Editorial
Andrés Manuel López Obrador intenta traspasarle a la ciudadanía la responsabilidad de la decisión de continuar o no el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, a través de una consulta ciudadana.
Visto desde su punto de vista la consulta es una forma democrática de tomar la decisión, visto desde el punto técnico la consulta es un llamado al desastre.
Preguntarle a la población por una decisión que deberían de estar tomando los especialistas no es otra cosa que “escurrir el bulto”, traspasar el problema o “curarse en salud”.
Para empezar, el simple hecho de que la consulta provenga de AMLO la politiza, todos sabemos qué piensa él del proyecto, lo dijo hasta que se cansó durante su campaña para Presidente y eso inevitablemente pesará a la hora de preguntar.
También sabemos que la ciudadanía en México sólo acude a las urnas en masa de dos maneras: cuando es acarreada o cuando un momento histórico la saca de su letargo.
Y como decidir sobre el futuro de un aeropuerto no motivará a muchos, sólo asistirán los seguidores de López Obrador, por lo que los resultados de la consulta podrían ser declarados ya sin tener que ir a consultar a un adivino.
El problema es que después de tomar una decisión en contra del nuevo aeropuerto lo único que habremos conseguido será un cambio de 360 grados, o sea llegaremos al mismo lugar en el que estábamos en tiempos del PRI y del PAN: en el de los “elefantes blancos”.
No nos interesa dejar tiradas más obras, ni estamos a favor de seguir derrochando más dinero en proyectos faraónicos, lo que nos interesa es una nueva forma de que se hagan las cosas.
Si los especialistas dicen que hay que terminar el aeropuerto, que se haga de la manera más transparente y eficiente, demostrando que pueden sacar adelante proyectos sin derroche.
Y si los especialistas dicen que no hay que hacerlo que lo conviertan en otra cosa, pero con la misma transparencia.
Suscríbete y ayudanos a seguir
formando ciudadanos.
