"Ars gratia artis"

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06/05/2006 00:00

    Manuel Antonio Díaz Cid

    "Arte por el arte mismo" o bien "Hacer arte con el objetivo de hacer arte". Esta controvertida frase la has leído cientos de veces. Cuántas veces has visto una película de la Metro Goldwyn Mayer, MGM, la habrás mirado sobre la cabeza de Leo, el león de la Metro, en el óvalo que circunscribe al famoso rugiente.
    La frase niega que el arte tenga propósitos más allá del arte mismo. Esto es que el arte no debe tener como fin alabar a Dios, como lo tuvo en Bisancio y en la edad media; no debe tener como meta congraciarse a mecenas como lo fue durante el renacimiento.
    No es para satisfacer a reyes y a su aristocracia, como sucedió durante el barroco; ni para registrar hazañas de los héroes y caudillos como aconteció durante el neoclásico, y mucho menos, como todavía se presenta, para halagar a la plutocracia como en el modernismo.
    El arte no tiene, entonces, fines morales ni educativos. No tiene es para enseñar la doctrina de la fe ni para educarlo en las gestas del heroico pueblo soviético como fue durante el llamado realismo socialista.
    Hablemos un momento de pintura para aclarar los conceptos vertidos.
    Tomen un libro con buenas láminas de pinturas de los maestros de antaño. Observen como las primeras obras del renacimiento, Giotto a Fra Angélico, todavía gótico, a Botticelli y a la humanidad del Cristo muerto de Massacio; se alejan de la pintura hierática bisantina.
    Como poco a poco se agrega mayor colorido, se introduce la perspectiva, dando cuerpo a los santos y personajes representados; se incluyen elementos de la naturaleza; se cambia la composición y se agrega movimiento.
    En el barroco empieza la representación del sentimiento: el esfuerzo, la exaltación, la ternura o la tranquilidad. La escultura llamada Pietá de Miguel Ángel, no obstante su tema y bellísima composición, ya es barroca al igual que las estatuas de este artista, aparentemente no terminadas, que se exhiben en la Academia, antes de pasar a ver al David, en donde los cuerpos parecen querer escapar del bloque de mármol que los constriñen.
    Volviendo a la pintura, ver a los maestros flamencos y a los españoles y terminar observando, en el Louvre, las grandes, por su tamaño, pinturas de los neoclásicos franceses. Napoleón cruzando lo Alpes de Ingres y la Victoria de De la Croix; te dejan el convencimiento de que esta expresión estaba agotada, que este lenguaje ya no tenía más que decir.
    Los románticos insisten , mientras tanto, que el mundo racional no existe y que son importantes solamente los sujetivo y sentimental.
    Irrumpen en el arte Van Gogh, Pizarro, Renoir, Degas, Gauguin y el impresionismo se vuelve el nuevo idioma. Nos cuesta trabajo entender que obras tan bellas hayan sido rechazadas durante décadas. Rápido consumen la nueva expresión y tienen que venir Picasso, Klee, Kandinski y Modigliani con el nuevo idioma del modernismo.
    En este somero tránsito llegamos a los contemporáneos. La propuesta: "El arte per se", se vuelve religión.
    En las magníficas conferencias tituladas: "Las implicaciones de la imagen" impartidas por curadores y artistas contemporáneos, los miércoles en el Masin, se vienen presentando exposiciones y explicaciones de las obras de autores que están en plena producción. Me tienen desconcertado.
    Un artista presenta una composición hecha de popotes. Busca la expresión con otros materiales. Está bella pero el autor dice que la belleza en sí fue un accidente. Que bueno que su obra guste pero le da lo mismo si la obra no hubiese resultado hermosa.
    Una autora, Tere Margolles, presenta una sábana de quince metros de larga, embarrada con grasa de asesinados anónimos en Ciudad de México durante los últimos años. En otra obra llena una estancia con vapor de agua. Entras y casi nada distingues. Puede ser vapor del agua extraída de los cuerpos de las asesinadas en Ciudad Juárez.
    Una joven, talentosa por cierto, nos entrega una esfera de mosaico veneciano color turquesa que en vez de contener el agua de la alberca, es rodeado por ésta.
    Entiendo la necesidad del autor mencionado de no constreñir su expresión al lienzo y al pincel. Me identifico con la rabia ante la injusticia y la decepción del fingimiento oficial que ofrece Tere, culichi por cierto, que ha logrado cierto reconocimiento internacional. Intento comprender las instalaciones, el arte participativo y efímero y la provocación que intenta Sofía. Me cuesta trabajo, mucho, encontrar dónde está el arte de estas piezas.
    Si no eres poeta o ensayista, no tienes porque expresarte con palabras sino lo intentarás con el instrumento que manejas. Puede ser filmando un video, construyendo una instalación, esculpiendo una forma o pintando.
    Si quisieras como Tere, trasmitir tu coraje y furia ante la impunidad, se entiende que lo hagas con los materiales de tu vocación. Entiendo el pronunciamiento, siento como ella y acepto el testimonio, sin embargo, dónde está el arte. ¿Solamente en la búsqueda?
    Quizás esté allí.