Editorial
Algo mal estamos haciendo cuando en un país a los únicos que les está yendo bien económicamente es a los políticos y a la burocracia.
Resguardados detrás de sus escritorios y bien alimentados por sus cheques quincenales, la clase social constituida por la burocracia va camino a convertirse en la clase privilegiada de México.
Con los empresarios derrumbándose debido al desastre económico provocado por la pandemia y las escasas oportunidades para pequeños, medianos y micronegocios, el panorama a corto y mediano plazo es desolador.
Quizá los más afectados por la situación económica son los negocios más pequeños, desprotegidos de cualquier apoyo económico o la bendición de los bancos, la señora que viajaba a Guadalajara a traer ropa, el pequeño artesano, el vendedor de cualquier cosa.
Pero los grandes negocios también sufren, el manto protector que significa una economía en crecimiento ha desaparecido, en estos momentos ya no se trata de generar ganancias, se trata de sobrevivir.
¿Y qué podemos decir de los empleados que ven perder su trabajo mientras las empresas cierran? Nada más triste y desolador que un padre y una madre de familia que no saben de dónde saldrá el sustento económico de sus hijos en los próximos meses.
Mientras, el burócrata recibe su cheque sin falta, llueve, truene o relampaguee, así haya ido a trabajar o disfrute de unas largas vacaciones debido a los efectos del virus.
¿Y los políticos? Los culpables de la situación en la que nos encontramos no solo reciben sus dietas, bonos, ayudas, compensaciones, además son los encargados de repartir los recursos del erario público.
En estos tiempos, el sacrificio debería de ser parejo y deberían ser ellos los que deberían poner el ejemplo.
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