Mientras Estados Unidos se pelea con sus aliados tradicionales con base en aranceles, amenazas y ocurrencias, destruyendo lo que había construido en los dos últimos siglos, China avanza recogiendo las migajas.
Mientras el Presidente Donald Trump gobierna con base en decretos, insultos y de espaldas a la diplomacia tradicional que convirtió a Estados Unidos en la potencia dominante, China reúne a 20 jefes de estado y representantes de otros 14 países en una cumbre internacional.
La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), con sede en Tianjin, reúne entre otros, a Vladimir Putin, dictador ruso; a Narendra Modi, primer ministro de la India; y como anfitrión, a Xi Jinping, líder chino.
Hay dos vías principales para conquistar territorio: una es la fuerza, la otra es la diplomacia, y desde finales del siglo pasado China apostó a una estrategia diplomática de largo aliento, impulsada por su poderío económico.
Nada nuevo bajo el sol, Estados Unidos utilizó esta estrategia para convertirse en la principal potencia en el mundo, aunque ahora haya decidido volar todo por los aires y pelearse con amigos y enemigos por igual.
Pero más allá de los jefes de estado, llama la atención en la cumbre china la presencia de Antonio Guterres, secretario general de la ONU, validando la reunión que representa a jefes de estado de países que gobiernan al 43 por ciento de la población mundial.
Ante Guterres, el líder chino presentó al gigante asiático como el garante del “multilateralismo”, la “solidaridad” y la “cooperación”. Además de presentar a China como “una fuente de estabilidad y certeza”.
Todo lo que alguna vez defendió Estados Unidos y que hoy Donald Trump se empeña en tirar a la basura.