Editorial
Los mensajes han sido claros, pero pareciera que no se han querido escuchar. La pandemia del Covid-19 sigue siendo de alto riesgo y las recomendaciones que se dieron al principio siguen tan vigentes ahora en que se ha fincado la esperanza en unas vacunas.
Porque sí, la vacunación contra el nuevo coronavirus abre la esperanza de que se eviten tantos contagios y por consecuente tantos decesos como se han registrado hasta ahora, pero eso no significa que el virus dejará de propagarse y sobre todo, no significa que desde ya, la vida vuelve a lo que era normal.
Pero no se ha querido entender y en la parte final de este año, cuando la amenaza de ser infectado es alta, mucha gente ha decidido ignorar las señales de alerta e irse a la calle de compras, como cuando hacerlo no representaba ningún riesgo.
Sí, vienen los festejos de Navidad y de Año Nuevo, pero no es ninguna obligación hacerlo si de por medio hay una alta posibilidad de adquirir el nuevo coronavirus, enfermarse y propagarlo.
Y sin embargo, como ya se ha visto en la Ciudad de México, como se ha visto en entidades del norte del País, como se ha visto en Jalisco o como está ocurriendo en las diferentes ciudades de Sinaloa, la gente se ha volcado a las calles a hacer sus compras, como si no existiera el mañana.
Y ante ello, las autoridades se han visto permisivas, sin estrategias para contener las movilizaciones, sin estrategias para inhibir las salidas y sin planes para frenar los contagios.
Sí, en tiempos normales, estos días serían los del reencuentro con las familias, el de planear las reuniones, el de celebrar un año que se va y otro que llega.
En tiempos de pandemia, estos deben ser días en que se apueste por cuidar a las familias, el de representar las reuniones, y de celebrar que se está con vida y en honrar a quienes han sido víctimas de esta emergencia. Los festejos, ya vendrán.
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