La escasa participación de los votantes en la jornada electoral de este domingo no es sólo un dato anecdótico.
El propio INE a nivel nacional admite que la participación fue de entre 12 y 13 por ciento, mientras que en Sinaloa se calcula entre 10 y 15 por ciento. En Culiacán, por ejemplo, la participación fue del 11 por ciento.
Es decir, 9 de cada 10 votantes se negaron a acudir a las urnas.
Nuestra tradición de participación en las elecciones para Poder Legislativo y Poder Ejecutivo nunca ha superado el 80 por ciento, de acuerdo con los registros del Instituto Nacional Electoral.
La más participativa de las últimas décadas ha sido la de 1994, cuando se llegó a un 77 por ciento en esas elecciones presidenciales.
De hecho el promedio de participación registrado en todos los procesos desde los años 90 es de alrededor de 58 por ciento, porque hemos tenido algunos procesos con poco más de 40 por ciento de participación.
En las últimas dos elecciones presidenciales acudió poco más del 60 por ciento de los votantes.
Estos datos son sólo para ilustrar que una participación de menos de 15 por ciento no es un asunto menor.
Pero lo peor es que este resultado ya se veía venir, los expertos habían pronosticado una baja participación de los electores, al ser este un proceso poco claro, confuso, de hecho, donde la mayoría de los mexicanos no mostró interés porque casi nadie lo entendió.
Así que, alerta, autoridades, no se puede minimizar un resultado catastrófico en una elección en la que se gastaron miles de millones de pesos y cuyo resultado no garantiza, en lo absoluto, una mejor impartición de justicia.
