Jesús González Schmal*
Tras el nacimiento de mi hija reestructuré mis prioridades, después de más de una década en la institución jamás estuve más convencida de querer renunciar a mi puesto en el trabajo, quise ser congruente entre mi sentir y pensar, tomé muy en serio mi rol materno como trabajo de tiempo completo, y opté por acompañar y disfrutar a Mariana en nuestro nuevo recorrido, amén.
Presumí mi ocupación de ser ama de casa, rompí paradigmas de mis conocidos aunque desde mi casa no pude decir no a ser tutora a distancia, mi profesión de vez en cuando se sacude y renace entre pañales, champú de sonrisas, besos babeados, cariño, toallitas húmedas, desveladas, carcajadas, amor, amor y más amor. Surge alguna terapia, curso, diseño de materias, etcétera.
Y mis ideas fluyen a partir de la media noche cuando nuestra pequeña ya está descansando, después de 31 meses me cansa lo cansada...
Observo y valoro como nunca antes a las mamás luchonas, trabajadoras, las mujeres que como dice Héctor Abad en su artículo "Elogio de la mujer brava": exigen, trabajan, producen, joden y protestan.
Hace tiempo nos reenviamos entre mis amigas un correo electrónico que generó muchas risas y catarsis por identificarnos con la protagonista anónima, se los comparto sin el lenguaje florido que te puedes imaginar si tu superyó te lo permite:
Confesiones de una mujer moderna...
Son las 6:00 AM. El despertador no para de sonar y no tengo fuerzas ni para tirarle contra la pared.
Estoy acabada. No querría tener que ir al trabajo hoy. Quiero quedarme en casa, cocinando, escuchando música, cantando etcétera.
Si tuviera un perro, lo pasearía por los alrededores. Todo, menos salir de la cama, poner primera y tener que poner el cerebro a funcionar.
Me gustaría saber quién fue la bruja feminista que tuvo la idea de reivindicar los derechos de la mujer.
Estaba todo tan bien en el tiempo de nuestras abuelas: ellas se pasaban todo el día intercambiando recetas con sus amigas, enseñándose mutuamente remedios caseros, decorando la casa, plantando flores, recogiendo legumbres de las huertas y educando a sus hijos.
La vida era un gran curso de artesanos, medicina alternativa y cocina.
¡Si ya teníamos la casa entera! ¡Todo el "#$%&/ barrio era nuestro, el mundo a nuestros pies!
Teníamos el dominio completo sobre los hombres; ellos dependían de nosotras para comer, vestirse y para hacerse ver bien delante de sus amigos, si puros amigos porque las mujeres no trabajábamos y no había en sus oficinas ninguna mujer buenísima, con un cuerpazo de tentación, divorciada o separada tratando de vivir y ganarse el pan.
Ahora ellos están confundidos, no saben qué papel desempeñan en la sociedad
Ese chistecito, acabó llenándonos de deberes. Y lo peor de todo, ¡acabó lanzándonos dentro del calabozo de la soltería crónica aguda!
Antiguamente los casamientos duraban para siempre. ¿Por qué, díganme por qué, un género que tenía todo lo mejor, que sólo necesitaba ser frágil y dejarse guiar por la vida, comenzó a competir con los machos?¿A quién jodidos se le ocurrió?
No aguanto más ser obligada al ritual diario de estar flaca como una escoba, pero con chichis y nalgas duras, para lo cual tengo que matarme en el gimnasio, además de morir de hambre, ponerme hidratantes, antiarrugas, padecer complejo de radiador viejo tomando agua a todas horas, y demás armas para no caer vencida por la vejez, maquillarme impecablemente cada mañana desde la frente al escote, tener el pelo impecable y no atrasarme con las mechas, que las canas son peor que la lepra; elegir bien la ropa, los zapatos y los accesorios, no sea que no esté presentable para esa reunión de trabajo.
No me falta más tener que decidir qué perfume combina con mi humor, instalarme todo el día frente a la compu trabajando como una esclava, moderna, claro está, con un teléfono en el oído y resolviendo problemas uno detrás de otro, que además ni siquiera son míos!
Todo para salir con los ojos rojos, por el monitor, claro, porque para llorar de amor no hay tiempo y cual amor si mi marido me mandó por un tubo. ¡¡Y mira que teníamos todo resuelto!!!
Estamos pagando el precio por estar siempre en forma, sin estrías, depiladas, sonrientes, perfumadas, uñas perfectas, sin hablar del currículum impecable, lleno de diplomas, doctorados y especialidades.
¿No era mejor, mucho mejor seguir tejiendo en la silla mecedora? Si nosotras ya sabíamos que teníamos un cerebro y que lo podíamos usar.
¿Para qué fregados había que demostrárselo a ellos? Ay, Dios mío, son las 6:30 AM y tengo que levantarme...
¡Ah! y si tienes hijos es peor si hablamos de obligaciones, porque entonces aparte de ser flaca y moderna, también tienes que ser madre, amiga, sicóloga, doctora, maestra, llevarlos a la escuela, llevarlos al ballet, al karate, hacer la tarea, los regalitos de los compañeritos y no hablemos ya de las fiestas infantiles porque esa es otra historia.
Y te vas a hacer despensa a las 9:00 P.M. , claro ahí en el súper te encuentras a la mitad de tus amigas que andan en las mismas que tú, llegas a tu casa a las 11:00 de la noche, todavía a acomodar cosas, dar de cenar, lavar trastes, revisar tareas, arreglar los uniformes, etcétera.
¿Piensas que estoy ironizando? No, mis queridas colegas, inteligentes, realizadas, liberadas... Y abandonadas mujeres luchonas y emprendedoras. Éste es un reflejo fiel del estilo de vida competitivo que hemos elegido.
Sacamos fuerzas del cansancio y continuamos, el resultado: la satisfacción personal.
¿El costo? Cada quien se cotiza de acuerdo a su escala axiológica. ¿Qué opinan?
Saludos a las mujeres bravas, exitosas y dignamente exhaustas.
nogll@hotmail.com