Lupishen Tirado
Quizás no sea el primero
Varios otros se han publicado en un afán por preservar nuestra lengua vernácula como vínculo de identidad sinaloense. Confiamos, con quienes aún creemos que Sinaloa tiene perfiles suigéneris que lo hacen distinto de las demás entidades del País, que se sigan escribiendo y publicando textos para preservar lo que por siglos heredamos de nuestros antepasados.
Pero este vocabulario tiene el encanto de un comunicarse en la intimidad social de la mitad del Siglo 20, como no lo han proyectado otros. Leerlo, escudriñarlo, a menos entre quienes abrevamos esa forma de hablar a punto de desaparecer, nos remite a tiempos idos pero bien vividos en comunidad total con la naturaleza.
Se requieren ojos alegres para leerlo
Para el suscrito, repasarlo una y otra vez ha sido como un renacer en el tiempo, en la vida, cuando niños y adolescentes hablábamos, reíamos y nos enojábamos con aquellas palabrotas que terminaban a veces en grandes carcajadas o una que otra bofetada.
Y para darle credibilidad a nuestro dicho, vayan algunos ejemplos escogidos al azar:
ABUSIÓN (superstición): "y se echa un huevo de gallina prieta en un vaso de agua y en la noche, de ahí le sale un basilisco... ¡por ésta que es cierto!
AJUAR: "la viuda ajuareó a su 'querido' con la ropa del difunto".
AMPÓN (presumido): "Ahí va muy ampona estrenando vestido, en'que sus plebes anden bichis"
AYA BONCHI (que provoca gusto, alegría): "El molacho Cota ya no trae ventana en la boca, ya se la tapió; se puso tres dientes de oro. ¡Aya bonchi!"
CAPIROTE: Sombrero de cartón en forma de cucurucho, forrado de telas de colores llamativos que se imponía a penitentes en las procesiones de Semana Santa. "Es un tonto de capirote", se le decía.
CICATERO: "En este tendejón son muy cicateros, nunca dan pilón".
Los hermanos Estrella que no Juan-Diego
Juan y Diego -que no Juan Diego- autores del vocabulario, son oriundos de El Fuerte, Sinaloa, ambos Estrella Reyes, e hijos de Juan Estrella Cota y Luz Reyes Álvarez, nacidos respectivamente en 1944 y 1946.
Ambos estudiaron primaria y secundaria en su pueblo natal en las escuelas José Rentería e Ignacio Ramírez. Emigraron a Culiacán donde cursaron Derecho y Agronomía.
Juan hizo carrera en el servicio público desde 1972 en criminalística, Gobierno, policía, y cuestiones penitenciarias; fue Secretario del Ayuntamiento, presidente del Comité Municipal del PRI y director de Seguridad Pública y Tránsito en El Fuerte. En Culiacán fue nombrado director operativo de la Central de Autobuses, y titular de la Dirección de Inspección y Normatividad.
En el ámbito literario participó en el 2005 en el taller "La Narrativa que viene, Elmer Mendoza, A.C." y desde junio se desempeña como analista en el Instituto Sinaloense de la Infraestructura Física Educativa. El pasado 14 de abril recibió el Premio Estatal de Crónica Cobaes 2010.
Diego inició su experiencia laboral, antes de egresar de la Escuela Superior de Agricultura, en el Centro de Investigaciones Agrícolas de Sinaloa como traductor y laboratorista en suelos, plantas y plagas; auxiliar del investigador Víctor Eller en recolección, clasificación, plantación y exhibición de cactáceas regionales para establecer un vivero con auspicio de la UAS.
La Fundación Mexicana para el Desarrollo Social y el Desarrollo Integral de la Comunidad Rural de Sinaloa fueron sus nuevos espacios laborales. Titulado como agrónomo fue responsable del Sistema de Riego Pequeña Irrigación de las presas Miguel Hidalgo y Josefa Ortiz de Domínguez, del área de Agronomía del Instituto Nacional Indigenista. Fue allí donde tuvo oportunidad de convivir con grupos indígenas, donde se nutrió de su bagaje cultural, incluidos aspectos rituales y de gobierno con carácter de reservados y a veces hasta secretos.
Igual ocurrió cuando en el Departamento de Agrología e Indemnizaciones de la entonces SRH, al tomar estrecho contacto con la gente del campo durante los desalojos de las presas Miguel Hidalgo y Josefa Ortiz de Domínguez.
En 1981 asumió la cátedra en la secundaria agropecuaria de la comunidad indígena de Tesila, donde interactuó con discípulos, padres de familia y vecinos, con lo que enriqueció su acervo y su vocación bicultural que aún conserva.
Es miembro de la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana y sigue fiel a su inclinación por la artesanía artística, costumbrista e histórica.
Con estos dos promotores del quehacer cultural, popular y costumbrista, fue posible a base de una paciente compilación de años, reunir este VOCABULARIO POPULAR SINALOENSE que nos viene a reafirmar nuestras raíces del habla folclórica, mucho de lo cual nos procede del castellano del Siglo 16, de la hibridación del habla sefardita que se afincó en la sierra, de la expansión de las lenguas indígenas y, sobre todo, de ese distinguir entre lo que ha sido el desarrollo cultural de los campos sinaloenses y las incursiones modernas de un "espanglés" urbano que nos amenaza con anular nuestra propia identidad.
No fueron primero, pero sí muy divertidos
Junto con ellos tenemos que agradecer y recordar a quienes también, por su propio empeño, nos legaron, entre los más recientes, sendos vocabularios como para no olvidar lo que somos: Carlos Esqueda, Pablo Lizárraga Arámburo, Teodoso Navidad Salazar y ahora los hermanos Estrella. Vale decir que cada uno de estos puso su propio acento e interés, y nos transmitieron un mundo léxico que históricamente no liga a un pasado remoto.
Carlos Esqueda con su Lexicón, nos recogió un lenguaje muy serrano, mestizado entre voces del castellano del Siglo 16 y palabras hebreas traídas por los sefarditas. Pablo Lizárraga nos entregó su Nomenclátor Indígena, donde muchos de nuestros adjetivos llaman a reconocer la naturaleza aborigen. Teodoso Navidad Salazar con su Toponimias de la Región y su Significado nos muestra el quehacer minucioso, municipio por municipio, de los pueblos que conservan sus nombres ancestrales. Y los hermanos Estrella la invocación contínua del habla popular. Obvio, se escapan muchos otros, con quienes se podrían hacer estudios historiográficos para consolidar nuestra identidad parlante.
En esta ocasión, nos adherimos al deseo de los autores: ¡Ojalá que cada lectora o lector que lea las primeras palabras que empiezan con la A, sientan la necesidad de continuar leyendo hasta la última de la Z! Y de verdad lo decimos: ¡se van a divertir!