"A diferencia de lo que sucedió con Vicente Fox, que logró influir en la designación del Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN desde antes de su nominación, Calderón perdió la partida"
Melissa Sánchez
Salvo estos primeros 11 meses de gobierno calderonista, la dirigencia del Partido Acción Nacional siempre ha estado de la mano de la Presidencia de la República blanquiazul, por ello la salida de Manuel Espino era inevitable e inaplazable, pues las diferencias son evidentes y, peor aún, chocan con el estilo personal de gobernar y los planes de Felipe Calderón.
A diferencia de lo que sucedió con Vicente Fox, que logró influir en la designación del Presidente del Comité Ejecutivo Nacional desde antes de su nominación; Calderón perdió la partida, en marzo de 2005, frente a la Presidencia y la Secretaría de Gobernación.
En marzo de 1999, Fox impulsó la designación de Luis Felipe Bravo Mena y, con su elección, se apuntó uno de los primeros claros triunfos en su ruta para obtener la candidatura presidencial del PAN y, posteriormente, sacar al Partido Revolucionario Institucional de Los Pinos.
Por lo mismo, cuando Fox llegó a la Presidencia contó con el respaldo de la dirigencia panista, que además en ese momento se encontraba todavía embriagada con el primer triunfo presidencial.
Justamente por este regocijo ni siquiera exigieron un mayor número de puestos en el gabinete y, menos todavía, pensaron una estrategia que les permitiera posicionar al partido para las diferentes batallas electorales, ya que confundieron la crisis priista, manifiesta particularmente en los resultados de los comicios del año 2000 y 2001, con un auge blanquiazul.
El júbilo mermó, entre otras razones, porque los resultados electorales favorables empezaron a revertirse, como fue evidente en las elecciones legislativas de 2003; y porque algunos grupos panistas no se sentían plenamente identificados con el Gobierno foxista, particularmente por la ausencia de blanquiazules en los puestos relevantes del Gobierno federal.
En función de lo anterior la contienda por la dirigencia nacional blanquiazul fue una cerrada lucha entre Carlos Medina Plascencia y Luis Felipe Bravo Mena. Aunque el mismo Medina Plascencia consideraba que contaba con el respaldo de la Presidencia, la realidad es que Fox apostó por la reelección de Bravo Mena y, nuevamente, la logró.
Tres años después, en 2005, con más fracasos electorales a cuestas, la incertidumbre de repetir el triunfo electoral del 2000 y la lucha por la candidatura presidencial panista ya francamente declarada (Felipe Calderón, Francisco Barrio, Alberto Cárdenas, Santiago Creel y el mismo Medina Plascencia, estaban ya en plena precampaña), la contienda por la presidencia del blanquiazul fue todavía más disputada, pues los cuatro precandidatos consideraban que ésta era el preludio de su propia elección y, por lo tanto, el ganador de la misma se posicionaría favorablemente para la selección interna a fines de ese mismo año.
Calderón, Barrio y Cárdenas, además de varios de los más prominentes panistas apoyaron a Medina Plascencia en su segundo intento por llegar al liderazgo del partido y, del otro lado, Santiago Creel y Marta Sahagún respaldaron (aunque nunca lo manifestaron públicamente) la candidatura de Manuel Espino.
El respaldo de las más conocidas figuras blanquiazules hizo pensar que Medina debía ganar la elección con cierta facilidad, sin embargo, subestimaron a Espino, quien desde la secretaría general del CEN había nombrado a un buen número de consejeros, además de que realizó un arduo trabajo de base.
Además se olvidaron de la fuerte cultura presidencialista de los mexicanos y las llamadas de Los Pinos y Gobernación, finalmente rindieron sus frutos. El resultado fue el triunfo de Espino ante la sorpresa de muchos panistas.
Así Fox intervino directamente en la designación de los últimos dos presidentes del CEN blanquiazul (Bravo Mena, en dos ocasiones y Espino, en una) y ambos trabajaron coordinadamente con él; los problemas empiezan cuando, a pesar de los oficios de Espino, Calderón les gana la contienda interna y es designado candidato a la Presidencia en noviembre de 2005.
De inmediato Calderón conformó su propio equipo de campaña (coordinado inicialmente por Juan Camilo Mouriño y Josefina Vázquez Mota), designó al representante blanquiazul ante el Consejo General del Instituto Federal Electoral (Germán Martínez) y colocó a un Secretario General Adjunto del CEN panista (César Nava). Así se repitió la historia del Partido Revolucionario Institucional, el candidato construyó su propia estructura electoral por su desconfianza en la partidista, fiel todavía al Presidente en turno.
Con la toma de posesión, el primero de diciembre de 2006, las diferencias entre Espino y Calderón se hicieron más evidentes y los problemas se recrudecieron. A diferencia de Fox, Calderón es un hombre de partido y lo considera una pieza clave en sus planes políticos y de gobierno.
Aunque él (Calderón) se mantiene en la trastienda, sus operadores sí participan, y muy activamente, en los procesos de designación de candidatos y dirigentes del partido, lo cual fue evidente particularmente en la designación del candidato a Gobernador de Yucatán y la elección del dirigente nacional juvenil. Calderón sí quiere recompensar y posicionar a sus principales colaboradores de campaña y, obviamente, mantener o ganar más puestos electorales.
Pero también requiere el apoyo del partido para impulsar y defender los principales programas de su gobierno, así como para trabajar coordinadamente en la agenda legislativa. Calderón sí pretende hacer un frente común y coordinado entre gobierno y partido para gobernar y ganar elecciones. Y esto era imposible con Espino al frente.
Sin embargo, hoy todavía no es muy claro quien aceleró los tiempos de la sucesión interna, pues aunque es evidente que ésta fue motivada por la decisión de Germán Martínez de abandonar la Secretaría de la Función Pública para dedicar el cien por ciento de su tiempo a hacer proselitismo en busca de la dirigencia panista, no es muy claro a quien favorece más este movimiento: si a Calderón, que acelera la toma del partido, o a Espino, que limita la labor de promoción de Martínez y gana espacio para la negociación. Hasta hoy todas las señales indican que Espino no se presentará a la contienda interna y ya busca una salida decorosa.
Así no hay novedades: el Titular del Ejecutivo mantiene el control del partido en el gobierno, aunque las formas y los tiempos son notablemente distintos en el PAN; en el blanquiazul se cuidan de no violentarlos y respetar las estructuras y personalidades del partido, pero finalmente los resultados son los mismos y los partidos no logran desempeñar a plenitud su rol de intermediarios entre la ciudadanía y las instancias de gobierno, al convertirse fundamentalmente en instrumentos del Ejecutivo en turno.