Se desplomó un tramo de una línea del Metro en la Ciudad de México, la violencia arrasa con los candidatos y candidatas por todo el País, la pandemia todavía consume la vida de muchos mexicanos, pero la política no para.
Todavía faltan tres años para el proceso electoral que renovará la Presidencia en México, pero ayer ya se destapó el primero con posibilidades, el Senador morenista Ricardo Monreal, utilizando a un candidato de los muchos que controla para dar a conocer sus ambiciones.
Siendo justos, podríamos decir que el primero que destapó sus ambiciones fue otro Ricardo, el del PAN, el llamado “canallín”, pero Anaya ni siquiera se encuentra en el poder, así que vemos más difícil que pueda hacer válidas sus aspiraciones.
El asunto es que sufrimos un escandaloso síndrome de autismo político en este País. Nuestros gobernantes viven una eterna fiesta alejada de la realidad, donde toda la ciudadanía ve cómo nos desbarrancamos en un desfiladero, menos ellos.
Cómo es posible que nuestros políticos no se detengan ni siquiera a reconocer el desastre en que han convertido a México y en lugar de eso se la pasen de carcajada en carcajada, repartiéndose el botín del poder.
Estas elecciones serán recordadas por la extrema violencia que ejerció la delincuencia organizada en pleno proceso electoral, no ya una violencia dispersa o fortuita, sino una violencia perfectamente dirigida en contra de cientos de candidatos y candidatas.
Pero también serán recordadas por la extrema pobreza y el bajo nivel moral, político y una pésima preparación de los candidatos a elegir, ora sí que no hay ni a quién irle.
No hay una sola propuesta en los miles de candidatos y candidatas que haya hecho soñar a los electores, que haya despertado la esperanza y las ilusiones de algo bueno por venir.
Todo se resume en una fiesta violenta y un montón de discursos donde se evitan los temas trascendentales.
Suscríbete y ayudanos a seguir
formando ciudadanos.
