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"Reflexiones"

"Acerca de la indignación social y la realidad actual"

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15/11/2014 00:00

    Héctor Tomás Jiménez

    Pocas veces en mis reflexiones sabatinas, escribo en primera persona y sobre todo, con sentido crítico de la realidad social que vivimos diariamente. Por lo general, mis reflexiones van siempre con el interés de mover las conciencias a través de la reflexión, abordando temas de la cotidianidad del ser humano y sobre todo, de la necesidad de que seamos mejores personas.
    Esta es y ha sido mi línea editorial y no pienso cambiarla, pero el día de hoy, siento la enorme necesidad de expresarme por todo lo que estamos viviendo a nivel nacional en las últimas semanas, pues decir las cosas que lastiman e indignan en voz alta, es también como una acción terapéutica con la cual puedo aliviar el dolor que hoy siento, pues soy también padre de familia y abuelo, y no puedo permanecer indiferente ni dejar de sentir el dolor de los padres de familia que mantienen viva la esperanza de ver de nuevo vivos a sus hijos.
    No hay duda, también escribo buscando ser una especie de caja de resonancia frente a una sociedad donde por lo general permanecemos pasivos frente a los problemas y las injusticias, todo bajo la premisa de que eso sucede en otros lados y a otras familias. ¡Pero no!, lo que le sucede a mis hermanos mexicanos de Veracruz, de Tamaulipas, del Estado de México, de Guerrero y de todos los estados del País, es también de mi incumbencia y estoy obligado moralmente a proponer soluciones dentro del orden, la tolerancia y la justicia.
    Van pues mis reflexiones y mis palabras, como si fueran una serie de argumentos en marcha silenciosa que van buscando conciencias donde anidarse y crear compromiso frente a mis propios hermanos mexicanos.
    Podríamos decir parafraseando el inicio del Manifiesto del Partido Comunista (1848) que: "Un fantasma recorre nuestro país, el fantasma de la desolación". En efecto, si por desolación entendemos sufrimiento, tristeza, angustia y dolor en lo emocional, y por el lado de la realidad una percepción de vacío institucional, entonces significa que estamos como País al borde del resquebrajamiento social, de la ruina económica y de la degradación moral de los ciudadanos.
    Todos los indicadores que estamos viviendo hoy en día nos hablan de ello, y aunque en teoría las crisis sociales sirven para el alumbramiento de una nueva y renovada sociedad, lo lamentable es que no se vislumbra en el horizonte ni hacia dónde vamos ni cómo vamos a construir la nueva moral social, que en esencia significaría la construcción de un nuevo País.
    Si las revoluciones han servido históricamente para la renovación, en ellas se identifican siempre personas, líderes morales que enarbolaron causas de justicia, libertad, fraternidad entre otros, y en nuestro caso, tampoco se percibe la existencia de estos líderes sociales. En una palabra, hoy en día el País es un polvorín, pero nadie sabe cuándo puede explotar ni que nueva realidad nos espera.
    No tengo ninguna duda, Ayotzinapa se está convirtiendo en el motivo de la revuelta social, aunque la causa real sean cuestiones multifactoriales como son la corrupción, la narcopolítica y la impunidad entre otros, donde pocos son los CÓRDOVAque se salvan, los partidos políticos, los sindicatos, los banqueros (extranjeros), los empresarios (grandes corporativos) y, junto con ellos, muchos ciudadanos que como rémoras buscan las migajas que se generan a río revuelto. ¿Quién se salva? ¿Díganmelo por favor?
    El País se está desmoronando, todos los macroindicadores nos lo demuestran, los salarios comprimidos, los servicios básicos en franco proceso de encarecimiento (combustibles y lubricantes), el desempleo creciendo, la hacienda pública ahorcando cada vez más a los contribuyentes, los márgenes de maniobra y de nuevas inversiones restringidos, las evidencias de corrupción política a la orden del día por la ostentación y el descaro, y es entonces cuando nos preguntamos: ¿Qué rumbo lleva nuestro País? ¿De qué están sirviendo las llamadas reformas estructurales?, y las respuestas quedan en el vacío, sólo nos queda como recurso humano, la oración y la fe en un ser superior que nos conforta el alma y el vacío existencial derivado de la impotencia y la amargura de ver este resquebrajamiento social.
    Es por ello que propongo desde ahora, crear una enorme masa crítica de personas, que cada día y en la tranquilidad del hogar y al lado de los seres queridos, hagamos al menos diez minutos de oración (un Padre Nuestro) y pidamos la sabiduría para lograr la paz y la tranquilidad tanto en lo individual como en lo social. ¡Mil gracias por aceptar ser parte de esa masa crítica y propongo lo hagamos todos a las 9 en punto de la noche!
    JM Desde la Universidad de San Miguel
    udesmrector@gmail.com