Sugey Estrada/Hugo Gómez
El 3 de junio de 1961 se lanzó con éxito la publicación de un cómic de Pedro Zapiain sobre un indio yaqui, conocido como Alma grande.
De acuerdo a la historieta, en la época de la Revolución Mexicana los pueblos fronterizos fueron objeto de la rapiña de muchos bandoleros, debido a que los hombres de los poblados habían partido para unirse al movimiento armado.
En una de esas trifulcas, una india yaqui fue asesinada y su hijo pequeño abandonado. Los coyotes querían comérselo, pero una coyota lo defendió y crió, emulando la leyenda de Rómulo y Remo.
Pasado el tiempo, un hombre pelirrojo apodado "El sueco" se convirtió en amigo inseparable del joven yaqui, quien lo rescató del ataque de unos bandidos y, agradecido, el pelirrojo "bautizó" al indio: "Eres un salvaje, una bestia, pero tienes el alma muy grande".
La historia, ya no un cómic, registra la figura de un ser humano ejemplar, a quien también se le llamó Alma grande.
Mohandas Karamchand Gandhi, quien logró la independencia de India del poder británico el 14 de agosto de 1947 tras encabezar un movimiento de resistencia pacífico, fue llamado Mahatma, porque en sánscrito maha significa grande y atman, alma.
Las personas, como Gandhi, son magnánimas. Quien tiene un alma de esa dimensión es atraído por grandes desafíos y acomete elevadas empresas. No se conforma con banalidades, sino que persigue sublimes ideales.
"El que sólo es capaz de cosas pequeñas y las pretende es modesto, pero no magnánimo; la magnanimidad implica grandeza", dijo Aristóteles.
Empero, es una grandeza que se acrisola con humildad y responsabilidad. "He tomado sobre mis espaldas", señaló Gandhi, "el monopolio de mejorar sólo a una persona, y esa persona soy yo mismo, y sé cuán difícil es conseguirlo".
¿Tengo alma grande o microscópica?
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