Desde hacía varias semanas se había generado el rumor que finalmente se concretó este martes en la Asamblea de Dueños de la Liga MX: la franquicia del Mazatlán F.C., que pertenece aún a Ricardo Salinas Pliego, sería vendida a Emilio Escalante, del Atlante.
Sin duda, esta noticia pegará en el ánimo de los seguidores del equipo para el torneo del Clausura 2026 que seguirá jugando en el Estadio El Encanto, y lo hará también en la ciudad, que se había beneficiado de los juegos de la primera división del futbol mexicano.
Mazatlán aprendió a convivir también con el futbol, en una ciudad en la que ha predominado el beisbol profesional con el tradicional equipo Venados de la Liga Mexicana del Pacífico.
Hizo posible que esa pasión que se manifestaba detrás de los televisores siguiendo a los equipos favoritos del futbol mexicano, se trasladara hacia las gradas, en un estadio construido ex profeso para alojar a la élite futbolística mexicana.
Y son varias las lecciones que esta aventura ha dejado para la ciudad y para la entidad. Primero, que es posible construir nuevos públicos deportivos y encontrar lealtad para que también sean rentables económicamente.
Se necesita de la participación de todos para que eso resulte un éxito y que se convierta en parte de la identidad.
Y también, abre la pregunta de hasta dónde es permisible que el Gobierno apueste a la construcción de un estadio, como “El Kraken”, al que se destinaron 700 millones de pesos para que el Mazatlán F.C. pudiera operarlo por un período de 10 años.
Sí, es importante que el Gobierno construya la infraestructura deportiva suficiente, pero también, importa que los estatutos de su operación sean para beneficio del Estado y no solo para particulares.
Una aventura está por llegar a su fin, pero habrá de iniciarse otra, en la búsqueda de darle un uso a esa infraestructura creada para que Mazatlán estuviera en la élite del deporte mexicano. El tiempo corre, y habrá que encontrarle una salida.