Dialogar, lo complicado

    Los resultados electorales de hace una semana en Estados Unidos han dejado en evidencia un país totalmente dividido en las dos visiones que se han confrontado sobre lo que se espera para el país, entre uno que defiende las libertades individuales y otro que apuesta por la protección de los estadounidenses.

    Y aunque ese país está dividido, una de las ventajas aparentes de su sistema democrático es que es posible dialogar, llegar a acuerdos y sobre todo, responder a los compromisos que los legisladores hacen con sus representados. Eso lo tienen muy claro.

    México también está dividido. Más allá de si el apoyo presidencial es ahora de un 70 por ciento, al menos habría un 30 por ciento que opina diferente y pensar en las posibilidades de diálogo se vuelve una tarea poco probable.

    Porque de entrada, se trata de dos visiones diferentes de lo que se busca para el País y en ellas, no caben, hasta ahora, otras ideas que las que están planteando.

    Por un lado, un Jefe de Estado que adopta como imbatibles sus argumentos en los proyectos de reforma que presenta, como la electoral, y que recurre a los descalificativos de los otros que se oponen a esa propuesta.

    Y del otro lado, la Oposición, que si bien es importante que se mantenga activa en la defensa de la visión que tienen del País, han articulado también mensajes descalificativos para desacreditar la propuesta de quien hoy gobierna.

    Lo más seguro es que entre ambos proyectos, ambas visiones del País, haya puntos de coincidencia en los que se pudiera trabajar, pero hoy, dialogar es una condición que se antoja cada vez más lejos.

    Y entre estas confrontaciones, quien termina perdiendo es el País, rodeado de discusiones, señalamientos y acusaciones que resuenan en todos los ámbitos, pero sin la posibilidad de que los proyectos para México caminen.

    Tal vez haya puntos de coincidencia en los que se podría trabajar, y deberían de hacerlo, por el bien de México y sobre todo de los representados, a quienes rara vez se les rinde cuentas.

    Lo más seguro es que entre ambos proyectos, ambas visiones del País, haya puntos de coincidencia en los que se pudiera trabajar, pero hoy, dialogar es una condición que se antoja cada vez más lejos. Y entre estas confrontaciones, quien termina perdiendo es el País, rodeado de discusiones, señalamientos y acusaciones que resuenan en todos los ámbitos, pero sin la posibilidad de que los proyectos para México caminen
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