La Serie del Caribe es fiel representante de la región. Su historia está íntimamente ligada a los vaivenes de la política, la economía y las relaciones entre los países participantes y... Estados Unidos.
Para los conocedores de la fiesta del beisbol caribeño, la noticia del posible retiro de las representaciones de México, República Dominicana y Puerto Rico es solamente un “accidente” más en la controvertida serie que es mucho más que una justa deportiva.
Irónicamente, la serie que podría cancelarse o realizarse en una sede diferente a Venezuela el próximo febrero, nació ahí, en su capital, Caracas, en 1946, gracias a la visión de un par de empresarios que la llevarían al resto de la región.
El retiro de tres de las principales potencias económicas, políticas y beisboleras del certamen podría ser muy polémica, pero la verdad es que cuesta pensar que podría haber otra salida.
Con el Ejército de Estados Unidos desplegado frente a las costas venezolanas y la amenaza realizada por el propio Presidente de la Unión Americana, Donald Trump, de atacar de forma inminente el territorio venezolano, no hay evento internacional que tenga futuro en esas condiciones.
La inestabilidad que sacude a Venezuela raya en el absurdo y nadie con un poco de sentido común le puede creer al comité organizador que puede garantizar la seguridad de jugadores y del público en un país donde podría estallar un conflicto armado en cualquier momento.
Otra razón muy sencilla para entender el proceder de las organizaciones deportivas que se retiran de Venezuela es su posición frente a Estados Unidos: México es su aliado comercial, Puerto Rico su estado libre asociado y la economía de la República Dominicana vive de los dólares americanos.
Así las cosas, se antoja difícil que regrese el beisbol caribeño a Venezuela, a menos de que las cosas cambien por allá y Nicolás Maduro deje de seguir mandando en ese país.