"Aprender a decir las palabras correctas con amor"
Héctor Tomás Jiménez
Con frecuencia los seres humanos hacemos hasta lo imposible por decir lo correcto de la manera correcta, y con el afán de no cometer errores, mas sin embargo, muchas veces incurrimos en lo que buscamos evitar. ¡Decimos lo que no debíamos decir, para luego explicar lo que queríamos decir! En fin, un verdadero lío frente a quienes amamos, pues casi siempre tocamos alguna fibra sensible, y generamos una ofensa que luego implica una disculpa. ¿Les ha pasado alguna vez?
Estoy seguro que la respuesta ha sido afirmativa, lo que me invita a reflexionar que la mejor forma de decir las cosas, es sin rodeos, sin alegorías, sin metáforas, pues es la manera en que mejor se entienden las cosas, sobre todo las cosas del alma y el corazón, que se ubican en el área de nuestras emociones y sentimientos. Esto es lo que con frecuencia olvidamos y en consecuencia incurrimos en las fallas descritas antes.
No tengo duda alguna, los seres humanos somos complicados por naturaleza, y lo somos aún más cuando nos comunicamos, sobre todo por el simple hecho de que no reflexionamos de manera previa lo que vamos a decir y menos aún, en el efecto de nuestras palabras. Pensamos que ser sinceros significa soltar lo que pensamos y esperar que los demás entiendan el significado de nuestras palabras. Nada más lejos de la realidad, pues existe otro factor importante que desarmoniza los diálogos en toda comunicación, y que es que tampoco sabemos escuchar atentamente.
Decir las cosas como son, en el tono adecuado, con la expresión corporal correcta y las palabras exactas, es la mejor forma de fluir en nuestra comunicación de manera amorosa. Nunca las palabras más elegantes suenan mejor que las más sencillas.
Hay una breve historia que nos hará más fácil entender esto de la sencillez de los diálogos y las palabras más adecuadas. Es una historia que me fue enviada por una amable lectora y que realmente me hicieron pensar en lo complicados que somos los seres humanos cuando nos comunicamos.
La historia dice así: "Hace poco tiempo cuando estaba en el aeropuerto escuché por casualidad a una madre e hija que se estaban despidiendo. Cuando anunciaron la partida del vuelo, ellas se abrazaron y la madre le dijo apretando sus manos y mirándola fijamente a los ojos: --¡Hija mía, recuerda siempre que te amo, y que te deseo lo suficiente! A lo que la hija, con leves lágrimas en los ojos respondió: --¡Sí, madre, nuestra vida juntas ha sido más que suficiente! Tu amor es todo lo que he necesitado, Yo también te deseo lo suficiente! Ellas se abrazaron con un beso en la mejilla, y la hija partió. Después de algunos minutos, la madre se encaminó hacia la salida, pasó muy cerca de donde yo estaba sentada y noté que ella necesitaba llorar. Traté de no observarla para no invadir su privacidad pero ella notó mi presencia y con inspirada confianza se dirigió hacia mí y me preguntó: --¿Alguna vez se ha despedido de alguien sabiendo que era para siempre? --Sí, lo he hecho, respondí. Añadiendo: --Perdón por preguntar, pero ¿por qué dice usted que esta despedida es para siempre? --Mire, me dijo, Como podrá usted ver, yo ya soy una mujer mayor de edad, y ella vive muy lejos de aquí. Seguramente su próximo viaje será para mi funeral. Ya no pude decir nada más, y traté de cambiar de tema preguntándole: --¿Y por que cuando se despidió de ella le dijo "te deseo lo suficiente". ¿A qué se refiere con eso? Aquella madre limpió un poco sus lágrimas y comenzó a sonreír al tiempo que me decía: --Ese es un deseo que hemos transmitido de generación en generación; mis padres solían decirlo siempre. Haciendo una breve pausa miró hacia arriba como si tratara de recordarlo en detalle, luego sonrió aún más. --Mire usted, cuando decimos: "Te deseo lo suficiente", es que deseamos que la otra persona tenga una vida llena de sólo lo suficientemente bueno para vivir. ¿Me explico? Y sin esperar respuesta, me compartió unos bellos pensamientos que me dio la impresión que los repetía de memoria, aunque su expresión me decía que los tenía tatuados en el alma. "Te deseo que tengas suficiente sol para mantener tu espíritu brillante", "Te deseo suficiente lluvia para que aprecies aún más el sol", "Te deseo suficiente felicidad para que tu alma esté viva", "Te deseo suficiente dolor para que las pequeñas alegrías de la vida parezcan más grandes", "Te deseo que tengas suficientes ganancias que satisfagan tus necesidades", "Te deseo suficientes pérdidas para que aprecies todo lo que posees", "Te deseo suficientes bienvenidas para que logres soportar las despedidas". Hizo una pausa, y luego comenzó a llorar, se despidió con una mirada afectuosa y se alejó. Me quedé mirándola hasta que se me perdió de vista, dejándome una buena reflexión como un regalo para mis anhelos. (Fin de la historia)
JM Desde la Universidad de San Miguel.
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