"Andrés Manuel López Obrador no es un político retirado o en la banca. Continúa ejerciendo su liderazgo al seno del PRD."
Saúl Valdez / Fernanda González
A un año de su derrota electoral, Andrés Manuel López Obrador no es un político retirado o en la banca, esperando tras bambalinas, como harían otros, una segunda oportunidad. Continúa ejerciendo su liderazgo al seno del PRD y fuera de él entre quienes le dieron su respaldo en la elección presidencial.
Aunque con diferentes énfasis e intenciones, en el PRD sigue habiendo consenso respecto al sitio primordial que el tabasqueño ocupa como principal activo político del partido y líder de una amplia gama de fuerzas extrapartidistas.
Hoy es lugar común sostener que a la derrota de AMLO contribuyeron una serie de factores adversos convergentes, entre los cuales no son datos menores el cuestionado sesgo del poder presidencial en favor de Felipe Calderón, así como, en el mismo sentido, el protagonismo de la lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo, procurándole al candidato de las derechas los votos que necesitaba para vencer, así fuese en forma poco clara y con medio punto de ventaja.
Eso explica sobradamente las considerables cuotas de poder que el Presidente Calderón ha dado a "la maestra", honrándola como su principal aliada política.
No había tenido oportunidad, sin embargo, de escuchar ni leer la autocrítica de AMLO y su círculo cercano, admitiendo crasos errores de campaña, como ocurrió el martes 26 de junio durante la presentación del libro Reporte 2006, el desquite, de Socorro Díaz Palacios, una de las colaboradoras más cercanas de El Peje.
Ahí se aceptaron prácticamente cuáles fueron los tres más grandes errores cometidos por el candidato: el "callate chachalaca" con dedicatoria al Presidente Vicente Fox (ex abrupto que le quitó imagen presidencial en importantes franjas del electorado); no haber explicado ampliamente por qué inasistió al primer debate entre candidatos (si bien debió admitir con franqueza que el error consistió precisamente en no participar), "ni haberse reunido con empresarios en diferentes lugares del país". A ese descuido deben agregarse generalizaciones absurdas, como la de que los empresarios no pagan impuestos.
AMLO admite también de hecho otra falla garrafal: la incapacidad (de la Coalición Por el Bien de Todos) para cubrir con representantes electorales preparados y confiables el 100 por ciento de las casillas en toda la República.
Resultado, sin embargo, de una deliberada intención de marginar a la estructura de cuadros profesionales del PRD, cuya ausencia colocó a ese partido en tremenda desventaja frente a sus rivales.
Las llamadas redes ciudadanas en apoyo a López Obrador mostraron grandes carencias organizativas. Agruparon no sólo a ciudadanos comunes y corrientes, sino a buena parte de un personal político proveniente de la izquierda pero que no militaba en el PRD o se encontraba en pugna con sus dirigentes. Cundió la idea de subirse sin mayor trámite "al carro ganador de El Peje. No obstante, muchos de quienes se incorporaron a la campaña lópezobradorista lo hicieron sólo de dientes para fuera.
Debe decirse también que la excesiva confianza en el triunfo de AMLO ("Sonríe, vamos a ganar), tuvo a fin de cuentas un efecto desmovilizador, que alejó de las urnas muchos votos en favor de la alternancia.
Exactamente al revés de lo ocurrido en el PAN, quien con el evidente apoyo del Gobierno foxista, la alta jerarquía católica y los grandes grupos empresariales del país tensaron sus fuerzas al máximo. ¡No se apejendejen! Fue el postrero llamado, entre prosaico y jocoso del presidente de Acción Nacional a los votantes.
Desde la izquierda debió haberse lanzado un mensaje de similar factura para cerrarle el paso al continuismo de derecha.
No obstante, sobre lo ocurrido en las campañas por la presidencia, el día de la elección presidencial y después, adquiere por obvias razones mayor interés el libro que Andrés Manuel López Obrador decidió publicar poco antes del primer aniversario del fraude electoral que le cerró las puertas del poder, con el sugerente título: La mafia nos robó la Presidencia, con sello de la editorial Grijalvo (301 páginas), dedicado a quienes participan con corazón y conciencia para lograr el cambio verdadero. Mismo que empezó a circular anticipadamente desde ayer.
De las anécdotas más relevantes que ya se reseñan de su libro, destaca el encuentro con Emilio Azcárraga Jean, en casa del vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez, dos días antes del 2 de julio, donde el magnate le dijo sin rodeos: Tengo información de que...vas a expropiar Televisa.
Sorprendido, López Obrador negó la especie. Dicho lo cual Azcárraga Jean mostró copia del texto de un decreto expropiatorio que supuestamente presentaría al Congreso al día siguiente de su toma de protesta como Presidente de la República.
Aunque López Obrador sostiene que Azcárraga Jean y sus subalternos sabían que él estaba en contra del monopolio que ejercen en la comunicación, y aún más si se pretende convertir en un poder de facto, por encima de los poderes legal y legítimamente constituidos, no cree que el camino para democratizar a los medios de comunicación y garantizar el derecho a la información sea expropiar a Televisa (medida, sin embargo, que ningún gobernante puede descartar a priori).
Desde su liderazgo nunca abatido, AMLO se refiere a que el documento expropiatorio mostrado por el dueño de Televisa como prueba de su vocación autoritaria tipo Hugo Chávez, está bastante bien hecho porque se redactó precisamente para ser creíble.
No sólo cuenta con toda la fundamentación legal, sino que detalla la razón social de cada una de las empresas del consorcio, algo que yo mismo desconocía.
La autoría por tan singular documento debe buscarse en el Cisen, el equipo cercano a Calderón o Fox, incluso con la colaboración de algunos funcionarios de la misma televisora.
Así pues, la anécdota descrita nos dice que el engaño mediático a través del cual AMLO fue presentado como una amenaza para México y la propiedad privada alcanzó también a Televisa, dejando así abierta la posibilidad de una futura reconciliación de El Peje con los medios, pues sus dueños (concesionarios) igual que vastos sectores de clase media habrían sido engañados perversamente desde la cima del poder.
Se trata de una versión amable, con tintes novelescos, de la confabulación puesta en marcha para evitar que López Obrador triunfara.
dmartinbara@hotmail.com