pues por ejemplo el uso del femenino en cargos, profesiones, oficios, etc., como es el caso de presidenta, jueza, diputada, ingeniera, técnica y así una infinidad de términos que desde hace muchos años ya usamos de manera usual.
¿Qué definitivamente no hemos adoptado de las sugerencias? Por ejemplo el uso de la terminación “e” para referirnos de manera genérica a personas de uno u otro sexo o que bien no quieren ser identificadas con un sexo en específico o lo que se conoce como género no binario.
Esto sólo lo llegamos a hacer en casos muy específicos de alguna entrevista con alguna persona que en especial quiera ser identificada así.
Pero bien, entre estos dos anteriores escenarios hay enmedio una infinidad de escenarios, contextos, reglas, sugerencias o recomendaciones en las que nos movemos para ir evolucionando en esto del uso de un lenguaje más incluyente y no sexista.
Es súper amplio el asunto, porque no sólo se refiere a usar el femenino para profesiones o títulos, sino que de lo que se trata es de no invisibilizar a través del lenguaje a grupos que usualmente suelen ser invisibilizados.
En fin, hay muchísima bibliografía al respecto, y muchas organizaciones y gobiernos han creado y publicitado sus propios manuales de lenguaje, desde la propia ONU hasta el Gobierno federal a través de la Secretaría de Gobernación y/o de los institutos respectivos como de mujeres, indígenas y de género, o las organizaciones de derechos humanos, y muchas más.
Lo que usualmente hacemos es consultar cuando tenemos dudas y tratar de irnos adaptando en la medida de lo posible.
Sin embargo, tratamos de irnos a lo básico, como por ejemplo, sabemos que las reglas del castellano usan el masculino como neutro, entonces si por ejemplo decimos los ciudadanos, pues en términos estrictos nos referimos a ciudadanos y ciudadanas, es decir, se incluyen las mujeres. Y aunque se recomienda evitar eso, para nosotros no es tan fácil decir, como sí lo pueden decir, por ejemplo, las personas en sus discursos: ciudadanos y ciudadanas, niñas y niños, etc.
Y no lo podemos hacer por una sencilla razón de economía del lenguaje que en el caso de los medios escritos es sagrado.
Pero sí podemos acatar recomendaciones como decir la niñez en lugar de los niños, la población indígena en lugar de los indígenas, la humanidad en lugar de los hombres, la juventud en lugar de los jóvenes, el electorado en lugar de los electores, la clase política en lugar de los políticos...
En fin, en este tema nos podemos quedar con los conceptos que emite la Comisión Nacional de Derechos Humanos al respecto:
“El lenguaje incluyente y no sexista se refiere a toda expresión verbal o escrita que utiliza preferiblemente vocabulario neutro, o que hace explícito el femenino y el masculino. Asimismo evita generalizaciones del masculino (masculino genérico) para situaciones o actividades donde aparecen mujeres y hombres. Con este lenguaje se busca eliminar todo tipo de expresiones y palabras que denigran o discriminan a las personas; que reproducen estereotipos de género; minimizan y frivolizan la violencia contra las mujeres.
“Utilizar lenguaje incluyente y no sexista no va a eliminar inmediatamente la desigualdad entre mujeres y hombres. No acabará con la discriminación o la exclusión, pero es una herramienta para que las mujeres y los grupos de población tradicional e históricamente excluidos sean nombrados y sea visibles”.
Estamos de acuerdo con tal planteamiento, asumimos la responsabilidad que nos toca y trabajamos en ello.
En el reciente discurso que dio Claudia Sheinbaum al recibir la constancia que la acredita como Presidenta electa destacó una frase que en muchos lados se reprodujo. “Presidenta con a”, aclaró, para referirse al puesto que ocupará y que por primera vez en la historia de México es una mujer quien llega a la Presidencia de la República.
Tomamos este detalle actual para abordar un tema que en los últimos años ha estado cada vez más presente, sobre todo para nosotros los medios de comunicación, pero en general para todo hablante o escribiente: el lenguaje no sexista.
No es un tema fácil porque su manejo, aunque es inspirador y moderno, en realidad en la práctica aún no termina de cuajar, sobre todo porque estamos acostumbrados a usar el lenguaje como lo marcan las reglas del castellano y en este asunto aún no se ponen al día ni los propios expertos.
