Héctor Tomás Jiménez
Los seres humanos tenemos la libertad de manifestar nuestro carácter, esa cualidad humana que le permite al hombre una relación armoniosa con sus semejantes, ya que contiene, de manera implícita, la existencia de una decisión firme y una férrea voluntad que sirven como poderosos acicates para proponerse objetivos factibles y alcanzables en la justa medida de las potencialidades individuales. La tenacidad y la persistencia son los mejores aliados de un carácter firme y responsable, en tanto que el temor y la negligencia, los detractores del mismo.
Tener carácter, significa también, el cultivo de los buenos hábitos, una actitud positiva hacia el trabajo y el esfuerzo continuo por dominar los impulsos de nuestro temperamento, de donde se concluye que tener carácter es bueno, sobre todo cuando es canalizado a favor de los demás, en un ambiente de respeto y sana convivencia.
Hace algunos años, leí una breve historia acerca de un padre que tuvo la necesidad de darle a un hijo una lección con la firme intención de que moderara su mal carácter. Antes de comentar brevemente el contenido de esa bella y aleccionadora historia, hay que recordar que entre los valores esenciales que nos dicta la sana convivencia está el respeto hacia los demás, un valor que de suyo nos permite crecer emocional y espiritualmente, pues del respeto se deriva además la dignidad de las personas.
La historia habla precisamente de un joven con muy mal carácter y en el cual, a pesar de su edad, parecía que arrastraba todas las insatisfacciones y amarguras de la vida. Era tan de mal carácter, que en él prevalecía de manera cotidiana la falta de respeto hacia los demás, incluso de manera no deliberada, ya que al contrario de los buenos hábitos, cultivaba los malos egos, lo que lo hacía ser un joven poco digno a los ojos de sus compañeros.
La parte importante de la historia dice más o menos así: "Un buen día, su padre lo llamó para aconsejarlo y conminarlo para que tuviese un cambio positivo, sin embargo, aquel joven no abría los ojos del entendimiento y continuaba con sus malos hábitos. De nuevo el padre, lo llamó y le dijo: "--¡Mira hijo, toma estos clavos y este martillo, y cada vez que manifiestes tu mal carácter, ¡clava un clavo en esta cerca de la casa! Intrigado y más por obligación que por convicción, el joven empezó a clavar clavos en la cerca, muchos clavos los primeros días, algunos menos algunas semanas después, más pocos pasado algunos meses, y así, cada día se sentía que mejoraba en su mal carácter. Después de haber pasado casi un año, la cerca estaba llena de clavos y el joven lleno de mejores actitudes; entonces el padre le dijo: --¡Ven hijo mío, mira tu obra en la cerca, ve cómo poco a poco has ido modelando tu carácter para ser una mejor
persona! --¡Sí papá, te lo agradezco mucho! Bien dijo el papá, ahora te voy a pedir, que por cada día que pase y no hagas corajes, y respetes a los demás, saca un clavo de la cerca y verás los resultados.
Fue entonces que pasaron varios años para que el joven pudiese sacar todos los calvos de la cerca, lo que significaba que poco a poco adquiría una mayor madurez emocional y se comportaba de manera respetuosa con quienes lo rodeaban.
Tiempo después, el papá lo llevó de nuevo a la cerca llena de hoyos por los clavos que habían herido el alma de la madera, y le dijo: --¿Qué ves en la cerca hijo mío? --¡Una cerca deteriorada con muchos hoyos papá, dijo el muchacho. --¡Así es hijo mío, y en realidad así queda el alma de muchas personas cuando son heridas en sus sentimientos y en su integridad por personas con un mal carácter, por eso, te felicito por el cambio que has tenido".
Como moraleja podemos decir que para mejorar el carácter, se requiere de tener retos constantes para consigo mismo, de una voluntad férrea para no flaquear en el intento, de firmeza para cumplir con las tareas y deberes que tenemos asignados, de alto sentido de responsabilidad para sobreponerse ante las dificultades y al cansancio que implican lo rutinario, y sobre todo, amor a Dios y los semejantes que son lo que nos llena de estado de ánimo para afrontar las consecuencias de nuestro mal carácter. ¡Solo por hoy! JM Desde la Universidad de San Miguel.
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