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Cuando estaba en la secundaria, la maestra de química, en el flamante laboratorio del Anglo, nos mostró una vez una botella plástica con un líquido transparente. Era, nos dijo, agua destilada. El agua destilada se empleaba en el laboratorio porque era agua sin trazas de minerales, de PH completamente neutro, que actuaba sin alteraciones en las reacciones químicas.
Podíamos ver que era incolora, oler que era inolora, pero no debíamos probar que era insípida, porque el agua destilada no se debe de beber. Nos explicó que al no tener minerales, el agua destilada de hecho causaba deshidratación, pues absorbía minerales del cuerpo para neutralizarse. Es lo que hace el agua destilada: disolver.
Años después (no tantos, quiero creer), apareció el agua embotellada libre de minerales. El agua sin nada, decían en la tele; sin sodio, ni calorías, cosas que no nos habían preocupado del agua hasta entonces. El agua destilada consiste en agua que no proviene de manantial, o que al menos provenir de manantial es lo más irrelevante, porque pasa procesos que la limitan exclusivamente a H2O.
La asociación internacional de botellas de agua se defiende diciendo que sólo se necesitan 1.46 litros para hacer un litro de agua, que sigue siendo más saludable que beber un refresco, y que no utiliza tanta agua: en Estados Unidos, más de tres cuartas partes del agua se consume en plantas termoeléctricas e irrigación de cultivos.
Pero no quita el hecho de que una industria que equivale al 0.01 por ciento de consumo de agua en Estados Unidos contamine 17 millones de barriles de petróleo al año (casi un décimo del petróleo anual de Pemex), que Estados Unidos recicló unos 12 mil millones de botellas el año pasado, pero otras 40 mil millones fueron usadas y no se alcanzaron a reciclar (porque el consumo supera la capacidad de reciclaje según Annie Leonard buena parte de las 12 mil millones de botellas recicladas están siendo quemadas en los sobresaturados centros de reciclaje de plásticos de India, tras haber cruzado dos océanos) y que ninguna evidencia sugiere que el agua embotellada sea más saludable que el agua de la llave; de hecho, por el contrario, contiene partículas de plástico reciclado, de antibióticos, de pesticidas y de antimonio. Y según una reciente investigación en los manantiales de Pepsi y Cocacola en Niágara, también tiene E. Coli.
El precio del agua embotellada ha sido factor para volver al sabor a río del agua del grifo. Eso, y los 20 kilos al hombro del garrafón azul (el famoso garrafón azul es tan tóxico que sólo un país como el nuestro se atreve a usarlo para el agua embotellada: su código de reciclaje debería ser 0 o 1, para ser considerado "apto" para consumo humano, pero lleva un descarado 7). Aun así, el temor injustificado sigue atemorizando a mi familia. En casa sólo se toma el agua que ha pasado por dos filtros si es que se va a hervir. El agua destilada, aquella que en mi niñez fuera proscrita, sigue siendo el vital veneno de todos los días.