Cuando pensamos en víctimas de esta violencia intestina que azota a Sinaloa desde hace meses, y años, se ve como rostro del dolor a las madres de esas víctimas.
Fiel reflejo son, por ejemplo, las madres buscadoras o rastreadoras, porque ciertamente los colectivos de búsqueda de personas desaparecidas están en su mayoría integrados por mujeres, por señoras.
Sin embargo, en la víspera de la celebración del Día del Padre, es importante resaltar que también hay padres integrados a estos colectivos, y sobre todo no olvidar que hay cientos de padres que son víctimas ellos mismos o sus hijos.
Siendo jóvenes la mayoría de las víctimas de los homicidios y las desapariciones, detrás de cada uno hay un padre también víctima, que sufre, que se rompe igual que una madre.
Alrededor de mil 500 asesinatos y misma cifra de personas privadas de la libertad en Sinaloa en la actual ola violenta, arroja casi misma cantidad de padres sufriendo.
En una sociedad maternalista como la mexicana, en cuanto a sufrimiento, a veces es fácil olvidar a los padres que atraviesan una pérdida.
En Sinaloa también hay padres rotos, que han perdido a un hijo, a una hija, que los han enterrado o los buscan en la tierra.
En este Día del Padre, la celebración va por esos padres buscadores, por esos padres víctimas, por esos padres que han sido despojados de sus hijos.
Por ellos, este domingo, elevamos la exigencia de la sanación que Sinaloa requiere para esos padres víctimas de la ola de violencia.
