Mientras en los países desarrollados la educación es una de las plataformas donde se debate la modernidad de la sociedad en su conjunto, en México la educación pública se ha convertido en una burbuja atrapada en el pasado.

    El arranque del líder sindical de la Sección 53 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en contra de la Secretaría de la Educación de Sinaloa tuvo su lado positivo: mostrarnos con toda crudeza la primitiva forma en que se controla a los maestros en nuestro estado.

    A pesar de los enormes cambios que ha vivido México, de la transformación que han sufrido instituciones completas, y de la modernización en muchos aspectos de la vida social y profesional de los mexicanos aún arrastramos lastres como algunos sindicatos anquilosados.

    Lo irónico del asunto es que los dinosaurios de una parte de la vida política mexicana hayan conseguido medrar durante décadas en el mundo magisterial, el que debería de ser por naturaleza uno de los espacios de modernidad y desarrollo más avanzado de la sociedad mexicana.

    Mientras en los países desarrollados la educación es una de las plataformas donde se debate la modernidad de la sociedad en su conjunto, en México la educación pública se ha convertido en una burbuja atrapada en el pasado.

    Y no se trata solo de algo ideológico, es algo completamente estructural, el magisterio en México, con contadas excepciones, es el representante más diáfano de lo peor de los sindicatos, y los resultados están a la vista.

    Basta con ver el enorme crecimiento de escuelas privadas en prácticamente todo el País, ante la demanda de una educación de calidad para los hijos de los mexicanos.

    El otro síntoma evidente es la baja calidad de los estudiantes mexicanos que se forman en la mayoría de las escuelas públicas, otra vez, con honrosas excepciones.

    El maestro mexicano hace tiempo que es rehén de caciques y líderes sindicales donde lo que importa es hincarse frente a ellos, no trabajar o contar con un buen nivel académico.

    Ojalá que nuestras autoridades tuvieran la entereza de resolver este rancio paradigma.

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