Después de la tormenta, El Vaticano busca la calma... El Papa Francisco fue la revolución, sus reformas vistas desde afuera pueden verse hasta moderadas, pero implementadas en una institución que tiene a la tradición como piedra sagrada, fueron un terremoto.
Obligado muchas veces a caminar solo, apoyado por los menos y criticado y abandonado por muchos, Francisco enfrentó los temas que ningún Papa se había atrevido: la pederastia, la corrupción, los privilegios, la grave crisis económica que amenazaba a la Iglesia al completo.
Esto habría sido suficiente para alborotar a muchos, pero Francisco no se quedó ahí, apoyó a los divorciados para que pudieran volver a casarse, recibió a trans, dio la bendición a los homosexuales, abrió las puertas a las mujeres en los altos cargos de El Vaticano, y llegó a poner en la mesa de la discusión el celibato de los sacerdotes, aunque en ese tema no le alcanzó el tiempo.
Tantos cambios en 12 años, en una institución que apenas había cambiado en casi 2 mil años, un esfuerzo titánico que le pasó factura y que lo dejó incluso profundamente solo en medio de una curia que se sentía, por primera vez en la historia, llamada a rendir cuentas.
Las primeras palabras de su sucesor, León XIV, dan la clave de su elección: “puentes de paz”, “juntos”, “continuidad”. El Cardenal Robert Francis Prevost encarna todo lo que la Iglesia católica necesita para salir de la conmoción provocada por el Papa Francisco.
Es de origen estadounidense, lo que permitiría mejorar la recolección de diezmos por El Vaticano en Estados Unidos, una de las iglesias más ricas del mundo y que se resiste a compartir su riqueza con Roma.
Aunque estadounidense de origen, León XIV es ante todo latinoamericano, después de pasar décadas en Perú, un Cardenal encumbrado directamente por el Papa Francisco, y un conocedor profundo de la Iglesia pobre latinoamericana.
Un león para comunicar a la Iglesia católica más rica con la más pobre, un hombre para conectar a la curia rebelde y a la más conservadora, un Papa para todos.