Así es, la propia Real Academia Española, con la que nos regimos en cuanto a reglas del uso del lenguaje castellano no está de acuerdo aún ahora, en pleno 2024, con la sugerencias que hacen organismos, colectivos y grupos diversos en favor de modificar el idioma para que éste sea más neutro y menos masculino.
Y bien, en parte estamos de acuerdo con ambos puntos de vista, pero para nosotros que usamos el lenguaje escrito a diario como insumo principal para nuestro trabajo primordial, que es transmitir información, es complicado asumir por completo las sugerencias y posturas que se hacen al respecto... pero vamos aclarando, porque no es un tema sencillo.
¿Qué sí se ha adoptado por completo? Pues por ejemplo el uso del femenino en cargos, profesiones, oficios, etc., como es el caso de presidenta, jueza, diputada, ingeniera, técnica y así una infinidad de términos que desde hace muchos años ya usamos de manera usual.
¿Qué definitivamente no hemos adoptado de las sugerencias? Por ejemplo el uso de la terminación “e” para referirnos de manera genérica a personas de uno u otro sexo o que bien no quieren ser identificadas con un sexo en específico o lo que se conoce como género no binario.
Esto sólo lo llegamos a hacer en casos muy específicos de alguna entrevista con alguna persona que en especial quiera ser identificada así.
Pero bien, entre estos dos anteriores escenarios hay enmedio una infinidad de escenarios, contextos, reglas, sugerencias o recomendaciones en las que nos movemos para ir evolucionando en esto del uso de un lenguaje más incluyente y no sexista.
Es súper amplio el asunto, porque no sólo se refiere a usar el femenino para profesiones o títulos, sino que de lo que se trata es de no invisibilizar a través del lenguaje a grupos que usualmente suelen ser invisibilizados.
En fin, hay muchísima bibliografía al respecto, y muchas organizaciones y gobiernos han creado y publicitado sus propios manuales de lenguaje, desde la propia ONU hasta el Gobierno federal a través de la Secretaría de Gobernación y/o de los institutos respectivos como de mujeres, indígenas y de género, o las organizaciones de derechos humanos, y muchas más.
Lo que usualmente hacemos es consultar cuando tenemos dudas y tratar de irnos adaptando en la medida de lo posible.
Sin embargo, tratamos de irnos a lo básico, como por ejemplo, sabemos que las reglas del castellano usan el masculino como neutro, entonces si por ejemplo decimos los ciudadanos, pues en términos estrictos nos referimos a ciudadanos y ciudadanas, es decir, se incluyen las mujeres. Y aunque se recomienda evitar eso, para nosotros no es tan fácil decir, como sí lo pueden decir, por ejemplo, las personas en sus discursos: ciudadanos y ciudadanas, niñas y niños, etc.
Y no lo podemos hacer por una sencilla razón de economía del lenguaje que en el caso de los medios escritos es sagrado.
Pero sí podemos acatar recomendaciones como decir la niñez en lugar de los niños, la población indígena en lugar de los indígenas, la humanidad en lugar de los hombres, la juventud en lugar de los jóvenes, el electorado en lugar de los electores, la clase política en lugar de los políticos...
En fin, en este tema nos podemos quedar con los conceptos que emite la Comisión Nacional de Derechos Humanos al respecto:
“El lenguaje incluyente y no sexista se refiere a toda expresión verbal o escrita que utiliza preferiblemente vocabulario neutro, o que hace explícito el femenino y el masculino. Asimismo evita generalizaciones del masculino (masculino genérico) para situaciones o actividades donde aparecen mujeres y hombres. Con este lenguaje se busca eliminar todo tipo de expresiones y palabras que denigran o discriminan a las personas; que reproducen estereotipos de género; minimizan y frivolizan la violencia contra las mujeres.
“Utilizar lenguaje incluyente y no sexista no va a eliminar inmediatamente la desigualdad entre mujeres y hombres. No acabará con la discriminación o la exclusión, pero es una herramienta para que las mujeres y los grupos de población tradicional e históricamente excluidos sean nombrados y sea visibles”.
Estamos de acuerdo con tal planteamiento, asumimos la responsabilidad que nos toca y trabajamos en ello.