Toda guerra roza el absurdo. Toda guerra es antinatural y niega a la humanidad, la civilización y el desarrollo, pero la guerra entre Estados Unidos y Venezuela es, con mucho, la guerra más absurda que se haya podido imaginar.
El conflicto desatado por Estados Unidos es una guerra que no existe, debido a que nunca ha sido declarada, sin embargo, las bombas comienzan a caer y la lista de cadáveres inicia su carrera.
Atracada frente a las costas venezolanas, en el transitado Mar Caribe, la flota estadounidense se balancea desde hace semanas a la espera de descargar su carga mortal, mientras Maduro, el Presidente venezolano llama a las filas a un pueblo agotado por el hambre, las promesas vacías y la bota de una dictadura que tampoco ha sido declarada.
Y si la guerra no ha sido declarada, pero caen las bombas, y la dictadura no se reconoce, pero se impone a un Presidente que pierde las elecciones, sólo hay algo que nadie puede negar: hay hambre, enfermedades, miedo y muertos, muchos muertos.
En el conflicto entre Estados Unidos y Venezuela colisionan dos personajes: Donald Trump y Nicolás Maduro, los dos cuestionados por su falta de coherencia, la facilidad con la que provocan un incendio y su papel de villanos en el escenario mundial.
Trump se ríe de los milicianos que arma Maduro para que lo defiendan en caso de un ataque estadounidense, mientras Maduro intenta construir algo parecido a un ejército, sin dinero y sostenido a fuerza de discursos.
Nadie sabe cómo terminará esta sangrienta telenovela, lo que sí se sabe es que el pueblo venezolano volverá a sufrir.