No hay área de la sociedad que no haya sido afectada por la pandemia, de sur a norte y de este a oeste, México es un resumen de los estragos del virus, pero quizá no haya otras actividades más afectadas que el deporte y el arte.
Dos generaciones de jóvenes mexicanos han tenido que abandonarlo todo y regresar a sus casas a esperar, mientras la oportunidad que da la juventud y la vida transcurren lentamente a ritmo de contagios y semáforos de colores.
Actualmente y con el virus apaciguado, aunque ya resuenan los tambores que anuncian la inminente llegada de la “cuarta ola”, el deporte a nivel profesional ha vuelto a la televisión y algunos a los estadios, pero el deporte amateur sigue profundamente afectado, y no se diga el patrocinado por los gobiernos.
Mantener las escuelas cerradas, además de afectar la educación de niños y niñas, los aleja completamente del deporte, apenas existen algunas opciones en clubes o escuelas privadas, pero la mayoría se ha dedicado a engordar y ver pantallas.
En el arte, las cosas están que arden, bienaventurados los que cuentan con algún chequecito fijo, pero la inmensa mayoría de nuestros artistas dependen de lo que hacen día a día.
Hoy, la mayoría de nuestros artistas se dedican a otra cosa, el talento ha sido almacenado en espera de que se reabran teatros, ágoras, galerías y centros culturales.
Y todos sabemos que la parálisis en cualquier cosa es un gran riesgo de terminar en otra cosa, pero son pocos los que a estas alturas se pueden dar el lujo de mantener sus vocaciones mientras les rechina la panza de hambre.
En Sinaloa, el recién estrenado Gobierno de Rubén Rocha Moya ha anunciado su interés por apoyar el deporte y la cultura, pero enfrascado en el cierre de año, seguramente estás promesas tendrán que esperar.
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