Editorial
Nadie tiene certeza real del impacto de la pandemia provocada por el Covid-19, la política se ha encargado de deformar de tal manera los resultados de las mediciones, que el mundo ya no sabe lo que realmente está pasando.
Las cifras discurren todos los días, como un bombardeo incesante de nuevos contagios, personas sospechosas, recuperadas, pero sobre todo de fallecidos, superando cualquier pronóstico, aún los más catastróficos.
Las cifras son maquilladas según sea el interés del momento, nadie quiere ser el epicentro, el lugar con más contagiados, con el mayor número de muertos; la política compite por torcer lo más que se pueda los números, como si se pudiera ocultar el tamaño de la tragedia.
Y si la lista de muertos no fuera suficiente, en México van más de 63 mil, la pandemia ha provocado un enorme agujero en las finanzas internacionales, uno tan peligroso como el virus mismo.
No hay nadie que se haya librado de los efectos del virus, incluso los empresarios más sólidos, todos tienen una historia terrible que contar: ventas a la baja, personal contagiado, cierre de sus negocios.
Y lo peor es que no solo se ha politizado la pandemia, también ha ocurrido el mismo fenómeno con las posibles vacunas que se alistan para intentar ayudarnos a enfrentar el virus.
No hay Mandatario que no sueñe con contar con la vacuna, y en ese afán se miente, se gasta y se intenta estar ubicado en el mejor sitio de la lista de los países, estados o ciudades que la recibirán primero.
Incluso para algunos políticos su carrera política depende de la vacuna, para otros significa un gran negocio, pero realmente pocos piensan en los contagiados.
México no es la excepción, la pandemia se ha enfrentado con discursos y buenos deseos, pero en realidad no estábamos preparados para enfrentar la pandemia, y a pesar del derroche y los buenos deseos todavía estamos muy lejos de superarla.
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